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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El cuarto de Yeltsin

SERGUÉI STEPASHIN, un general de 47 años, se convirtió ayer en el cuarto primer ministro de Borís Yeltsin en poco más de un año, después de superar con inesperada amplitud la confirmación de la Duma en primera votación. Esto demuestra que, pese a sus enfermedades y a su conocido alcoholismo, el presidente Yeltsin mantiene todavía, en un país acostumbrado a los ucases, muchos resortes de poder. En sólo una semana ha destituido a un Primakov que empezaba a hacerle sombra, ha superado la amenaza del Parlamento de abrirle un proceso de impeachment por cinco acusaciones criminales y ha conseguido que unos diputados que le aborrecen respalden a su nuevo primer ministro por 301 votos contra 55 diputados.Probablemente, Primakov estaba ganando a gusto de Yeltsin demasiada popularidad, aunque fuera él quien había negociado con el FMI y otras instituciones financieras unos créditos absolutamente necesarios, pero condicionados a unas reformas económicas que nunca acababan de ponerse en práctica. Stepashin las ha hecho suyas, amenazando incluso con la disolución de la Duma si no las aprueba. La Cámara baja sabe que el país necesita estos créditos internacionales y teme una disolución anticipada. De ahí que estos días, y pese a que el Partido Comunista tenga el grupo parlamentario más numeroso, los diputados se hayan comportado como corderitos. Para su campaña de las elecciones generales, a finales de año, precisan de los medios materiales y humanos y de los privilegios que les proporcionan su condición de parlamentarios. Como gran parte de la élite rusa, necesitan que vuelvan a manar nuevos fondos del manantial del FMI, porque de ellos se nutre también el Partido Comunista.

Rusia es hoy la corrupción institucionalizada. Y en ese medio, Yeltsin se mueve como pez en el agua. Al mismo tiempo que cambia de primer ministro recupera a poderosos oligarcas, como Borís Berezovski, o economistas liberales, como Gaidar, y les pone a competir entre sí, en un juego que siempre ha practicado con sus equipos de gobierno. La labor de Stepashin va a resultar, pues, de una enorme dificultad. General de máxima graduación, con un papel activo y muy criticado en la guerra de Chechenia, su último cargo de ministro del Interior le confiere un poder real que puede serle muy útil a Yeltsin, a cuya vera ha estado desde 1993. Pese a la retórica presidencial, Stepashin aparece como un hombre que podría ser más sensible a las tesis occidentales, de las que Primakov se había distanciado, especialmente tras el inicio de la guerra de Kosovo. En la retaguardia, y como posible candidato presidencial si tiene éxito su gestión para detener la guerra, está Chernomirdin. Es decir, que vuelve el clan de Yeltsin en estado puro.

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