Experiencia reciente

Marbella. Domingo. Tarde de toros. Apoteósico cartel. Avalancha de gente camino de la plaza. Circulación lenta en las inmediaciones antes de acceder al cruce. Larga fila de coches.De repente, un estruendo de sirenas y alarmas abriéndose paso a toda prisa obliga a todos a echarse precipitadamente a la cuneta. Una larga comitiva de Mercedes negros cruza ante nosotros con la velocidad de un relámpago. Pero, eso sí, en el centro de la comitiva -arropado por sus guardaespaldas y su policía municipal- acertamos a ver al señor Gil y Gil -ínclito alcalde de la localidad- y a su señora, que, con gesto de complacencia y desdén al mismo tiempo, observan cómo los sufridos y anónimos contribuyentes son conminados a dejarles paso servilmente.

Ante la perplejidad por el cariz claramente abusivo de la situación, uno vuelve a rememorar tiempos pretéritos de idéntico y anacrónico estilo. (Verbigracia: cuando el generalito iba de caza a Despeñaperros y todos los conductores de la carretera de Andalucía eran obligados por la fuerza a echarse a la cuneta durante 15 minutos para que el personaje no encontrara un solo obstáculo en su carrera).

Aquélla era la España en blanco y negro. ¿Y la de hoy? Nota final: ¿adónde dirán ustedes que iba el señor Gil y Gil con tanta prisa? Pues sí, ¡a los toros! Bueno, exactamente a los toros, no. Mejor, a dejarse ver en los toros. A prodigar su imagen cara a las cercanas elecciones y, por supuesto, a leer la prensa deportiva sin prestar atención a la corrida.-