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El filósofo Luis Villoro defiende el sello indígena en la cultura mexicana

Comienzan las "Conferencias Aranguren" en la Residencia de Estudiantes

"La revuelta de Chiapas no es sólo racial y política. Es la lucha por una democracia pluricultural, porque la cultura mexicana no se entiende sin la marca indígena", defiende el filósofo Luis Villoro (Barcelona, 1922), referente intelectual mexicano, que participa en las Conferencias Aranguren de Filosofía, que se celebran esta semana en Madrid. Villoro propone una teoría alternativa de la justicia que se basa en la experiencia de los excluidos.

Luis Villoro -heredero de la tríada de filósofos españoles exiliados en México tras la guerra civil que conformaron Ortega y Gasset, José Gaos y García Morente- se muestra espantado ante la guerra de Kosovo. "Me parece escandaloso que se pretenda solucionar un problema de relación entre nacionalidades distintas mediante el uso de la fuerza militar más moderna, sin ninguna justificación en el derecho internacional. Políticos salvajes como Milosevic son muy reprobables moralmente, pero la Europa que admiramos, y de la que esperaríamos actitudes más civilizadas, nos está dando el ejemplo de lo que por todos los medios debe evitarse. Y actúa bajo la batuta de EE UU, que busca intereses que nada tienen que ver con la paz". El autor de El poder y el valor. Fundamentos de una ética política lamenta que España, desde el siglo XVIII, le haya dado la espalda a Latinoamérica para abrazar a Europa. Y opina que el abismo que se abrió entre España y México, tras la ruptura de relaciones diplomáticas durante la dictadura franquista, no se ha reducido.

El filósofo aranguriano inauguró ayer en Madrid el ciclo de las octavas Conferencias Aranguren de Filosofía, que se celebran hasta mañana en la Residencia de Estudiantes, con el título Sobre el principio de la injusticia: la exclusión. En ellas propone una nueva teoría sobre la justicia, "alternativa a la que está en boga en los países occidentalizados". "En lugar de partir de la posibilidad de un consenso entre seres morales para determinar lo que es la justicia, como Habermas, intento otra vía: partir de la experiencia real de la injusticia que supone la exclusión de la mitad de la humanidad: mujeres, inmigrantes, indígenas o exluidos, como producto de los nacionalismos".

Comprometido públicamente con los derechos de los indígenas y contrario a la postura negativa del Gobierno a negociar, no cree que la rebelión de Chiapas sea la lucha de una minoría (alrededor de 15 millones de indígenas) frente a los 81 millones de habitantes que tiene México, de los cuales la mitad son mestizos. "El problema es otro, es la lucha por el prestigio de la cultura original y madre del alma mestiza de la que forma parte la identidad del pueblo mexicano". Es la lucha entre la cultura indígena (pobre) y la norteamericana (rica), añade Villoro, profesor de la Universidad Autónoma de México.

Por eso opina que la intención de la guerrilla armada no era tomar el poder. "Su ideología inaugura una nueva concepción de revolución política con raíces cristianas e indias, fieles a la idea de justicia. Querían estimular a la sociedad civil para que estableciera una democracia pluricultural". Y Villoro cree que en parte lo han conseguido: "Hay una cultura del pobre más viva que en otros países latinoamericanos y un renacimiento de la literatura en lenguas indígenas, mientras que la cultura auspiciada por el Gobierno sufre la crisis económica". Esta riqueza del pueblo mexicano procede, según Villoro, de la mezcla eficacísima de las culturas hispánica e indígena.

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