Poderío marítimo en decadencia
Hay productores que no se conformaban con alquilar inmensas suites a precios exorbitantes en los hoteles de lujo de La Croisette y, naturalmente, un stand en el Mercado Internacional del Cine les parecía práctico, pero carente de glamour.En Cannes, el verdadero poderío se exhibía en el mar, en los inmensos yates que se encuentran amarrados junto al gran palacio de congresos, o, en el caso del lujo más desatado, en la bahía de la ciudad. Sin embargo, los que intentan alquilar estos yates, por unas cantidades que oscilan entre 750.000 y un millón y medio de pesetas (más los impuestos, los 400 dólares del amarre y las consumiciones, no precisamente gaseosa ni cacahuetes, que se pagan aparte), aseguran que el negocio ya no es lo que era y que están en franca decadencia.
"Hace 10 años me volvía loco para encontrar barcos. Ahora me vuelvo loco para encontrar clientes", señaló a la prensa local un responsable de la empresa Northorp & Johnson, que se encarga de colocar algunas de estas imponentes embarcaciones con todos los lujos, desde cubiertas de madera amuebladas con exquisitos sillones hasta tripulación uniformada, circuitos cerrados de televisión, teléfono por satélite, comedores en los que se pueden dar cenas para decenas de personas (naturalmente, sentadas).
Según la mayoría de los patrones, los tiempos míticos de las fiestas hasta el amanecer y a todo trapo en los yates y veleros han pasado a la historia, aunque no aclaran si es porque las grandes productoras estadounidenses se lo gastan todo en efectos especiales o porque, como señalan otros, no están los tiempos cinematográficos como para hacer exhibiciones tan evidentes de derroche.
Babelia
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