Los resquicios del sistema judicial
La descomposición de las sociedades de los países del Este de Europa tras la caída del muro de Berlín ha dado como subproducto la recalificación de los integrantes de las policías políticas, que, por ensalmo, pasaron a convertirse en mafiosos. Hombres de la Securitate y del mítico KGB de la extinta URSS no han tenido ningún problema en poner sus conocimientos al servicio de la mafia, dirigida por sus antiguos jefes. Acciones como las de los rumanos desacreditan a la policía española ante el turista crédulo, quien cree que ha sido robado por agentes del país que visita. Pero el mayor temor de los jefes del Cuerpo Nacional de Policía radica en que grupos con esta cualificada preparación, que pueden cometer cualquier fechoría por sofisticada que sea, se enquisten en nuestra sociedad y lo corrompan todo. La policía, sin querer precisar más, admite que los ex agentes de la Securitate se dedican a otros menesteres, además de asaltar a turistas, porque estos rumanos tienen hasta conocimientos sobre el sistema judicial español y el Código Penal. Saben con certeza que sus robos a turistas quedarán prácticamente impunes, ya que, cuando son detenidos por la policía y entregados al juez, éste suele calificar su delito como un hurto y nunca dicta orden de prisión. Por lo demás, en el caso de que prosperen, las causas abiertas acaban archivándose porque los turistas asaltados, cuyo testimonio es fundamental en el juicio, difícilmente comparecen. En cambio, el sistema judicial francés, mucho más duro que el español, sí prevé cárcel para este tipo de especialidad delictiva y luego la expulsión del país para los extranjeros de fuera de la Unión Europea. De ahí que los rumanos, conocedores de estas diferencias, residan en el sur de Francia y se trasladen aquí para delinquir a sabiendas que, en el peor de los casos, como máximo pasarán sólo unas horas detenidos en alguna comisaría. Eso y el saber que los turistas asaltados denuncian en una baja proporción los robos de que son objeto hace el resto.
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