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FERIA DE SAN ISIDRO

Un torrente de casta brava

Salió una corrida íntegra y aquello era un torrente de casta brava, embestidas codiciosas, lidia intensa, emoción a raudales. Se acabó, aunque fuera por un solo día, el triunfalismo de los isidros, hartarse de toros aborregados e inválidos, clamar al cielo, aburrirse hasta la desesperación.Por un día -aunque fuera un día-, aficionados, isidros y público en general vivieron las inquietantes vicisitudes de la corrida de toros verdadera, vibraron con las encastadas embestidas, les tuvieron en vilo los esfuerzos de los toreros por embarcarlas.

Sería por un día pero el primer tercio recobró su cabal sentido; la suerte de varas volvía a ser un medio de ahormar aquellos vendavales de irrefrenable poderío, prueba de bravura. Sólo faltó que los picadores y los toreros de a pie estuvieran a la altura del acontecimiento. Esa es la pena. Porque ni unos ni otros dieron la talla. Los picadores tapaban la salida de los toros y los tundían metiéndoles alevosos puyazos traseros; los peones naufragaban en la brega, y aún hubo quien metió bajo el caballo a un toro bravo como si se tratara de un buey de carreta.

Fraile / Vázquez, Canales, Ruiz

Toros de Juan Luis Fraile, de discreta presencia aunque con trapío; íntegros, fuertes, con casta excepcional y varios también bravura. 4º, premiado con vuelta al ruedo. Ovacionado el mayoral, que saludó al acabar la corrida.Javier Vázquez: cuatro pinchazos bajos, estocada atravesada y rueda de peones (silencio); media estocada tendida, rueda de peones que ahonda la espada, estocada desprendida y rueda insistente de peones (bronca); estocada caída (silencio). Canales Rivera: cuatro pinchazos bajos, estocada -aviso- y dobla el toro (pitos); seis pinchazos, estocada corta y rueda de peones (pitos). Aníbal Ruiz, que confirmó la alternativa: tres pinchazos bajos, rueda de peones que honda el estoque, dos descabellos -primer aviso adelantado-, un descabello, media atravesadísima muy baja, tres descabellos -segundo aviso retrasado- y cuatro descabellos (pitos); asistido de lesiones de pronóstico reservado. Se guardó un minuto de silencio en memoria de Joselito, muerto hace 79 años. Plaza de Las Ventas, 16 de mayo. 8ª corrida de feria. Lleno.

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En realidad el naufragio fue general. Los toreros actuales, en su mayoría, no están preparados para torear al toro íntegro de casta brava. Les sacan del toro apelmazado y borrego, y pierden los papeles. No ya los tres de esta función memorable. El resto también, las figuras sobre todo. Las habremos de ver -mañana empezarán a desfilar por aquí- fingiendo majezas con toros amodorrados e inútiles, y será lógico preguntarse si serían capaces de repetirlo con toros íntegros como estos de Juan Luis Fraile.

El primero de poco lisia al toricantano Aníbal Ruiz, que en los primeros muletazos sufrió un tremendo revolcón, y luego ya no sabía ni dónde colocarse para librar el vendaval de embestidas que se le vinieron encima. Magullado pasó a la enfermería, de donde no volvió a salir.

Y siguió la corrida con los toros enterizos, serios, duros de pezuña, a cual más encastado. Javier Vázquez y Canales Rivera, en sus respectivos turnos, se echaban en seguida la muleta a la izquierda, era evidente que traían seriedad torera y ganas de triunfo; pero no pudieron con los toros. Las embestidas les desbordaban. Tuvieron ejemplares de evidente nobleza y se les fueron sin torear. Les faltaba mando, les faltaba aguante. Les faltaba ejecutar el toreo según los cánones; ligar los pases con ganancia de terrenos. Y ocurría al revés, que lo perdían. Y el toro se recrecía y a punto estaba de acabar arollándolos.

Canales Rivera esquivó un derrote metiéndose en los costillares y el toro se revolvió sacándolo de allí y pegándole una voltereta. A Javier Vázquez todo se le iba en esmerar el cite, gustándose en la composición de las formas, mas apenas llegaba la embestida codiciosa ya estaba a merced del toro y había de resolver quitándose presto. Canales Rivera ensayó reiteradamente el natural aunque sin templarlo y pasó por similares peripecias.

La corrida les venía grande, es evidente. A casi todos los demás diestros del escalafón les habría venido grande también. Triunfaba el toro en todos los frentes. Y a uno -que, por cierto, no destacó en la prueba de varas- le premiaron con la vuelta al ruedo. Fue, sin duda, un premio al conjunto de la corrida, y en ese caso sí sería sobradamente merecido. Al terminar la función, el público obligó a saludar al mayoiral como en los viejos tiempos.

Ni la afición, ni los isidros, ni el público en general se querían ir. La emoción de la corrida les tenía absortos. Muchos jamás habían vivido una tarde de toros tan apasionante. Y, sin embargo, quizá les sorprenda saber que años atrás las corridas de toros eran tal cual: salía el toro, sencillamente. Lo que se han perdido -y la fiesta que nos han robado- por contemporizar con los pegapases, con las figuras de mentiras, con los sucedáneos del toro bravo y con el fraude.

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