_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Contra el "cretinismo internacional"

Régis Debray desvaría, y es una lástima. El que una vez fuera defensor de causas justas ha elegido el bando de los que critican los bombardeos de la OTAN no por su ineficacia, sino para subrayar los sufrimientos de la población civil serbia. Se siente, pues, obligado a defender a los agresores, que se convierten en agredidos, negando los crímenes contra los kosovares. Las fuerzas serbias continúan en Kosovo su operación de limpieza étnica. Y tiene el descaro de decir a Chirac: "Me temo, señor presidente, que estas palabras sean una engañifa".Cuando se les interroga sobre este escandaloso punto de vista (publicado en EL PAÍS el viernes 14 de mayo), los refugiados se ríen sarcásticamente y los miembros de las ONG se indignan. Todo el mundo se pregunta qué le ha pasado a Debray. Milosevic es un perverso, nos recordaba apropiadamente en Le Monde del 2 de abril Veronique Nahoum Grappe. "Necesitará mucho arte para disfrazar lo que hace en Kosovo. Le será menos fácil que en el sitio de Sarajevo". Pues bien, en su campaña revisionista, ha sabido por lo menos llevar a su terreno a espíritus ingenuos. Nuestro desdichado autor ha querido hacerse notar y ha pensado que lo lograría repitiendo esas frases cocinadas en las oficinas serbias de propaganda que todos nos sabemos de memoria.

Si él no se ha dado cuenta es porque no ha seguido la historia reciente del régimen serbio. El tema no le apasiona, no le indigna. Su indignación se despertó con los bombardeos de la OTAN, aunque debería haberlo hecho mucho antes. La indignación es una de las llaves de la inteligencia. Abre los ojos, no los cierra. A Dios gracias, todavía hay que indignarse por los crímenes, y mucha gente es capaz de ello, aunque quizás no Régis Debray. Héle aquí entregado a hipótesis manidas y buscando a toda costa sacar "hechos en bruto" en un país cuya historia y geografía ignora: se lía, chapotea en medio de lugares comunes.

Pretende haber hecho verificaciones. No ha podido: es un trabajo lento, colectivo y fastidioso. No sabe que centenares de médicos, enfermeras, ONG, soldados, periodistas fiables (no "uno sólo", como él dice), investigadores de la Liga de Derechos Humanos han recopilado y contrastado hechos y testimonios con los que han alimentado los informes del Tribunal Penal Internacional, a fin de buscar la verdad sobre las matanzas y los métodos de expulsión violenta y organizada. Ignora que, en la masa de familias de refugiados, falta una media del 15% de los hombres. No se sabe dónde están. Ha provocado la risa de unos campesinos que lo han perdido todo con sus descripciones idílicas de los pueblos ocupados por los serbios, saqueados y despojados de al menos la mitad de su población.

Se acabó. Ha perdido la partida y se encuentra en la grotesca situación de un mal reportero que se ha dejado manipular por el sistema de mentiras serbio con el añadido del intento abortado de hacernos creer que es ingenuo y honesto y que busca penosamente la verdad yendo al lugar de los hechos. Me parece que se trata de hipocresía pura. Régis Debray no es tan ignorante ni tan ingenuo.

En otro tiempo formó parte de la historia de los compromisos de la izquierda, aunque progresivamente haya experimentado una turbadora seducción por el nacionalismo. Pero ya en la época del martirio de Bosnia, siguiendo a Mitterrand, criticaba a los intelectuales franceses que tomaron partido contra el régimen serbio, principal responsable de las violaciones, matanzas y destrucción de la purificación étnica.

Desde entonces, la voluntad del Gobierno francés es más clara y rechaza todo compromiso con la purificación étnica. Pero Régis Debray ha elegido su bando: el de Milosevic, decretado "demócrata" desde que ya no es comunista. La prueba: ha sido elegido dos veces. ¡Vaya manera de abordar el problema de la dictadura! Un estudiante de primero de Ciencias Políticas sería más prudente.

Sí, hay una oposición a Milosevic: está compuesta sólo de nacionalistas frenéticos. En el Gobierno están Seselj y su partido "radical", aunque durante mucho tiempo fue su principal adversario. Seselj es un auténtico criminal fascista, amigo de Le Pen y jefe de unos grupos del tipo SS. También se encontraba en la oposición Vuk Draskovic, un nacionalista histérico y literario capaz de decir una cosa y su contraria, pero en cualquier caso corifeo de Kosovo, eterno Jerusalén de los serbios, uno de esos chalados que convierten en locura el imaginario de los pueblos que sufren. Es una dictadura fascista de varios partidos con la facultad de derribar al Gobierno. Había que inventarla: ya está inventada. Los demócratas se ha esfumado. Esperan, quizá, que se deje de considerar a Milosevic como un político honorable. Al no haber elegido la democracia frente al fascismo, Debray se une al clan de los intelectuales narcisistas, a los que criticó ferozmente como mediólogo. Para provocar que se hable de él, engrosa el grupo de los "cretinos internacionales" tan bien definido por Salman Rushdie, utilizando conscientemente algunos métodos que es preciso explicar a los ciudadanos para reducir el efecto nefasto y perturbador de su intervención.

El método de la carta al presidente de la República, que le hace adoptar el papel de súbdito devoto que se permite decir al rey que le están escondiendo la verdad: la violencia serbia en Kosovo sería una mentira mediática; se acusa injustamente al Gobierno de Milosevic de limpieza étnica. No se trata más que de una operación menor de lucha antiterrorista de tipo argelino o israelí. "Dejar sin agua al pez" del ELK, tomando una expresión de la guerra de Argelia cuando se crearon los pueblos de reagrupamiento.

Se presenta al ELK como un movimiento terrorista en el seno de una feroz guerra civil, cuyo origen, en los diez años de opresión anterior, no explica y que, en cualquier caso, enfrentaba a una policía armada hasta los dientes a un ELK prácticamente desarmado. No ha sabido reconocer una guerra de liberación contra un colonialismo fascista en el "Kosovo serbio".

Esta imprudencia revela una complicidad más profunda. El alineamiento de Debray con las tesis revisionistas va muy lejos y es especialmente minucioso. Elimina albaneses en la estadística de población de Kosovo (un poco más de un millón, en lugar de 1.800.000) -como hizo la delegación serbia en Rambouillet- y dice que los no albaneses son 500.000 cuando son 200.000. Lo hace para poder explicar próximamente, cuando tenga lugar el gran perdón, que los otros albaneses, los que, ejerciendo su derecho al retorno, se presenten sin papeles, sin matrículas de coche y sin rastro de propiedad en el catastro (pues los documentos,

las matrículas y el catastro han sido destruidos) son falsos kosovares, invasores albaneses.No le perturba a Debray afirmar además que la huida en masa se debe fundamentalmente a los bombardeos de la OTAN, que comenzaron a finales de marzo, cuando es bien sabido que la limpieza étnica masiva comenzó durante el año 1998, con 300.000 personas desplazadas a la fuerza a partir del mes de junio y 500.000 en septiembre; y la reanudación de las expulsiones programadas, violando los acuerdos de octubre de 1998, arrojó de inmediato a millares de nuevos refugiados hacia las fronteras de Macedonia, de Albania y de Montenegro.

Gracias a los numerosos testimonios recogidos desde el comienzo de la operación en 1998, se sabe que las tropas de Milosevic practican una limpieza étnica muy organizada para la que se han repartido claramente los papeles entre cuatro tipos de bandas armadas:

-Los soldados del Ejército regular que disparan cañonazos sobre los pueblos y luego guían a las columnas de refugiados por las carreteras.

-La policía de Kosovo (serbios encargados de la represión desde hace diez años, desde que rige en la "provincia autónoma" el régimen de privación de derechos civiles y de apartheid) que obliga a la gente a abandonar sus casas bajo amenaza de muerte.

-Las bandas paramilitares de las milicias de Arkan, criminales curtidos encargados de las barbaries más brutales -matanzas de civiles, torturas, mutilaciones-, que ya se entrenaron en Bosnia y sirven de motor para la deportación acelerada. Es mejor una pequeña matanza que un discurso largo.

-Los milicianos serbios, civiles comunes a veces denominados "incontrolados", a los que con frecuencia se moviliza para los atropellos contra sus antiguos vecinos (lo que no impide que, por el contrario, algunos serbios hayan protegido a sus vecinos albaneses).

Esta investigación llega, en todo caso, a la conclusión de la existencia de una perfecta organización especialmente para el vaciado de pueblos enteros. Sólo la siguen paso a paso los realmente convencidos de que no se puede permitir que en Europa se instaure la impunidad para los crímenes contra la humanidad y los crímenes de guerra. Régis Debray no está convencido, puesto que acepta negarlos. Pretende tener derecho a recusar el testimonio de las víctimas, a las que ímplicitamente percibe como orientales indignos de confianza.

Debray practica la manipulación de los sentimientos de los lectores. En primer lugar, en la elección de los hechos: al informar sobre las destrucciones de los colegios (más que de los aeropuertos militares). Aunque se puede criticar lo inadecuado de los bombardeos de la OTAN, éstos causan muchas menos muertes que la liberación de Francia. En segundo lugar, manipula en la elección de las palabras: por ejemplo, denomina "francotiradores" a los resistentes del ELK que, al principio de la matanza, disparaban en Pristina para defender a la población albanesa agredida por las bandas paramilitares porque sabe que este término evoca a los chetniks asesinos de niños que disparaban a quemarropa sobre los civiles durante el sitio de Sarajevo. Se trata de clasificar a la resistencia -especialmente al ELK- en la categoría de terroristas y volver a situar al Ejército serbio en las filas del honorable sistema de mantenimiento del orden.

Al dirigirse al jefe del Estado, Régis Debray intenta poner este diálogo bajo la advocación de De Gaulle. Pero su gaullismo es de pacotilla: se ve claramente que jamás ha comprendido que si el gaullismo permanece vivo no es porque fuera de derecha o antiamericano, sino porque refundó la República frente a un nacionalismo de derecha próximo a los nazis, porque impidió que una guerra civil prolongara la guerra, porque unió a los pueblos y a las clases para la reconstrucción. A pesar de su pobreza inicial, Yugoslavia fue, gracias a su historia resistente, un país independiente, un país con un pueblo y unos ciudadanos orgullosos, un país con una economía en progreso. Es este país el que Milosevic ha destruido al transformar el partido comunista de Serbia en un partido nacionalista serbio y al introducir la ética política de su régimen en el trágico camino de la limpieza étnica.

Debray no nos habla ni de la Yugoslavia socialista ni de los comienzos de Milosevic, hace diez años, cuando transformó a Kosovo en un régimen colonial de apartheid en el que estaba instituida la violación de los derechos humanos. Piensa a corto plazo, fuera de la historia, sin moral política y sin amor por el futuro. Espero que Chirac resista esta intentona de atontamiento.

Alain Joxe es director de estudios de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHSS) de París.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_