"Cuando un país está enfermo, su cine también lo está"
Nacido hace 53 años en una aristocrática familia, Nikita Mijalkov es hoy el cineasta ruso más internacional y uno de los pocos que mantienen viva la que fuera una de las principales cinematografías europeas. Su película El barbero de Siberia, una superproducción en la que trabajan Julia Ormond, Richard Harris, Oleg Menchikov y el propio Mijalkov, abre esta noche el Festival de Cannes.
Nikita Mijalkov es el director de cine ruso más famoso de hoy y también una figura pública que se perfila como uno de los presidenciables para las elecciones del 2000. El cineasta, que las primeras palabras que habló en su vida fueron en español porque su niñera, Juanita de la Torre, era española ("Mi bisabuelo Súrikov adoraba España, hablaba español y él mismo curaba el jamón"), encabeza la Fundación de Cultura y la Unión de Cineastas de Rusia. Mijalkov recibió a EL PAÍS ("España es el único país fuera de Rusia en el que podría vivir largamente. ¡Qué impresionantes son las caras de las mujeres, de las ancianas españolas! ¡Fantásticas, nobles!") en sus estudios cinematográficos Tri-T, donde asegura sentirse sumamente honrado por el hecho de que El barbero de Siberia abra hoy el festival de Cannes: "Creo que es el reconocimiento de que todavía somos una potencia cinematográfica".Pregunta. Hay críticos que consideran que su película muestra más la Rusia que quiere ver Occidente y no la que realmente existe.
Respuesta. Me critican que haya filmado una película para extranjeros. Sí, he rodado una película para más de cien millones de extranjeros. Para los millones que viven en mi país y no saben su propia historia, que no conocen su cultura, sus tradiciones, que se educan con los Snickers y los Tampax, que no producen nada y todo lo compran, que piden prestado y no devuelven, que no comprenden que el queso gratis sólo se da en las ratoneras. Es para ellos que yo he filmado El barbero de Siberia.
P. Ha habido muchas informaciones contradictorias sobre la financiación de su película. ¿Cómo conseguir tanto dinero en un país que vive una crisis económica tan grande?
R. Primero, en este país no conseguí mucho dinero: obtuve 10 millones de dólares del Estado mientras que la película costó 45. El resto lo dio Occidente. ¿Que cómo lo conseguí? Le respondo: media vida trabajas para hacerte un nombre, y media vida el nombre debe trabajar para ti. La gente que me confía su dinero sabe que no lo voy a robar. Saben que todo lo que obtuve está invertido en la película. Yo le mostré el guión a Víktor Chernomirdin, quien entonces era primer ministro, y a él le pareció que la película puede ser necesaria para el espectador de hoy. Y creo que tenía razón: aunque la ponen sólo en cuatro cines de Moscú y San Petersburgo, en cuatro semanas la han visto 100.000 personas más que Titanic en el mismo periodo de tiempo, aunque esa película la mostraban en 30 cines rusos.
P. ¿Qué puede decir del estado actual de cine ruso?
R. Cuando un país está enfermo, su cine también lo está. La enfermedad más grave es la pérdida de la dignidad. Para mí el cine de hoy es el reflejo del estado en que se encuentra el alma de nuestro país. Nuestro cine, por desgracia, se basa en el catastrofismo, en el shock. Y lo peor es que, además, no está muy bien hecho. Creo que el estado actual de nuestro cine es algo pasajero, hay que tomárselo con calma.
P. ¿Bajo qué condiciones usted aceptaría ser candidato a la presidencia de Rusia?
R. Con la condición de que no seré sólo candidato, sino presidente. Bromeo. ¿Qué condiciones puedo poner? Soy cristiano ortodoxo, y mi mamá me decía que nunca dijera nunca. Podría recurrir a astucias, decir "no, no seré candidato". Pero yo no puedo responder por mi vida, porque ella está en manos del Señor. En el Evangelio se dice que ni un pelo caerá de la cabeza de una persona si Dios no lo quiere. Y si Dios no quiere que los que hoy están más cercanos al sillón presidencial se conviertan en jefes de Estado, no sucederá. No tengo deseos de ser presidente. Me gusta hacer cine; me gusta que mi agenda dependa de mí y no de otra persona. Me pesa tener sobre mis hombros la responsabilidad de la Unión de Cineastas y de la Fundación de Cultura, y si la soporto es porque comprendo que hoy seguramente no hay nadie que pueda dedicarse a ellas. Pero no siento placer con este trabajo y este poder. Me es mucho más interesante tener poder sobre mis películas, sobre mis actores, sobre el mundo que yo mismo creo. No tengo ambiciones de gobernar a la gente. Pero el hombre propone y Dios dispone. En todo caso no se puede decir que hoy me estoy preparando para ser candidato a la presidencia.
P. Pero usted no es una persona ajena a la política. Apoyó a Chernomirdin; después hizo propaganda a favor de Yeltsin. Incluso ayudó al presidente kazajo, Nursultán Nazarbáyev.
R. La política no me es ajena en la misma medida en que no es ajena a cualquier intelectual ruso. Como tal tengo mi propia opinión sobre cualquier tema. Pero esto no significa que yo haga política. Debo reconocer que, por desgracia, cada día que pasa me hacen más preguntas que no están relacionadas con mi profesión. Pero yo respondo como ciudadano, no como un líder de un partido. Mi partido soy yo mismo.
P. Es sabido que usted está en contra de los bombardeos de la OTAN. ¿Qué ocurre hoy en Yugoslavia, en su opinión?
R. Creo que a los países de la OTAN les tienen sin cuidado los serbios y los albaneses: no los conocen. Y su apasionado deseo de salvar a unos de los otros es ingenuo, o por lo menos yo lo veo así. El asunto es muy sencillo y claro, y desde el punto de vista de la OTAN es algo racional y correcto. Se trata de conquistar una nueva plaza de armas, más barata, que controla Europa y que se encuentra en un lugar ideal: los Balcanes. Con el pretexto de las fuerzas de pacificación para controlar la situación en Kosovo pueden emplazar sus tropas, crear sus bases. Es una operación genial, pensada hacia el futuro, y tiene un nombre claro: nueva división del mundo.
P. Usted dijo que piensa invitar a Spielberg como productor de una película suya, una especie de Salvar al soldado Ryan en Rusia. ¿Va en serio?
R. Sí, deseo hacer una película sobre la guerra. Aquí estamos en un aislamiento voluntario o involuntario. Si usted ve la televisión en Madrid, París o Roma, ¿de qué noticias sobre Rusia se entera? El fiscal general desnudo con prostitutas, el presidente enfermo, el arresto de un magnate, la apertura de una causa criminal contra fulano, explosión en las minas, los mineros bloqueando el ferrocarril... Sólo eso. Es lo que muestra la CNN, la BBC, el Telegiornale. Al mismo tiempo, tenemos la II Guerra Mundial, la Gran Guerra, a la que se consagró una película llamada La guerra desconocida, ¿se acuerda?; el narrador es Burt Lancaster. Desconocida una guerra en la que murieron más de 30 millones de personas. Y es verdad, porque las películas que sobre esa guerra rodaron en Rusia las han visto sólo los rusos. Los otros no saben nada de esa guerra atroz. Pero todo el mundo vio la excelente película de Spielberg. Y yo quiero proponerle a Spielberg continuar este tema, poner junto a esa balanza otra con otra historia de lo que ha sucedido aquí. Y quisiera que esa película la vieran en Estados Unidos, como nosotros aquí vemos la de Ryan.
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