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SEMANA DEL LIBRO

Antonio Soler define su última novela como la historia de los perdedores de una guerra

El ganador del Premio Primavera sitúa "El nombre que ahora digo" en el Madrid republicano

Miguel Ángel Villena

Ha publicado cuatro novelas y ha ganado otros tantos premios de prestigio. Pero Antonio Soler (Málaga, 1956) permanece deliberadamente ajeno a los cenáculos literarios y a las pasarelas de la fama desde su residencia en su ciudad natal. "La literatura viene de la vida y no de la literatura, la materia narrativa no procede de los libros", señaló ayer Soler al presentar El nombre que ahora digo, premio Primavera de Novela, convocado por Espasa. Historia de perdedores que no pierden la esperanza y ambientada en el Madrid republicano, Soler comenta: "Me conmueven los perdedores que luchan".

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Si ha de elegir entre "la estampa", como dice él con acento andaluz, de los soldados republicanos vagando por las playas del sur de Francia tras el final de la guerra civil o la imagen del desfile de la victoria en el paseo de la Castellana de Madrid, Antonio Soler no tiene dudas. "No sé si los perdedores resultan más literarios o no. Ahora bien, me conmueven y me atraen más los perdedores, ese tipo de gente que lucha, que lleva su combate hasta el fondo de las cosas", señala este novelista andaluz que ya alcanzara proyección nacional con Las bailarinas muertas, un libro publicado en 1996 y que recibió el Premio Herralde y el de la Crítica. Antes ya había ganado el Premio Andalucía con Modelo de pasión (1993). En aquella ocasión, Antonio Soler se inspiró en la vida de su hermano, y ahora, en El nombre que ahora te digo, las peripecias de su padre, un antiguo sargento republicano, están en el origen de algunas situaciones narradas. "La acción transcurre", precisa Soler, "durante la guerra civil española, pero podría ser cualquier otra guerra. En realidad, hablo de gentes en conflicto en el Madrid sitiado y a través de una historia de amor entre un joven soldado republicano y una mujer madura, casada con un tipo sin escrúpulos". Soler no sólo ha vampirizado la biografía de su padre, sino que también ha utilizado recuerdos y rasgos de amigos suyos, incluso nombres como el del también novelista Félix Bayón, que brinda el apellido a un coronel.

Los personajes como clave

El ganador del Premio Primavera concede una importancia sustancial a los personajes en sus novelas. "Una novela son básicamente sus personajes", afirma rotundo Soler, que recuerda unas reflexiones de Ernest Hemingway: "Decía Hemingway que una novela debe ser como un iceberg, de forma tal que el autor sepa mucho más sobre los personajes de lo que se trasluce en la narración. En ocasiones tengo tan hilvanados algunos caracteres que hay personajes que darían pie a otras novelas. Me gusta plantear una narración con un primer plano enfocado sobre los protagonistas, pero con secundarios desenfocados, aunque bien presentes en la novela". Libro de estructura coral, con ese gusto por los secundarios que ya surgía en sus obras anteriores, Antonio Soler, que compagina su oficio de narrador con su trabajo de guionista, marca las diferencias entre la escritura para el cine y para la literatura. "Son técnicas y reglas del juego distintas", dice, "y en mi caso escribí antes literatura que guiones. No obstante, es cierto que se me ocurren antes las imágenes que las ideas. Coincido mucho con Juan Marsé en esta apreciación". Este escritor catalán figura a la cabeza de las preferencias literarias de Antonio Soler. Ferviente admirador de una novela como Últimas tardes con Teresa, el novelista malagueño reconoce que, tras unos primeros relatos de tono experimentalista, encontró en el estilo realista de Marsé una vía literaria con la que se identifica.

Realismo poético

Incluido por algunos críticos en una categoría de realismo tremendista, Soler acepta ese calificativo al tiempo que lo matiza. "Desde luego", manifiesta, "creo que la literatura es un acto de comunicación. Soy partidario de conjugar la calidad con la experimentación formal, lo que permite muchos registros de lectura para públicos diversos. Me reconozco realista con toques de tremendismo, pero asimismo con ingredientes poéticos y oníricos". Soler explica que optó al Premio Primavera de la editorial Espasa, dotado con 25 millones de pesetas, porque decidió apostar por la posibilidad de llegar a un público muy amplio. Sólo tiene palabras de elogio para Jorge Herralde, de Anagrama, su anterior editor, pero no quiere aventurar dónde publicará sus nuevos títulos. En las próximas semanas le espera a este discreto y tranquilo novelista un agotador recorrido por toda España para promocionar El nombre que ahora digo.

En el fondo está satisfecho de residir en Málaga, lejos de los grandes centros culturales de Madrid y de Barcelona. "Hoy en día", aclara, "da igual vivir en un sitio u otro porque las comunicaciones de todo tipo hacen posible estar al día y mantener tus relaciones profesionales". Desde hace años, Soler compagina la literatura con su actividad como guionista y con colaboraciones en varios periódicos. Pero, más allá de la narrativa y del periodismo, no le tientan otros géneros literarios. "Siempre he escrito novelas y, en realidad, quiero construir una saga", concluye.

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