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La psiquiatría, coto privado de cátedra

Los docentes afirman que el acceso de allegados es más frecuente que en otras áreas

Gabriela Cañas

Buena parte de los docentes de psiquiatría de las universidades públicas españolas está soliviantada. Saben que en los campus hispanos impera la endogamia, como denunció un editorial de la revista Nature, pero dicen que en sus departamentos el inmovilismo y el nepotismo supera ampliamente la media. Describen el statu quo como una red de estructura mafiosa que opera a nivel nacional para primar a familiares y amigos desplazando currículos, labor de investigación y experiencia clínica. "A la psiquiatría no ha llegado la transición", aseveran varios profesores.En 1952, Juan José López Ibor ocupó una de las primeras cátedras de Psiquiatría que se instituían en España. Cuarenta años más tarde, uno de sus hijos, Juan José López Ibor, logró esa misma cátedra en la Universidad Complutense de Madrid. Ahora, una de las hijas de este último, Inés López Ibor, es profesora con él. Se da la circunstancia de que en este mismo departamento, formado por nueve docentes, trabajan también el catedrático Luis Calcedo y su hijo Alfredo Luis Calcedo, profesor titular.

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Los catedráticos alegan los méritos de sus vástagos y la sinrazón de que se les pudiera impedir el paso por llevar sus apellidos, un argumento impecable si no fuera porque, en la práctica, el peso que ejerce el propio departamento que ellos controlan es crucial para lograr un puesto.

Sociedades científicas

El último nombramiento de catedrático en este departamento es el que ha colmado la paciencia de los que se consideran proscritos en el sistema. El tribunal otorgó la cátedra a un hombre procedente de Psicología, Tomás Ortiz, que el mismo día que comenzaba la prueba presentaba un libro escrito con el secretario del tribunal, Juan José López Ibor.

Tener obras conjuntas con el candidato es motivo para que muchos jueces anulen el proceso de selección, según advierte José Ramón Codina, abogado, profesor universitario y firmante del recurso presentado contra esa oposición por otro candidato, el catedrático de Psiquiatría de La Laguna José Luis González de Rivera. Una comisión de la Complutense estudia el caso, si bien, como saben los docentes universitarios, casi nunca una investigación interna da la razón al recurrente. La posterior vía contencioso-administrativa es más segura. El problema es que las resoluciones llegan varios años después y el recurrente no obtiene la plaza; sólo queda invalidado el proceso y hay que volver a empezar.

Y, mientras tanto, la universidad, según los denunciantes, se puebla de docentes con cargos vitalicios y dudosa capacidad. Para demostrarlo, uno de los profesores irritados con la situación ha verificado el nivel investigador de los 25 catedráticos en activo. Sólo 9 han publicado algún trabajo en una de las 30 primeras revistas de impacto internacional.

Con este mismo sistema, ese profesor concluye que los cinco miembros del tribunal que sepultaron hace dos años las aspiraciones de José Luis Ayuso de ser catedrático en Madrid no sumaban el número de publicaciones internacionales que acumulaba por sí solo el candidato.

Enrique González Duro, que lideró la protesta contra la psiquiatría española a principios de los años setenta y es autor de La Psiquiatría del franquismo, no se extraña de la situación. Recuerda el origen de los primeros catedráticos, adscritos a la misma escuela alemana que justificó el exterminio de los enfermos mentales, y cree que el mantenimiento del statu quo ha matado a la psiquiatría académica española.

Quizá esté muerta intelectualmente, pero no biológicamente. Las sagas familiares no sólo se reproducen en Madrid. Los hermanos Rojo Moreno son titulares en la Universidad de Valencia, donde el padre ocupó una cátedra. El catedrático de Murcia Demetrio Barcia trabaja codo con codo con su esposa, Eulalia Ruiz, y su sobrina Pilar Salorio del Moral. En Málaga acaba de lograr una plaza de profesor el hijo del catedrático Manuel Ruiz, del mismo departamento.

Si la universidad es un lugar de encuentro intelectual abierto al debate, una muestra de la peculiar situación de la psiquiatría es que los docentes consultados por este periódico hayan pedido que se oculte su identidad por miedo a represalias.

El control que ejercen casi siempre los mismos supera los límites universitarios. Los nombres se repiten en la composición de los tribunales de selección de docentes, en los libros de texto y en las sociedades científicas. Aparecen como vocales permanentes en la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica o en la Sociedad Española de Psiquiatría los catedráticos Salvador Cervera, de Navarra; Juan José López Ibor, de Madrid; Valentín Conde, de Valladolid; Carlos Ballús, de Barcelona; Carlos Ruiz Ogara, de Granada; Demetrio Barcia, de Murcia; Alfonso Ledesma, de Salamanca, y José Giner Ubago, de Sevilla.

"Son sólo difamaciones de fracasados"

Los tiros van errados. Así lo cree el catedrático de la Complutense Juan José López Ibor cuando le acusan de favorecer la endogamia. Su hija, alega, tiene un currículo meritorio y ha entrado en el departamento por la vía del decanato, y el hijo del otro catedrático, Luis Calcedo, director del departamento, ha superado limpiamente las pruebas de acceso. "Todo lo que se hace en la universidad es tan público que no son posibles esos niveles de endogamia de los que tanto se habla ahora".Que no hay endogamia en la psiquiatría académica, añade, lo demuestra la última oposición en su área. "El que ha logrado la cátedra, Tomás Ortiz, apenas lleva dos años con nosotros. Es un hombre de fuera". El hecho de haber escrito un libro con él no le parece importante. "Yo escribo muchos libros con mucha gente", replica López Ibor.

Podría haber renunciado a participar en el tribunal que aprobó al candidato, pero considera que, por esa misma regla, tendría que renunciar a participar en casi cualquier tribunal.

La omnipresencia de López Ibor no se limita a la publicación de libros. Este catedrático de Psiquiatría, además de trabajar en la universidad, ejerce la medicina en el hospital Clínico, es apoderado de Sanitas y tiene un centro privado en Madrid que lleva su apellido, lo que, según el recurso presentado por el catedrático González de Rivera, es incompatible.

El otro catedrático de Madrid, Luis Calcedo, alega que los hijos tienen la ventaja de haber disfrutado de un mayor acceso a la ciencia que domina su padre.

El profesor de Valencia Luis Rojo Moreno, hijo del que fue catedrático del departamento, admite haber tenido ventajas, pero también inconvenientes. "Yo me he presentado a algunos exámenes en los que han dicho: "Más Rojos, no". Estoy acostumbrado a que me miren con sospecha. Así es la vida".

Rojo trabaja con su hermano en un departamento de 11 docentes en la Universidad de Valencia y dirige desde hace dos años la unidad de anorexia del hospital La Fe. El catedrático de Murcia Demetrio Barcia Salorio, que tiene en su departamento a su esposa y su sobrina, rechaza con pasión las acusaciones de endogamia. "Son sólo difamaciones de los que han fracasado. Como no pueden demostrar que López Ibor es un tontaina echan leña en asuntos sin sentido. Yo le digo que estas protestas parten de unos señoritos de Madrid que se creen muy listos. Yo he estado en muchos tribunales, también en los de Madrid, y cuando los examinas es cuando ves que no tienen ni idea".

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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