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FERIA DE SAN ISIDRO

Toreo grande por naturales

Salió un toro que no era toro y José Tomás le hizo una faena que sí era faena. Surrealismo se llama esa figura. Pero la vida es a veces surrealista y eso fue lo que sucedió. El surrealismo de torear al natural con exquisitez a un toro que no era toro sino más bien mona; y luego surrealismo elevado a la máxima potencia al convertir un faenón engrandecido por la pureza del toreo al natural en un desastre de pinchazos allá penas donde pudieran caer. El depurado intérprete del arte, convertido en pinchauvas. ¿Hay quien lo entienda?El toro que no era toro carecía del trapío mínimo exigible. Pero pasó. Y todo el mundo bendijo el disimulo pues José Tomás le ciñó unos estatuarios en el centro del redondel, ligó redondos, se echó la muleta a la izquierda y cuajó varias tandas de naturales de excelsa concepción. El zénit de la faena se produjo cuando cambió de mano y resolvió el muletazo empalmando un natural largo de hechura y rico de aromas. Mató sólo regular, intercaló unas improcedentes manoletinas para borrar el mal efecto del pinchazo, le enviaron un aviso, y obtuvo una oreja, solicitada con auténtico delirio.

Puerto / Caballero, Tomás, Mora

Toros Puerto de San Lorenzo, sin trapío, flojos, de media casta; 2º, impresentable, pastueño.Manuel Caballero: pinchazo, estocada atravesada y descabello (silencio); pinchazo perdiendo la muleta, dos pinchazos, estocada perdiendo la muleta -aviso- y dos descabellos (silencio). José Tomás: pinchazo, da unas manoletinas, estocada, rueda de peones -aviso- y dos descabellos (oreja con algunas protestas); seis pinchazos -aviso con retraso-, cuatro pinchazos y dos descabellos (ovación y también pitos cuando sale a los medios). Eugenio de Mora: pinchazo y estocada (ovación y salida a los medios); dos pinchazos y estocada corta perdiendo la muleta (silencio). Plaza de Las Ventas, 26 de mayo. 18ª corrida de feria. Lleno.

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La siguiente comparecencia de José Tomás estaba llamada a ser el apoteosis. Y a punto estuvo. Inválido el toro, parecía de mala raza y debía tenerla cuando José Tomás se vio achuchado tanto al recibirlo de capa como al doblarlo con la muleta. Pero había de intervenir esa mano izquierda poderosa que José Tomás se gasta; ese toreo al natural que fijó la moruchona embestida, la templó y se fueron sucediendo las tandas en un crescendo sinfónico; en un maestosso que hurta del tiempo y de las miserias terrenales cualquier acción para ponerla en manos de las musas y elevarla a la categoría de arte.

Toda la faena con la izquierda. Ayudados y trincherillas incluidas. Sólo hacía falta matar al toro. Matarlo ejecutando limpiamente los tiempos del volapié. ¿Sólo hacia falta eso, se ha dicho? Pues, ante la general sorpresa, resultó ser lo más complicado de todo. El torero valentísimo y transido en la recreación del toreo al natural, se perfiló fuera de cacho, se echaba fuera, diez veces pinchó, oyó un aviso que debieron ser dos...

Cuando suceden estas cosas que la afición ni merece ni entiende, el torero debería subir al tendido a dar explicaciones.

Alternó con dos toreros que asumieron plenamente el papel de comparsas. No se pretende expresar que les complaciera ese papel sino que lo llevaron con santa resignación. En lo que a toreo se refiere -y escalafón, y cartel, y aspiraciones- tuvieron la oportunidad de plantear réplica adecuada al ídolo con quien alternaban y alzarse con el triunfo, mas no estaban por la labor. Ni Manuel Caballero ni Eugenio de Mora ligaban los pases. Ni Manuel Caballero ni Eugenio de Mora templaban las suertes. Les correspondieron toros de parecido buen conformar, y a uno -Manuel Caballero- se le iba en tomarlo con la muleta retrasada; a otro -Eugenio de Mora-, aparte sus valientes intervenciones, en ser un pegapases cualquiera.

Con el capote, en cambio, se lucieron. Mora hizo un estupendo quite por gaoneras. José Tomás debió sentirse ofendido -pues era su toro- y salió a darle una lección ejecutando otro, mas no se la dio: el quite de Mora había sido mejor. Tomás se encontraría luego con la horma de su zapato: hizo un quite por verónicas en el toro de Manuel Caballero y Caballero, quizá igual de ofendido, tomó turno para instrumentar unas chicuelinas estupendas que mejoraron lo presente; y ahí quedó eso.

Para ser figura no basta con torear al natural como los ángeles. Hay que tener cabeza también.

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