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DIMISIÓN DE JOSÉ BORRELL

Borrell medita sobre su continuidad en la política

El ex candidato socialista pasó "el día después" arropado por su familia, y mañana asistirá a la reunión de la ejecutiva de su partido.

Colocado al borde del abismo, en parte por sus propios errores y sobre todo por el descubrimiento de las irregularidades de dos de sus amigos y ex colaboradores en Hacienda, José Borrell optó por saltar para evitar que le empujaran. Tras notar que estaba "de más", en expresión transmitida a algunas personas de su confianza, la posibilidad de que pronto fueran otros quienes le sugirieran que dejara la candidatura a la Presidencia del Gobierno le animó, tal vez junto a otros datos ahora desconocidos, a poner punto final lo que llevaba camino de convertirse en una agonía.Sin haber terminado aún de digerir su propia decisión, pero tampoco acuciado por ningún tipo de calendario, José Borrell prefiere no anticipar qué va a hacer de ahora en adelante. Algunos amigos suyos, en conversaciones privadas de las últimas horas, le han oído decir que estaba meditando la posibilidad de renunciar a su escaño de diputado cuando termine el actual periodo de sesiones, a primeros de julio. Pero las vacaciones parlamentarias que comenzarán en ese momento le darán dos meses más de margen para pensar si vuelve en septiembre a la vida parlamentaria o se reincorpora a su cátedra de Fundamentos de Análisis Económicos en la Universidad Complutense.

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En sus primeras veinticuatro horas como ex candidato a La Moncloa, Borrell ha considerado la posibilidad de retirarse de la actividad política durante una temporada. Por el momento sólo va a renunciar a la portavocía socialista en el Congreso, mientras que seguirá ocupando su escaño parlamentario y su puesto en la ejecutiva federal del PSOE.

Pero algunas de las personas que mejor le conocen destacan que Borrell es un hiperactivo, un político que cuando dejó el Ministerio de Obras Públicas sintió hasta los tuétanos la abstinencia de poder y el parón de su actividad y que podría sentir de nuevo ese abismo a medida que trascurran los días y las semanas. Por eso, según han pasado las horas, ha ido aumentando la cautela en sus comentarios respecto a lo que piensa hacer en el futuro.

Ayer estaba arropado afectivamente por toda su familia. Su ex esposa, Carolina Mayeur, dejó sus ocupaciones en Gaza y voló a Madrid para verle. La pareja está separada legalmente pero mantiene una muy buena relación. En la noche del pasado jueves, desde Jerusalén, le animó a continuar y a no dimitir por considerar que en sus inversiones bursátiles no había nada ilegal. En una de sus últimas conversaciones con un periodista, Borrell ha sostenido que no recibió préstamos de De Aguiar o Huguet para adquirir su apartamento en la localidad leridana de Taüll y que sólo le llamó la atención el nivel de vida de sus ex colaboradores muchos años después de que dejaran sus cargos, cuando en 1997 restablecieron la frecuencia de trato, precisamente en Taüll.

En su casa de Madrid se encontraban ayer sus dos hijos, Lionel, que reside en la vivienda, y Joan, que llegó de Londres, donde está viviendo. La noche anterior, Borrell salió a cenar a un restaurante cercano con su compañera sentimental, la diputada socialista Cristina Narbona, y su asesor de prensa, Julio de Benito. El ya ex candidato tuvo que desistir de ir al apartamento de Narbona en Madrid, tras la rueda de prensa del viernes en la sede del PSOE, al comprobar que habían sido seguidos por varios fotógrafos.

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Para ese momento ya había acumulado un notable enojo e indignación, al pensar que la escenificación de su renuncia había provocado una afluencia de periodistas que no había visto en otras ocasiones.

Ayer por la mañana aprovechó el buen día que hizo en Madrid para dar algún paseo, ir a comprar los periódicos y estar con su familia, según relataron personas de su entorno. Aunque su deseo hubiera sido disfrutar de unos días de vacaciones, después de un año de una actividad frenética especialmente en los fines de semana, los compromisos de Cristina Narbona como jefa de la campaña electoral de Fernando Morán para la alcaldía de Madrid y número dos de su lista no le permitían hacer planes en esa dirección. Borrell acudirá mañana a la reunión de la ejecutiva federal del PSOE, mientras que no está nada claro que vaya a acudir esta semana al pleno del Congreso de los Diputados, donde le resultaría inevitable afrontar numerosas preguntas sobre sus relaciones económicas con De Aguiar y Huguet, su continuidad en la política y las salidas que tiene el PSOE para encontrar un buen candidato a la presidencia del Gobierno.

José Borrell piensa en estos momentos que todos los dirigentes socialistas deben esgrimir la decisión que él acaba de tomar para exigir a los ministros de Industria y de Fomento, Josep Piqué y Rafael Arias Salgado, respectivamente, a seguir su ejemplo y presentar la dimisión, por tener más motivos que él para hacerlo. Desde su punto de vista, la decisión que tomó en la madrugada del viernes y que comunicó a Joaquín Almunia esa mañana no entorpece en absoluto la inminente campaña electoral ni daña las expectativas electorales de los socialistas. Es más, los elogios que han decidido dedicarle los dirigentes que consideran excesiva su retirada deberían servir, según personas de su entorno, para "sacar los colores" a los altos cargos populares que aún rehusan darse por aludidos.

Aunque tuvo alguna duda incluso poco antes de comparecer públicamente para difundir su renuncia, había ido prevaleciendo en él la creencia de que no iba a poder aguantar. Nadie sabe si por los datos que están a la vista o por otros que sólo él conozca. En todo caso, presagiaba que tal y como estaban transcurriendo las cosas -no conseguía la imagen de un líder emergente y capaz de derrotar a José María Aznar dentro de un año- se enfrentaba al riesgo de que relevantes dirigentes socialistas, tras el 13-J, la conveniencia de que se retirase para dejar paso a otro representante del partido. Fuese así o no, prefirió anticiparse a una presión que le habría resultado humillante.

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