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Elvis Costello desnuda su memoria musical

El cantante y compositor británico ofrece mañana en Barcelona su único recital en España

Elsa Fernández-Santos

Hay algo irremediablemente cómico en Elvis Costello, uno de los músicos más serios de las últimas décadas, que esconde una aguda inteligencia detrás de su conocida máscara de bufón. Mañana, Costello se subirá al escenario del teatro Tívoli de Barcelona para ofrecer su único concierto en España. Está previsto que, arropado sólo por un piano, repase viejos temas y gran parte del disco Painted from memory, que ha realizado junto al legendario Burt Bacharach y que ha vuelto a demostrar que este cantante y compositor inglés puede jugar con todos los mitos, incluido el suyo propio.

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Renacimiento del artista

En el concierto del teatro Tívoli de Barcelona, que en un principio estaba previsto para el nuevo Auditori, Elvis Costello estará acompañado por Steve Nieve, el teclista de su viejo grupo, los Attractions, un músico que se conoce al dedillo su repertorio. Costello y Nieve (que en el inicio de la gira en el Royal Albert Hall de Londres respondieron al público con nada menos que 13 bises) han ensayado -piano y guitarra en mano- más de setenta canciones que recorren la trayectoria de este cantante y compositor de 43 años que grabó su primer disco, My aim is true, en 1977. El guión de cada noche es imprevisible (en Londres, Costello incluso interpretó una canción de The Verve) y sólo se puede dar por seguro que uno de los protagonistas de mañana será el disco Painted from memory.El último viaje de Costello a España fue a finales del año pasado para participar con una de sus canciones en el Primer Festival Europeo de la Solidaridad. El músico londinense -que hace unos años decidió, quizá bajo la llamada de su verdadero nombre (Declan Patrick Aloysius MacManus), trasladar su residencia a Dublín- señalaba entonces que era consciente de que con su nuevo trabajo junto al legendario compositor Burt Bacharach (conocido peyorativamente en Estados Unidos como el rey de la música de ascensor por sus canciones elegantes y complacientes) volvía a perder a un sector de su público: "Una parte de mi público esperaba guitarras eléctricas y baterías duras, y se han decepcionado. Bueno, siempre hay gente que espera cosas y, por tanto, luego se decepciona, pero eso no es mi culpa". Costello añadía: "El público va cambiando, pero lo importante es que sea el que sea escuche atentamente lo que tengo que explicarles en vez de simplemente escucharlo porque se lo canto yo. Lo más importante es el sentimiento que una canción provoca y lo menos importante es su procedencia. Hacer algo diferente es el auténtico reto para mí, siempre lo ha sido".

Pero las justificaciones del cantante ("La gente ve la distancia como cobardía. No lo es. Es una forma de llegar al corazón de la cuestión sin mancharte las manos. No se llega a la redención gritando a todo pulmón en un disco de rock and roll") son una vieja canción cuyo estribillo conocen bien sus admiradores, a quienes a estas alturas ya no pilla de nuevas. Cuando este inquieto músico (hijo de la dependienta de una tienda de discos y del cantante de una big band) decidió en 1992 ponerse al frente de un conjunto de música de cámara, el Brodsky Quartet, para crear Las cartas de Julieta, todo el mundo (sobre todo los comentaristas más ortodoxos de la música clásica y pop) se echó las manos a la cabeza. Pero el público no sólo siguió en su sitio, sino que compró el experimento y llenó los teatros en los que interpretó (con unas gafas redondas de profesor y un atril con las partituras para aumentar el desconcierto) el bello disco inspirado en la historia real de un profesor de Verona que recolectaba las cartas anónimas que cada año llegaban dirigidas a la tumba de Julieta Capuleto.

Costello ha vuelto a reunirse con el Brodsky Quartet para un nuevo proyecto musical basado en Poeta en Nueva York, de Lorca; ha amenazado a su antigua casa de discos, la Warner, con descatalogar sus viejos elepés si no los valora adecuadamente; ha logrado un Grammy por su trabajo con Bacharach, y ha compuesto la banda sonora para dos superproducciones de Hollywood. Sin embargo, asegura que no ambiciona más que acabar siendo uno de esos cantantes que a los 70 años todavía tiene fuerzas para subir a un escenario y, ante un piano, cantar canciones de amor (se supone que inevitablemente escépticas, aunque no por ello desapasionadas). Y, lo más importante, vestido con un traje de color amarillo pollito y tocado con un sombrero. No en vano Costello es un bufón que ha sabido reinar.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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