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EL TRABAJO DE LA ERTZAINTZA

Policía y política

Las críticas, para merecer el calificativo de constructivas, deben reunir al menos dos cualidades: partir de un adecuado conocimiento de la realidad y proponer mecanismos razonables para superar las deficiencias observadas. Si además añadimos a ambas condiciones el hecho de que el autor sea un destacado especialista en la materia y pueda acreditrar de algún modo el resultado de sus propuestas, el ejercicio de la crítica no solo resulta sano: se convierte en una necesidad. En los últimos años se ha asomado con cierta frecuencia a las páginas de este periódico el ertzaina Teo Santos realizando presuntas labores de crítica sobre la política vasca de seguridad pública que carecen, en general, de los elementos señalados. Buena prueba de ello es el artículo que bajo el título La policía y la política firmaba en este periódico el pasado 13 de abril. Coincido con él en sus apreciaciones iniciales sobre lo que es y significa el "exceso policial", pero es el único aspecto que comparto. En el resto, la falta de rigor y datos objetivos para sustentar sus afirmaciones, las contradicciones en que incurre y el completo desconocimiento de la realidad de la Ertzaintza me obligan a valorar su escrito más como un juicio de valor sin fundamento que como un intento de aproximarse a este importante asunto con una mínima seriedad. Para refutarlo, nada mejor que recordar que la Ertzaintza dispone en esta materia de políticas proactivas, originales y observadas por instituciones de la importancia del Consejo de Europa como interesantes ejemplos a estudiar. En efecto, la primera medida en esta materia se ubica en el ámbito de la formación policial. Quizá el señor Santos debiera interesarse por el trabajo realizado por los responsables de la academia de Arkaute en los ejes transversales de la formación de la Ertzaintza y la periódica revisión de los contenidos de las distintas asignaturas para incidir precisamente en los comportamientos garantistas de los agentes. Tampoco estaría mal que el señor Santos se interesase por el programa de dirección por objetivos que funciona en la Ertzaintza bajo la denominación de Egunsentia, ya en funcionamiento y pionero en el Estado. Quizá se llevase una sorpresa al comprobar que una de las áreas de eficiencia, frente a otras opciones no criticadas hasta la fecha por el señor Santos, como incentivar económicamente las detenciones, está compuesta por indicadores que precisamente valoran el estilo del trabajo policial, el grado de respeto al ordenamiento y a las instrucciones policiales que elaboran refutados juristas y profesionales de la Ertzaintza y que se van incorporando progresivamente como protocolos automatizados, al sistema informatizado de mando y control de la Ertzaintza. Una herramienta que permite homogeneizar la actuación de una organización dispersa en el espacio y en el tiempo, como es cualquier policía. Así se dispone, además, de un conocimiento bastante exhaustivo de sus actividades y los resultados de las mismas y es posible aplicar políticas de calidad. Todos estos son trabajos que han desarrollado con enorme esfuerzo cientos de ertzainas y algunos de los responsables políticos que han demostrado con su gestión estar a años luz de los conocimientos, capacidad y experiencia de nuestro ilustre articulista. Quizá porque el señor Santos ha preferido no interesarse nunca por estos trabajos tampoco sabrá que el programa Egunsentia en su conjunto y más en particular su repercusión sobre el grado de respeto a los derechos de los ciudadanos (¿tendrá esto algo que ver con los abusos policiales?) ha sido tomado como objeto de estudio y ejemplo por el Consejo de Europa. No entiendo pues que en el señalado artículo la única aportación estatal al programa europeo "Policía 1997-2000", una aportación de calado como ésta, públicamente elogiada por la responsable de esta iniciativa, la holandesa Anita Hazenberg, se despache con la lapidaria inconsistencia de que "las aportaciones vascas en la materia son más bien escasas". Quizá convenga aclarar a los lectores que ese programa reflexiona, analiza, diseña y evalúa criterios de operación y organización que deberán seguir las policías democráticas el próximo siglo para satisfacer las demandas cívicas incrementando el listón de exigencia en materia de garantías civiles. Participar allí en la condición en que lo hace la Ertzaintza es para cualquier organización motivo de orgullo. Pero las "muy escasas" aportaciones vascas en la materia no se reducen a esto. La Ertzaintza va a ser la primera policía del Estado que obtenga el certificado de calidad ISO para su procedimiento de detención y ha sido la primera en instaurar un libro de registro electrónico de las detenciones y los procedimientos aparejados a las mismas, con el evidente objetivo de incrementar las garantías de las personas que son arrestadas por nuestra policía. Son intervenciones en las que la Ertzaintza lleva cuerpos de ventaja sobre cualquiera de las organizaciones policiales que nos son próximas. Podría invitar al señor Santos, también, a que lea en toda su integridad los documentos que caen en sus manos. Espero que, si se toma la molestia de leer completamente el informe del Ararteko sobre Bilbao La Vieja y las alegaciones al mismo del Departamento de Interior, tenga la decencia de resumir con un mínimo rigor la descripción que el propio Defensor del Pueblo hace de la actitud del Gobierno o que se interese por el motivo de las alegaciones de los responsables de la Ertzaintza. Así se enterará que lo que se discute es un método de encuesta, como el utilizado en este trabajo del Ararteko, que genera indefensión a sus propios compañeros porque resulta imposible someter las denuncias a un proceso contradictorio, algo fundamental para esclarecer la verdad y, en su caso, poder corregir posibles excesos. Resulta sorprendente también la opinión del señor Santos sobre la escasez del control jurisdiccional de las intervenciones de la Ertzaintza en un país en el que las denuncias por presuntos malos tratos, uso indebido de la fuerza y tipologías similares han sido, dada la situación política vivida hasta hace pocos meses, más frecuentes que en ninguno de los que nos rodean. En efecto, más de dos mil agentes se han visto en estos últimos años involucrados en más de 500 procedimientos judiciales por estas causas siendo afortunadamente ínfimo (4%) el nivel de condenas. Afortunadamente, hasta la fecha, nunca además por delitos dolosos. Estos resultados, a la luz de la intensísima presión ejercida sobre la Ertzaintza por un sector de la sociedad, son otro verdadero éxito de nuestra policía y todos sus miembros. Estas realidades configuran, a mi juicio, un panorama del que se deduce, en primer lugar, que las personas a las que habitualmente critica el señor Santos no se han dedicado a la ramplonería, la maledicencia y la vacuidad. Han trabajado duro y han construido una organización que es un espejo bien preciso de la preocupación y las innovaciones que desde Euskadi se están haciendo para contribuir a una policía más democrática y respetuosa con los derechos de los ciudadanos a los que sirve.

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