Más latín y menos deporte
El título y la firma de este artículo recordarán la intromisión de un gerifalte franquista en una discusión sobre planes educativos. Quizá aquel sonriente ministro, natural de un municipio andaluz de preferible gentilicio latino (Cabra, Capra), llegó a sorprenderse de la tímida rechifla de algunos eruditos afectos, pero lo que no se pudo figurar es que con su totalitaria consigna, "más deporte y menos latín", iba a bosquejar la política educativa de los futuros gobiernos de España, tanto los de aquella época ignominiosa como de los democráticos.La inocua dedicación a las humanidades clásicas por parte de la truncada generación universitaria de la posguerra pudo crear, al influjo de las nuevas teorías en lingüística y crítica literaria, una escuela de helenistas y latinistas que ha situado a la investigación española en una posición de primera categoría mundial. Pero después de implacables recortes, en el vigente plan, el estudio del mundo clásico está reducido a una asignatura optativa en el último curso de secundaria, el latín ha quedado confinado como materia troncal de un exiguo y opcional bachillerato, y encima, sobre las optativas de griego y de cultura clásica pende la amenaza continua del requisito numérico de los alumnos que las eligen.
Podría compararse la situación que se cierne sobre las humanidades, y en especial sobre los estudios clásicos, con la devastación de cultivos por una avalancha de lodos tóxicos; pero más nocivos y perdurables son los efectos en educación, pues el nivel conseguido tras décadas de esfuerzo docente en este y en otros campos está siendo liquidado por este sistema pedagógico que ostenta una inquebrantable fe en el desvalimiento intelectual del alumno y que, en la formación del profesorado, da más importancia al método que a los contenidos. El latín, el griego y la historia antigua quedan ya fuera de lo que interesa saber al ciudadano inteligente. Tal es la opinión expresada en diversos foros al amparo de un mal asimilado progresismo que ha confundido la tradición y la historia con el conservadurismo más reaccionario. Por lo demás, ¿qué interesará saber al ciudadano de un mundo con tal desarrollo tecnológico, que la oferta de trabajo quedará reducida a menos de la quinta parte de la población?
El latín es mucho más que el ejercicio mental con que se entretienen los jubilados del Estado del Vaticano. En latín se pensó y expresó la conjunción de las ideas griegas y orientales con la experiencia política romana, en que se fraguó el fundamento humanista de la tradición occidental. Para la civilización europea, el legado cultural grecolatino es un factor de cohesión más común que el mercado mismo.
Además, en el plano didáctico, el latín viene a ser, por su precisión y claridad, como las matemáticas de las letras, pero con el valor añadido de que, cuando el estudiante alcanza su correcta solución, puede encontrar frases cuya vigencia y actualidad suscitan reflexiones más allá de banales analogías.
Y no es que los profesores de clásicas pretendamos, en trasnochado delirio erudito, que el corrillo de los chatos se convierta en un sesudo seminario de eméritos. Pero si no se hubieran eliminado del ámbito educativo tantos conocimientos tradicionales, tal vez no imperarían esa degradación en el uso de nuestro principal patrimonio cultural, que es la lengua española, ni la confusión que suplanta los datos contrastados del pasado por una burda mitología de tebeo, ni la incompetencia que ha convertido el deporte en facultad universitaria.
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