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Un año después

Como no podía ser de otra manera, el primer cumpleaños de la riada tóxica que amenazó gravemente al Parque Nacional de Doñana no ha pasado desapercibido. A lo largo de toda la semana hemos podido ver cómo se han multiplicado las informaciones puntuales sobre la catástrofe en los más diversos medios de comunicación y cómo incluso se le han llegado a dedicar programas monográficos. El acontecimiento sin duda lo merecía y lo merece. Doñana no es un parque nacional más. Es el más conocido de todos los parques españoles tanto en nuestro país como fuera de él. No puede extrañar, en consecuencia, que en las encuestas los ciudadanos españoles hayan considerado de una manera muy mayoritaria que el vertido de Boliden ha sido la mayor catástrofe ecológica de los últimos decenios. Ni tampoco que, de acuerdo con un estudio tanto del Gobierno de la Nación como del Gobierno de la Junta de Andalucía, haya sido el acontecimiento español que más seguimiento ha tenido en Internet, con más de 225.000 peticiones de información, que aumentan a un ritmo de 2.133 diarias. Contrasta, sin embargo, con este interés generalizado la escasa información fiable que hemos recibido y estamos recibiendo sobre el estado de Doñana un año después y sobre sus perspectivas de futuro. A lo mejor no es posible evaluar todavía con el rigor científico deseable cuáles son las consecuencias de aquella catástrofe para el futuro del parque. Pero si asi fuera, sería bueno que se dijera y que se transmitiera de manera clara y comprensible lo que en este momento se puede decir. Pues, el no hacerlo así, propicia que se transmitan todo tipo de noticias alarmistas, como la que transmitió La Vanguardia en portada hace algo más de un mes y, de acuerdo con la cual, la mitad de las aves estaban afectadas de manera irreversible. Algo parecido, aunque con menos contundencia, he podido oír en el telediario de una cadena privada esta misma semana. Esta falta de información solvente no resulta explicable. Posiblemente no hay zona del territorio en la que se hayan concentrado tantos estudios científicos como los que se han producido en Doñana y su entorno en este último año. Es posible que los estudios científicos no hayan llegado todavía a conclusiones definitivas y concluyentes. Pero algo sí se tiene que haber avanzado. Y deberíamos saberlo de la manera más autorizada posible. Los efectos de la catástrofe para la imagen de Andalucía fueron extraordinariamente perjudiciales. Tales efectos pueden verse prolongados en el tiempo como consecuencia de la información que sobre aquella catástrofe se está transmitiendo. Y esto es lo último que necesitamos. Las cosas no sólo son, sino que también son como parecen que son. Andalucía no está tan sobrada de imagen como para permitirse no reaccionar en este caso. La Junta de Andalucía tiene la palabra.JAVIER PÉREZ ROYO

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