El Celta de la buenaventura

En una tarde espesa y con un fútbol espantoso exprimió el Celta al colista y conservó los puntos. No lo mereció. Su juego fue pastoso y le faltó movilidad en todas sus líneas, pero es el Salamanca uno de esos equipos acostumbrados a convivir con la malaventura. Nadie en toda la temporada se acreditó de tal manera para arañar algo de Balaídos, aunque careció de pegada y suerte. Condenó al equipo vigués a vivir el final del choque con el corazón en un puño. A estas alturas a los aficionados sólo le importan los puntos, y los tres que no mereció sumar el Celta le permiten continuar una semana más aferrado a la codiciadísima segunda plaza.El Celta decayó por exceso de fidelidad a sí mismo. Tenía enfrente a la antítesis de un colista, un Salamanca abierto al fútbol, un equipo de esos que desean el balón para dejar constancia de que en su nómina de futbolistas también existe el talento. Y ante una coyuntura que tanto le favorecía, Víctor Fernández mantuvo sobre el campo durante una hora un equipo sin delanteros, y por tanto blando en el área. Jugó con más arietes el colista que el aspirante a la Liga de Campeones, que malgastó el balón en inocentes disparos lejanos.

El oficio de los tres centrales permitió al grupo de Diarte reservar a Cardetti y Casardelli en punta. No encontró el Celta nunca el balón en el área con comodidad. Lógico: se medían 570 centímetros de zagueros con los 165 de Juan Sánchez. Debió Víctor Fernández auxiliar al delantero valenciano, pero tardó en hacerlo, y le sobró gente al Celta en una zona del campo en la que al Salamanca no le importaba verse en inferioridad.

Respondió el partido a una lógica incontestable. Víctor Fernández le dio consistencia a la delantera con la entrada de Gudelj, y al minuto se adelantó al Celta. Como era previsible lo hizo desde lejos, con una golea de Revivo que se comió la defensa charra. El otro cambio tuvo también bastante que ver con la mejoría que experimentó el equipo de Balaídos, cuando el limitado Josema le cedió el puesto a Tomás.

En los minutos finales todo tipo de fantasmas se dieron cita en Vigo. Tiró su rival de la mala uva que en muchas fases del encuentro le había faltado, y en la imaginación de la hinchada se aparecían goles de todo pelaje que apartarían al equipo gallego de la segunda plaza. Fue el momento de Dutruel, que con el despeje a un fuerte disparo de Lanna se redimió de su negra noche de Valencia. Fue la prueba definitiva de que la fortuna estaba ya con el Celta.