El Centro Pompidou expone en Burdeos toda su colección de "mirós"

"Puede hablarse de infancia a propósito de Miró, pero sólo si se habla de la infancia del mundo y no de la propia infancia". El poeta Michel Leiris explicaba así en 1972 la dimensión mágica y mítica de la creación mironiana. Ahora, en el Centro de Arte Contemporáneo de Burdeos, se propone hasta el 29 de agosto otra explicación, razonada, lógica, estudiosa, de la obra de Joan Miró (1893-1983). El punto de partida es un conjunto de 20 pinturas, 5 esculturas y más de 70 dibujos procedentes del Centro Georges Pompidou de París, y el de llegada es un catálogo muy instructivo, obra de Agnès de la Beaumelle y Marie Laure Bernadac.

El cierre temporal del Pompidou ha permitido organizar no menos de 20 exposiciones en distintas ciudades francesas. Nantes, Marsella, Nimes, Céret, Lyón, Colmar o Burdeos han acogido gran parte de la obra que se expone permanentemente en París, pero también la que permanece casi siempre en el almacén. Esas exposiciones francesas, unidas a otras extranjeras, han atraído a más de dos millones y medio de personas, en algunos casos, como el de Tokio, con medias diarias de más de 4.000 visitantes. La experiencia descentralizadora es, pues, un éxito y será difícil no institucionalizarla.En Burdeos vemos todos los mirós del Pompidou. La colección es excelente y cubre toda una trayectoria creativa, de 1922 a 1978. Hay varias obras maestras, desde La pagesa, de cuando Miró aún no es Miró, hasta Personatges i ocells en mig de la nit, de gran formato de 1974, pasando por los tres Blaus de 1961. Todo eso testimonia tanto la calidad y variedad de un recorrido que a veces se tiende a creer uniforme como la inteligencia de una política de compras museísticas o de donaciones. Pero lo más importante es la posibilidad de ver esas obras acompañado de un catálogo que cuenta la historia de cada una de ellas y los secretos de su génesis.

Anotaciones

Una buena parte de las telas, esculturas o dibujos expuestos sale de un trabajo previo, preparatorio, a veces sumario, a veces muy detallado, del que la constancia procede casi siempre de los carnets que posee la Fundació Miró de Barcelona. En esos cuadernos el artista ensaya con el lápiz lo que luego hará con los pinceles o con el propio lápiz. A menudo los bocetos van acompañados de comentarios, de adjetivos, de anotaciones sublimes -"fer esculptures amb claus, cadenes, etc., que per si sols tinguin un valor emotiu i plàstic (hacer esculturas con clavos, cadenas, etcétera, que por sí solos tengan un valor emotivo y plástico)"-, mezcladas con recordatorios prosaicos, pero en algunos casos sus revelaciones son auténticas iluminaciones sobre cómo Miró procede a estilizar, a esencializar, a convertir en signos poéticos los elementos sacados de la realidad.

La investigación de las autoras del catálogo razonado incluye también referencias a telas de Miró que se hallan en otras latitudes y una amplia bibliografía. El resultado es modesto e impresionante. Modesto porque el catálogo es un libro de 200 páginas; impresionante porque relaciona de manera inteligente elementos hasta ahora presentados de manera dispersa.