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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El oratorio 'Jefté', de Haendel

La escucha de los oratorios de Haendel se ha convertido en algo normal, pero sucede que se interpretan "fuera de lugar". Con todo, está bien que no sólo El Mesías representa al sintético, grandioso pero también melancólico músico. Ahora ha correspondido el lugar a Jefté. Como anota en sus comentarios Álvaro Marías, el libreto de Thomas Morell "es una elaboración que edulcora el brutal relato del Antiguo Testamento". No importa mucho cuando la música, convencional en el primer acto, se llena de intensa y doliente expresión en el segundo, para resolverse, a modo de equilibrada síntesis, en el último.No es baladí el hecho de que Jefté nazca con dificultad en 1757, cuando Haendel se encuentra enfermo y casi ciego, pues esa sustantiva circunstancia se refleja nada menos que en todo el acto segundo, tanto, que por momentos la emocionante música -arias de la soprano y la mezzosoprano, hermosísima secuencia del tenor y el coro- recibimos la impresión de que el viejo Haendel siente nostalgia de Purcell y su lírico lamento de Dido, que es de 1689.

Ciclo Orquestas del Mundo (Ibermúsica / Repsol)

Orquesta y Coro St. Martin in the Fields. Directores: N. Marriner y L. Heltay. Auditorio Nacional. Madrid, 11 de mayo.

Bien es cierto que la versión de los intérpretes londinenses tuvo la incisividad necesaria dentro de un criterio sumamente austero, más por concepto que por tic historicista, pues Marriner no cede a la peligrosa tentación de alejar en el sentimiento lo que ya está distante por historia. Hubo un momento comprometido: el "visto bueno" del espíritu transmitido por el Ángel desde las alturas del gran órgano no al sacrificio, sino a la fe, lo que vale en el contexto por un "final feliz". La mezzo Christiane Iven, la soprano Janice Watson, el tenor Anthony R. Johnson, el contratenor Christopher Robson y el bajo Neal Davies cantaron y vivieron musicalmente los matices y la línea de sus personajes. De los coros y la orquesta sólo cabe decir: perfectos. La garantía del largo saber de Marriner se tornó eficaz comunicatividad entre intérpretes fieles y público, también fiel y entusiasta.

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