La OTAN emplea munición con uranio, criticada por la ONU
Los proyectiles antitanque son relacionados con la explosión de casos de cáncer en Irak
La Alianza Atlántica ha reconocido haber empleado munición con uranio no enriquecido en la guerra de Kosovo. Estos proyectiles son utilizados principalmente contra tanques y blindados por su gran capacidad de perforación, y la OTAN ha venido negando sus efectos nocivos para la salud. Sin embargo, su uso ha sido criticado por la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, que ha pedido a su secretario general, Kofi Annan, un informe escrito sobre los mismos, y ha sido relacionado con la explosión de casos de cáncer en el sur de Irak, ya que también fueron empleados por norteamericanos y británicos en la guerra del Golfo.
El general alemán Walter Jertz pasó un mal trago el pasado día 14 en la cotidiana rueda de prensa de la OTAN. A preguntas de los periodistas, Jertz acabó reconociendo el uso de munición con uranio no enriquecido sólo en "casos especiales" y, entre titubeos, añadió que no se trata de uranio radiactivo, sino natural, como el que se encuentra en "el suelo o las rocas". En su ayuda acudió el portavoz civil de la Alianza, Jamie Shea, quien apostilló que estudios profundos sobre este tema, "sobre todo uno elaborado por la Rand Corporation de California, han demostrado que no entrañan riesgos para el medio ambiente ni para la salud". Al día siguiente, Jertz volvió al tema y admitió que estos proyectiles han sido disparados por la aviación aliada -los Wathog A-10 norteamericanos-, y que así lo había confirmado el Pentágono el 3 de mayo.El uso militar de este metal ha dado lugar a una larga polémica desde su debú en la guerra del Golfo, donde EEUU y sus aliados dispararon, según un informe de Greenpeace, 315 toneladas. El uranio no enriquecido es un subproducto del proceso del que se extrae el uranio radiactivo 235, tiene una radiactividad un 65% menor que la del uranio natural y una vida media de 4.000 a 5.000 años. Como es dos veces más denso que el hierro y de naturaleza pirofórica -se deflagra al penetrar-, fue elegido por las Fuerzas Armadas de EEUU como proyectil antitanque, más barato y efectivo que su competidor el tungsteno. Ahora bien, como explica Carlos Bravo, experto en temas nucleares de Greenpeace, "cuando un proyectil con uranio no enriquecido impacta en un objeto y se quema, sus partículas se dispersan en forma de aerosol en el aire, son transportadas por los vientos y pueden penetrar en el cuerpo humano por inhalación o en la ingesta. El peligro está en su concentración". Esta munición ha sido relacionada con el síndrome del Golfo que sufren los veteranos de EEUU y con el incremento desde 1991 de casos de enfermedades cancerígenas en el sur de Irak, que ha venido denunciado el régimen de Bagdad. Un estudio elaborado en 1998 por el doctor Hari Sharma, de la Universidad de Waterloo (Canadá), para la organización Proyecto de Tóxicos Militares (MTP) asegura que es la responsable del "incremento entre 20.000 y 100.000 casos de cáncer entre los veteranos y los ciudadanos iraquíes", y la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha iniciado una investigación sobre este asunto.
Pero la controversia científica sigue abierta, y Jamie Shea no mentía cuando aludía al informe de Rand Corporation. Si bien es verdad que el estudio de esta prestigiosa institución, redactado por cuatro especialistas y un exoficial del Ejército estadounidense, no halló pruebas que vinculen las lesiones de los veteranos del Golfo estudiados con su exposición al uranio no enriquecido, en sus conclusiones no descarta del todo sus riesgos para la salud y recomienda "continuar investigando sus efectos ante la probabilidad de que se extienda su uso en el futuro".
La Comisión de Derechos Humanos de la ONU, por su parte, pidió ya en 1996 a los Estados miembros que "limiten la producción de arsenales que contengan uranio no enriquecido".
Equipo especial
Pero el impacto medioambiental de la guerra en Yugoslavia no acaba aquí. La destrucción de refinerías y fábricas en Serbia ha causado alarma entre los Gobiernos de la región, y la ONU ha creado un equipo especial para evaluar sus repercusiones ambientales y sanitarias. La misión, presidida por el senegalés Bakary Kante, consejero del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), iniciará su trabajo de campo cuando acabe el conflicto. Greenpeace Internacional, que extrema su cautela sobre la magnitud de la contaminación al no haber podido aún verificarla in situ, sí avanza que análisis realizados por las universidades de Tracia y Salónica indican que el nivel de dioxinas en la atmósfera se ha multiplicado por 15 en el norte de Grecia, y que los bombardeos en abril de una planta química en Pancevo dedicada a la fabricación de plásticos de PVC y de la refinería de petróleo de Novi Sad han liberado a la atmósfera, al suelo y al Danubio sustancias tóxicas.
El Gobierno rumano ha detectado esta semana lluvia ácida en diversas localidades del suroeste del país y un preocupante aumento del porcentaje de dióxido de azufre y amoniaco en la atmósfera de esta región, aunque por debajo de los límites máximos admitidos.
En Bulgaria, donde los efectos medioambientales de la guerra han suscitado un debate parlamentario, la prensa ha denunciado una mancha de petróleo de cuatro kilómetros de largo, pero de poco espesor, en la desembocadura del río Timok y de otra cerca de la ciudad de Vidim. Ucrania ha encontrado dos manchas de petróleo en los puertos de Reni e Ismaíl, en el Danubio. Problemas menores comparados con la catástrofe humana de los Balcanes, afirma Philip Weller, director del Programa Danubio/ Cárpatos del Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF), pero que, sin duda, pueden "a largo plazo aumentar la tragedia".
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