Alma de luz
A sus 57 años, Cesaria Evora está más para coladeiras que para mornas: más propensa a la alegría que a lo melancólico. Aunque el lirismo nostálgico de las mornas de Cabo Verde ocupa siempre un lugar importante en el repertorio de esta cantante única. Por más que se haya dicho y escrito, conviene insistir: tiene una de esas voces capaces de penetrar el alma.Su canto es auténtico como el de Billie Holiday, Elis Regina o Edith Piaf. Quien no se estremece al oírla en Mar azul, o está sordo o no tiene sentimientos. Jamás había sonado así la banda que la acompaña.
A las cuerdas punteadas (guitarras, bajo y cavaquinho) y percutidas (piano) se añaden dos violines y un chelo procedentes de La Habana. Tanto en su nuevo disco, Café Atlántico, como en concierto, la reciente hermandad cubanoverdiana se revela estimulante: Beijo de longe se viste de danzón, y Amor di mundo, obra también de Teófilo Chantre, es una canción luminosa hasta en el día más gris.
Cesaria Evora
Cesaria Evora . Nando Andrade (piano), Antonio Domingo Fernandes (saxos y percusión), João Pina y Aderito Pontes (guitarras), Antonio Pina (cavaquinho), Julián Corrales y Leonel Bermúdez (violines), Daniel Rodríguez (chelo), Virgilio Duarte (bajo) y Carlos Monteiro (batería). Palacio de Exposiciones y Congresos. Madrid, 6 de mayo.
Qué diferencia entre aquella primera Cesaria Evora que actuó en Madrid hace casi seis años y la de ahora. Su rostro brilla. Presentó a los músicos con gesto falsamente displicente, justo antes de sentarse. Escenografía conocida: mesita con mantel negro, lámpara de mesa encendida y un vaso lleno. No de whisky o aguardiente, sino de agua mineral. Tampoco hay rastro del paquete de rubio americano.
Cesaria Evora ya no fuma ni bebe. Eso sí, continúa cantando descalza: no cedió ni cuando la invitaban a cantar en las casas de los isleños pudientes; los que la menospreciaban, pese a no poder evitar que su voz les conmoviera. Una iluminación tenue, con atmósfera de garito portuario: de una isla, en tiempos de esplendor, escala de barcos camino de Brasil o el continente africano, y refugio de marinos de pasaportes diversos, nos llegó un día Cesaria Evora. Allí nunca faltó la música y escuchaban de todo: fado, samba, blues...
De Nat King Cole, ella aprendió a cantar María Elena, cuya versión en directo fue muy superior a la grabada. Aún más entrañable en Bésame mucho, el bolero de la mexicana Consuelo Velázquez, sobre fondo caboverdiano de guitarras y cavaquinho. Fue un regalo: justo después de haber esbozado unos graciosos pasitos de baile.