Barcelona, IC y ERC FERRAN REQUEJO
Decía Nietzsche que cuando un dios pronunció la frase más atea de todas, "existe un único dios", los demás dioses rieron y gritaron: "¿No consiste la divinidad precisamente en que existan dioses, pero no dios?". Pues bien, en cuestiones de teología, no sé, pero en cuestiones de práctica política, la salud de una democracia depende, entre otras cosas, de que la pluralidad se exprese y se canalice a través de los mecanismos representativos. La democracia exige actitudes cercanas al politeísmo. Incluso, tal y como algunos partidos confeccionan sus listas electorales, habría que ir pensando en erigir un monumento al candidato desconocido, al modo como en la Grecia antigua se hacía con los dioses de otras latitudes. En este sentido, creo que si en las próximas elecciones municipales el número de organizaciones presentes en el consistorio barcelonés se redujera de cinco a tres, se empobrecería algo más que la mera representación política. Simplemente, la ciudad perdería parte de su pluralidad institucional. Y no lo digo en función de las posibles consecuencias inmediatas, algo remotas por otra parte, que ello pudiera tener en el color político del gobierno de la ciudad, sino por lo que significaría de pérdida colectiva en el momento de proponer, discutir, aplicar y evaluar las políticas municipales durante los próximos cuatro años. (Dejo de lado, por mero realismo electoral y, sobre todo, por no haber competido aún electoralmente, las referencias a las escisiones que han supuesto tanto el PI como EUiA). Ciertamente, el tándem partidos de izquierda-poder municipal es el que mejor ha funcionado durante estos años. O cuando menos, ha funcionado bastante mejor que el tándem partidos de izquierda-Cataluña. En Barcelona no se le oculta prácticamente a nadie el buen balance que puede presentarse desde el gobierno municipal, tanto antes como después del 92. Tras las olimpiadas, la resaca ha sido escasa, y hoy la ciudad se mueve en el marco de unos ambiciosos proyectos de infraestructuras y de calidad democrática, como el frente marítimo o el Fòrum de les Cultures del 2004, que deben situar a la capital catalana en una posición internacional aún más competitiva a final del próximo mandato. La mayoría de los indicadores muestran un alto grado de satisfacción de los barceloneses con su ciudad: en urbanismo, bienestar social, cultura, equipamientos, etcétera. CiU lo sigue teniendo difícil en Barcelona, y no digamos el PP. Ambos parece que sólo puedan atacar por el lado de los impuestos, y CiU, además, por el de una mayor apuesta por la normalización lingüística de la ciudad. No parece un bagaje suficiente. Y además ninguno de ellos está mostrando que dispone de alternativas globales y a medio plazo para la ciudad y su área metropolitana. Obviamente, en el caso de IC y de ERC no se trata de ocultar que el hecho de haber sufrido escisiones importantes siempre puede comportar costes políticos. Pero si digo que sería una pérdida colectiva que esas organizaciones no estuvieran presentes en la vida política barcelonesa, no es porque formen parte del gobierno municipal. También sería algo lamentable en caso de que estuvieran en la oposición. La razón básica está situada más allá de las coyunturas políticas y tiene que ver con lo que es la vida democrática en unas ciudades cada vez más plurales. Las ciudades constituyen un elemento central en el imaginario colectivo de una democracia. En el caso de Barcelona se trata, además, de un escenario de convivencia que hace de ella una referencia internacional en el momento de pensar y de realizar una serie de valores democráticos, como la libertad e igualdad ciudadanas, la acomodación de distintas colectividades culturales o la promoción de los valores nacionales del país en un contexto presidido por la globalización y la interculturalidad. Es decir, en el momento de hacer de ella una realidad cosmopolita proyectada desde su especificidad catalana hacia el Mediterráneo, la UE y la escena internacional. Para eso, creo que la aportación de IC y de ERC representa un activo colectivo y que, dada la proyección de Barcelona, tanto la capital como Cataluña en conjunto saldrán ganando con ello. ¿Y las europeas? Éstas son claramente otra historia, con una lógica, una proyección y unos objetivos muy distintos a los de las municipales. Y más en esta ocasión.
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