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"El alcalde se ha vuelto loco si cree que nos va a recluir"

Las prostitutas españolas se resisten a "trabajar" día y noche en la zona elegida por el Ayuntamiento

La zona elegida por el Ayuntamiento de Madrid como coto para la prostitución es una de las más inhóspitas de la Casa de Campo. Los alrededores del Cerro de las Garabitas carecen de iluminación y quedan muy alejados de las dos estaciones de Metro (Lago y Batán) y de las paradas de autobús de la Empresa Municipal de Transportes que prestan su servicio en el principal pulmón verde de la ciudad. El único acceso posible es por carretera. Se trata de una zona especialmente salvaje, "asilvestrada", según el concejal de Medio Ambiente, Adriano García Loygorri. Y de las más ricas del parque en fauna y flora. Hay cercados donde viven las liebres con las que el consistorio repobló la Casa de Campo, un arroyo donde acuden los patos silvestres y pinares donde anidan las palomas torcaces, las urracas y otras aves. "Espero que la fauna no se vea sobresaltada por la llegada de las prostitutas. Pero de ser así, los animales se dispersarán por otras zonas", explicó el edil.

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Loygorri afirma que para que lleguen las prostitutas habrá que hacer la zona "habitable". Para eso instalará servicios, llevará una ambulancia del Samur e iluminará la zona.

La carretera de acceso al cerro de Garabitas es una vía por la que ahora sólo transitan ciclistas, deportistas y algunos jubilados. És una calzada sin salida que conduce a un camino inaccesible, una cadena impide el paso.

A las prostitutas de la Casa de Campo, les disgusta el lugar buscado por el PP. Muchas no sabían ayer ni dónde estaba la carretera del Cerro de las Garabitas. Para una, que no quiso dar su nombre, el proyecto de confinarlas en esa zona sólo va a crearles nuevos problemas. "Esta medida es algo completamente marginal. El alcalde no es nadie para encerrarnos en una sola zona. Eso va a ser como una bomba a punto de estallar. Cuanta más presión y más reunión, peor", se quejó ayer esta prostituta, de pelo largo, teñido de rojo y los ojos muy pintados. "El alcalde se ha vuelto loco si cree que nos va a recluir en esa zona. Esto es una decisión dictatorial que no vamos a tolerar", añadió.

Para solventar el problema de cómo llegar hasta la zona elegida, el Ayuntamiento ha prometido soluciones de transporte público. Pero a las mujeres no le parecía la mejor solución: "En ese autobús se va a montar la madre del alcalde porque yo de aquí [una zona muy próxima al lago] no me voy a mover", añadió. "Nosotras elegimos un sitio discreto para no molestar. El cliente para voluntariamente y no molestas a nadie", añadió.

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A Carmen, una prostituta toxicómana de la Casa de Campo, el caballo [la heroína] le ha arrastrado a vender su cuerpo. "Empecé hace tres semanas. Llegué a la Casa de Campo y pregunté a algunas de las chicas [también prostitutas] por los precios que cobraban y por una zona libre donde me podía poner", explicó. "Yo no molesto. Voy tapada y trato de ser discreta", asegura.

En la Casa de Campo impera una ley no escrita que establece los sitios donde se puede o no practicar el sexo. "La policía municipal, los del 092, nos aconsejan dónde ponernos. Llevamos a los clientes donde no vayan los niños, ni las familias", explicó. "Por la noche estamos en este aparcamiento [el del lago] y, por el día nos vamos a otro más alejado", explicó.

Carmen se lamentó de la situación de las prostitutas: "Llevamos una vida tremenda y cobramos unos precios ridículos, 2.000 o 3.000 pesetas por felación y 5.000 o 6.000 por un completo [una penetración]". Elena, una mujer de etnia gitana de 56 años, lleva más de 20 años trabajando en la Casa de Campo. "Yo a estas cosas que se dicen no las hago ni caso. Mira chico, de aquí no me van a mover porque somos libres. Igual que hago lo que quiero con mi cuerpo, hago lo mismo con mis pies".

Elena cree que el problema viene de lejos. "Siempre ha habido prostitutas en la Casa de Campo. Hasta hace muy pocos años eramos 40 y todas españolas. Muy pocas eran yonquis, cada una tenía su sitio y no faltaba trabajo. Desde hace poco han llegado extranjeras y cada día hay más y más. Antes nadie se quejaba y ahora todo el mundo protesta. ¿Sabes por qué? Porque se ha desatado la guerra entre nosotras. Ahora luchas por clientes y porque no te quiten tu espacio. Yo además, me tengo que defender sola porque nadie me protege".

Emiliana, tiene 44 años, y tres hijos a los que mantener. Es otra de las mujeres respetadas entre las prostitutas de la Casa de Campo. "Mira hijo, ya llevo un tiempecito aquí y no es la primera vez que nos quieren meter en un lugar a todas. No lo van a conseguir y menos si nos trasladan de un sitio a otro de la casa de Campo. La ventaja del lugar donde trabajamos es que es amplio y en cualquier sitio puedes pararte e ir con el cliente. Si nos llevan a un lugar cercado acabaremos mal. A las prostitutas no se las puede enjaular", afirma la mujer.

Adela, una drogodependiente de 29 años, trabajó como prostituta hace varios años cerca del embarcadero del Lago hasta que consiguió desengancharse de la heroína. Ahora ha regresado. "Estoy metida otra vez", dice. "Necesito mucho dinero, pero esto ha cambiado mucho. Esto parece un infierno. Somos muchas, casi diez veces más que hace unos años. Desde luego que si nos mandan ahí arriba no sé como vamos a trabajar. Ahora hay miles de mujeres por la noche y casi no tenemos espacios,. si nos meten, como dices, en un sitio ahí arriba a todas nosotras nos vamos a tener que pegar para conseguir clientes".

Otra mujer que prefiere no revelar su nombre concede a la idea el beneficio de la duda: "A lo mejor puede ser. Si ponen la zona en condiciones, a lo mejor se logra que estemos más seguras. Eso sí, a las extranjera y a las españolas no nos pueden poner juntas", advierte.

Los proxenetas que explotan a algunas de las mujeres que trabajan en el parque no desean hablar. Uno de ellos se limitó a decir: "Mira, a mi sólo me preocupa que mi chica saque pasta para que vayamos a pillar. Me da igual que sea aquí o más allá. Eso no es mi asunto".

Tan sólo los empleados de los quioscos de la Casa de Campo se muestran partidarios de la mudanza masiva de las prostitutas al corazón del parque. "Antes ellas trabajaban de noche y nosotros de día, pero ahora ya empiezan a molestar de día. Para nosotros es mejor que se vayan. Y cuando antes", dijo un camarero.

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