Los historiadores creen que la iglesia de San Juan acogió 250 enterramientos
Carlos III dijo basta. Las iglesias de Madrid no podían seguir siendo el pudridero de toda la ciudad. Los enterramientos debían hacerse fuera de los templos, le gustase o no a la Iglesia, porque los cadáveres en descomposición podían ocasionar graves epidemias. Cuando esta Real Orden se hizo efectiva, en el siglo XVIII, en la iglesia de San Juan, la misma que ahora desentierran los arqueólogos de la Comunidad a la búsqueda de los restos de Diego de Silva y Velázquez, ya había más de 250 inhumados. Son los cálculos del historiador Manuel Montero.
Nadie sabe a ciencia cierta lo que los arqueólogos de la Consejería de Cultura van a encontrar bajo el subsuelo de la plaza de Ramales. Las sucesivas excavaciones que desde el siglo XIX se han venido efectuando para hallar los restos de Velázquez, pueden haber convertido el subsuelo de Ramales en un páramo arqueológico.El historiador Manuel Montero, que ha abierto una línea de investigación paralela pero no contradictoria con la que mantienen los técnicos de la consejería que encabeza Gustavo Villapalos, ha establecido que a lo largo de los siglos en San Juan se llevaron a cabo más de 250 enterramientos. El templo, parroquia del cercano Alcázar de los Austrias, acogió entre sus muros a numerosos personajes de la Corte y de la nobleza: desde los bufones de Felipe IV hasta las familias más poderosas de la Villa. "Por ejemplo, tengo comprobado", indica Montero, "que también se inhumaron a los integrantes de varias cofradías importantes".
No obstante, Montero duda de que estos osarios puedan seguir bajo el pavimento de la plaza. "Parece ser que, en las excavaciones de 1846, las que organizaron los hermanos Madrazo, se toparon con bastantes huesos y jirones de ropa. Y algo parecido pudo ocurrir en las de los años cincuenta".
Templo atestado
"La iglesia de San Juan se convirtió, con el paso de los años", según Montero, "en un templo atestado de enterramientos. Tanto es así que sus responsables tenían auténticos problemas para poder inhumar a los cuerpos que llegaban. Había cadáveres por todas partes. Tanto es así que tuvieron que abrir hasta debajo de la torre para hacer hueco a los nuevos cuerpos que llegaban", señala.
En 1660, fecha en la que muere Velázquez, la situación era desesperada. "Tanto es así que tuvieron que mover la pila bautismal para enterrar gente bajo ella. Este traslado ha originado, a su vez, una curiosa situación: si los protocolos señalan que Velázquez fue enterrado en la cripta de los Fuensalida, y ésta se encontraba junto a la pila bautismal, ¿a qué ubicación de la pila se refieren estos documentos? ¿A la primera, junto a la puerta de entrada [donde ahora los arqueólogos de la Comunidad están bus-cando] o en la segunda ubicación, en un lugar aún no determinado?", explica Montero.
El historiador recuerda que el pasado de San Juan, templo derribado en 1809 por orden de José I Bonaparte, es uno de los más enigmáticos de la ciudad. "Se conoce el destino de los elementos arquitectónicos y decorativos de muchas iglesias derribadas. Pero de San Juan no se conserva nada de nada, si se exceptúan un par de cuadros de Carreño, que se exponen en una iglesia cercana".
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