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El cordón umbilical de la música

Los estudios de grabación se antojan imprescindibles para establecer contacto entre intérpretes y aficionados

Cuando uno atiende a la ficha técnica de un disco, suele encontrar en ella ingenieros de sonido, productores, diseñadores gráficos y fotógrafos. Todos intervienen en la laboriosa transformación y transmisión de unas canciones que están en la mente de los intérpretes, pero han de plasmarse en un soporte de audio para que puedan ser disfrutadas en cualquier lugar por los aficionados a la música. Aunque todos ellos son prescindibles, ya que su labor la podrían desempeñar los propios músicos. Lo que nadie puede evitar es visitar un estudio de grabación, por austero que sea. Son, a fin de cuentas, el cordón umbilical que conecta a los artistas con sus seguidores. En Euskadi y Navarra hay un gran número de ellos, pero basta echar un vistazo a las producciones discográficas de los grupos autóctonos para descubrir que unos pocos acaparan buena parte del mercado. En concreto, puede decirse que los más concurridos y reputados son Katarain, instalado en Azkarate desde 1996; Elkarlanean, en San Sebastián desde principios de los años ochenta; Lorentzo Records, construido en Berriz hace 13 años; e IZ, inaugurado en Lazkano en 1980 y ubicado actualmente en Amasa (Billabona). Pero, a partir de ahora, la elección de las instalaciones donde grabar se ve aun más dificultada con el estreno del nuevo emplazamiento de Tío Pete. Con su ambiciosa ampliación y traslado de Bilbao a Urduliz, acaba de nacer lo que sus responsables describen ilusionados como una compleja obra de ingeniería en la que incluso la separación entre piedras y su hendidura tiene una estricta razón de ser. Philip Newell (conocido por sus trabajos para la multinacional Virgin y artistas como Mike Oldfield, y por haber creado cerca de 200 locales de grabación) ha diseñado un estudio moderno y primoroso estructurado en cinco salas (de control, de máquinas, de voces, muerta o absorvente y viva o reflectante) comunicadas visualmente y colocadas alrededor de una sala de grabación principal dotada de paneles móviles que facilitan tres tipos de sonoridad en función de la reverberación deseada. Esto lo convierte en altamente versátil. Su responsable, Carlos Zubiaga, conocido por su pertenencia a Mocedades y El Consorcio, destaca precisamente la acústica como su gran virtud: "No me gustaría hablar de diferencias, ni de ventajas, ni de defectos. Pero creo que este estudio acústicamente es casi perfecto, aunque nada lo es". Su construcción ha exigido afrontar "una inversión económica seria". Pero las diferencias son realmente escasas. Analizando exhaustivamente las dotaciones de los principales estudios, uno puede perderse en un mar de moduladores, compresores, procesadores, convertidores, ecualizadores y demás instrumentos. Sin embargo, en lo básico, la oferta es bastante homogénea. Los servicios disponibles son similares (incluida la posibilidad de alojamiento), y tanto el número de pistas, o canales de grabación, como las tarifas no difieren en exceso: las primeras oscilan entre 32 y 48 (analógicas y digitales) y el precio por hora se sitúa entre 8.000 y 12.000 pesetas. En cuanto a su calidad, entre los profesionales del gremio es unánime la opinión de que no hace falta salir de Euskadi y Navarra para abordar una superproducción. En ese aspecto no habría nada que envidiar, si bien hay quien va más lejos en sus afirmaciones dando a entender que vale más la maña que un descomunal despliegue tecnológico. "Para grabar un buen disco no es imprescindible un gran estudio, sino mucho oficio, mucha habilidad. Lo que pasa es que un buen estudio te facilita las cosas, te ahorra tiempo y llegas a puntos a los que antes no podías", afirma un sincero Zubiaga.

La opción de los modestos

Un grupo que da sus primeros pasos es posible que no pueda permitirse pagar 10.000 pesetas por cada hora que pase en el estudio de grabación y, seguramente, no precisará un despliegue técnológico como el facilitado por los más completos. Así, tienen a su disposición una serie de instalaciones más modestas en las que lograr un resultado altamente satisfactorio dadas sus miras. Hay muchas instalaciones en las cuales se puede grabar por aproximadamente la mitad de precio y, en breve plazo, la oferta se ampliará con los estudios Madison. Ubicados en Getxo, contarán con Alfredo Niharra (guitarrista del grupo Crocanties y ex Quite Fantastic) como técnico de sonido encargado de sus 16 pistas digitales. "Va a ser un estudio más barato, más asequible, dirigido sobre todo a grupos que van a grabar sus primeras maquetas. Aunque, si su pericia musical lo permite, con este cacharro vamos a conseguir grabar cosas como para que se editen en disco. La única limitación van a ser las pistas y alguna cosita más que no vamos a tener", afirma el músico vizcaíno, buen conocedor de las necesidades y carencias de los grupos primerizos. Pero Alfredo Niharra y Carlos Zubiaga (Tío Pete) no son dos excepciones. Otros intérpretes regentan asimismo sus propios estudios de grabación. Son los casos, por ejemplo, de Little Fish (Maesmaje), Javier Letamendía (batería de El Inquilino Comunista) y Mikel Biffs, guitarrista y cantante de Safety Pins que ha atraido a Chocablock Recordings a la escena punk rock española.

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