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El cupo de vascos y navarros permanece al margen

La correcta financiación de los servicios transferidos desde el Estado central a sus paralelos autonómicos es un asunto pendiente. José Luis Olivas, responsable de las arcas de la Generalitat, recordaba recientemente que las transferencias a la Comunidad Valenciana se negociaron con precipitación y carecen de la dotación adecuada para atender con solvencia las crecientes demandas para satisfacer el bienestar de los ciudadanos Fuentes de la Generalitat bromean sobre las maniobras del Estado al trasladar servicios a unos gobiernos autonómicos ávidos de dotarse de contenido. Dadas las circunstancias, el Estado, desde una posición de fuerza, habría permitido "centrifugar" su propio déficit en áreas como la sanidad, la educación o los servicios sociales. El hecho es que la factura de farmacia, por ejemplo, se desboca todos los años. Alemania, estado federal por excelencia, estableció un modelo de financiación definitivo asentado sobre un reparto de todos los impuestos en partes definidas entre las arcas federales, las de cada estado regional y las corporaciones locales. Una sola agencia federal recauda y distribuye posteriormente los fondos en una proporción establecida. El Estado de las Autonomías tiene todavía pendiente una regulación definitiva de la distribución de fondos. Ni siquiera son equivalentes las competencias transferidas, aunque la propuesta de Eduardo Zaplana deja entrever un futuro en que las competencias sean homogéneas en todas las comunidades autonómas. La alta densidad de población de ciertas regiones, como la Comunidad Valenciana, supone otro problema añadido a la hora de establecer un modelo general. Juan José Lucas, presidente de Castilla-León, por ejemplo, ha señalado que defenderá a toda costa una prima para las regiones que se ven obligadas a ofrecer servicios a una población muy dispersa. La apuesta por la población frente al territorio ganó algunos puntos en el último acuerdo sobre financiación autonómica cerrado en diciembre de 1996, pero su desmedido crecimiento pondría en peligro la solidaridad del sistema que invoca Zaplana. De momento, el presidente se ha sacado un as de la manga y ha logrado diluir gran parte del discurso reivindicativo nacionalista sobre distribución de ingresos y gastos del Estado que defienden, entre otros, sus socios y rivales de Unión Valenciana. "Si todo el mundo está callado, parece que Pujol es el único que marca la pauta", comenta un colaborador del presidente. Las posibilidades de innovación en materia de financiación son muy reducidas y Zaplana se ha limitado a convertirse en vehículo de una estrategia estatal de los populares. Aunque sin tocar el cupo que disfrutan vascos y navarros, que recaudan todos los impuestos y entregan al Estado una cantidad prefijada, al contrario que el resto de comunidades. Fuentes socialistas consideran que la propuesta de Zaplana habría sido realmente valiente si hubiera afrontado la discriminación que favorece a los vascos y navarros, pero la audacia del presidente parece restringida por una estrategia que le desborda. Y es que no está el horno vasco para iniciativas electoralistas.

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Zaplana rescata un modelo de financiación que pretende detener las exigencias nacionalistas
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