Colegas de Little Italy
ENVIADO ESPECIALEl desfile de modernos en el Festival de Cannes alcanzó ayer uno de sus momentos cumbre con el estadounidense Jim Jarmusch, un realizador inconfundible tanto por su aspecto (pelo blanco revuelto, tremendas patillas, enormes labios rosados) como por su estilo cinematográfico, que en Ghost dog. The way of the samurai utiliza para relatar la historia de un peculiar asesino a sueldo de la mafia neoyorquina, interpretado por Forest Whitaker. "Espero que mi forma de hacer películas siga pareciendo extraña. Estaría aterrorizado si uno de mis filmes le gustase a todo el mundo, de hecho creo que dejaría de hacer cine", aseguró el director.
En Ghost dog, Jarmusch traza un retrato irónico de la mafia, un universo que conoce muy bien por motivos de vecindario. "Vivo en el barrio neoyorquino de Little Italy, y he visto en la calle a muchos mafiosos, sobre todo a miembros de la familia Gambino. También he percibido cómo las cosas han cambiado mucho en ese mundo. La vieja época de la Cosa Nostra ha terminado. Los personajes que aparecen en mi película son como dinosaurios, tipos que pertenecen al pasado, aunque no he querido criticarles, ni presentarlos tampoco de forma romántica, como se ha hecho mucho en el cine. Son lo que son y así los he descrito".
Al igual que el actor y realizador Tim Robbins, que presentó el martes su filme Cradle Will Rock, Jarmusch hizo un encendido elogio de la libertad de expresión en Estados Unidos, cuando fue preguntado sobre el efecto de la violencia cinematográfica (su filme tiene mucha) en la realidad. "El arte tiene que ser totalmente libre. Si empezamos a censurar, por los motivos que sea, tendremos muchos problemas".
Babelia
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