Ahtisaari, un negociador de profesión
El presidente finlandés se ha revelado como un inesperado mediador en la crisis de los Balcanes
Se ha colado, casi sin llamar y por la puerta de atrás, en las negociaciones a cuatro bandas (EEUU, Yugoslavia, Rusia y la UE) para poner fin a la guerra en los Balcanes. Su país no es una gran potencia militar, ni económica, ni demográfica y está situado en un rincón de Europa, pero se ha convertido en un punto de referencia para Moscú a la hora de pulsar el estado de ánimo de la Unión Europea. Martti Ahtisaari, 61 años, discute con los grandes sobre la mejor manera de solucionar el conflicto, le escucha la secretaria de Estado de EEUU, Madeleine Albright, y le recibe el presidente ruso, Borís Yeltsin. Siempre ha utilizado el mismo sistema: se marca un objetivo y no ceja hasta que lo consigue.Incluso sus allegados reconocen que la expresión "guante de seda y puño de hierro" se adapta perfectamente a este político que jamás ejerció como tal y que ha basado toda su carrera en la diplomacia y como conciliador en diversos conflictos, especialmente en África. Franco, directo rayando en la agresividad, pero consciente de la importancia del diálogo como piedra fundamental para cualquier tipo de acuerdo, Ahtisaari ha demostrado, desde que asumió la presidencia de Finlandia, el 1 de marzo de 1994, que no está dispuesto a ceder un centímetro cuando se trata de defender las convicciones propias, pero que es necesario escuchar a los demás y aceptar la realidad cuando se trata de establecer las bases de la paz. Lo ha hecho enfrentándose incluso a su propio Gobierno y al Parlamento sobre el papel de su cargo. Aunque se trata del primer presidente finlandés elegido por sufragio directo, el Ejecutivo y el Legislativo veían con gran recelo su papel hiperactivo en política exterior. Ahtisaari mantiene que su legitimidad emana directamente del pueblo y que no está dispuesto a ser una figura decorativa... y ha vencido. Ahora sus detractores le acusan de pasar más tiempo en el extranjero que en su palacio presidencial a las afueras de Helsinki, pero él se remite a la Constitución y prosigue impasible con lo que estima son sus obligaciones.
Tal vez por su tenacidad, en los ochenta, el entonces secretario general de Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar, le llamó para que supervisara la transformación de Namibia de un país ocupado por Suráfrica a una democracia independiente. Ahtisaari puso en práctica su modus operandi y logró para la ONU uno de los mayores (y a la vez más discretos) logros de su historia. Ahtisaari volvió a Finlandia para desempeñar diversos puestos técnicos ligados a la política exterior, pero su gestión africana no había quedado olvidada y, en 1991, la ONU le reclamó de nuevo para sentarlo en la presidencia del grupo de trabajo para Bosnia-Herzegovina de la Conferencia Internacional sobre la antigua Yugoslavia. El contacto con los representantes balcánicos le hizo comprender la importancia de la estabilidad en la zona para Europa y, desde entonces, Finlandia no ha dejado de estar presente en los Balcanes, que incluso se han convertido en un trampolín para la presidencia finlandesa. De hecho, una de las máximas favoritas para las elecciones presidenciales del 2000, Elizabeth Rehn, es la actual representante de la ONU en Sarajevo.
Nacido en 1937 en la ciudad de Viipuri, situada en la Karelia arrebatada por la URSS en la II Guerra Mundial y actualmente territorio ruso, Ahtisaari es un negociador con el que los rusos se sienten cómodos. Siempre que tiene ocasión insiste en la necesidad estratégica de tender puentes entre Europa y Rusia (la llamada dimensión nórdica), aunque con su sentido práctico reconoce que el establecimiento de la democracia en Rusia es una labor de titanes e incluso ha declarado que él no vivirá para ver una sociedad rusa democrática.
Su mediación en el conflicto yugoslavo puede servirle para presentarse rodeado de prestigio a la reelección el año que viene o simplemente para poner punto final a una extensa labor internacional. En cualquier caso tanto el representante ruso, Víktor Chernomirdin, como el estadounidense, Strobe Talbott, llevan como compañero de viaje a un experto en deshacer nudos gordianos con paciencia y determinación.
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