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Tribuna
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Impacto

Manuel Vicent

Ignoro si los genocidios, los degüellos de inocentes, las deportaciones masivas y los bombardeos indiscriminados tienen el nivel de audiencia que las cadenas exigen para ser calificados como programas de éxito. La información también es un producto que se consume. Las matanzas, los concursos, las cremas de belleza, las teleseries, las sopas preparadas, las compresas, los cadáveres entre los escombros, los niños famélicos y, en general, todos los crímenes contra la humanidad están sometidos a las reglas del mensaje publicitario. La repetición de las mismas imágenes neutraliza su impacto y el consumidor se queda insensible. La primera norma de la publicidad es la sorpresa. Para que el espectador atienda al reclamo de un producto en la pantalla o el peatón vuelva el rostro ante ese cuerpo espléndido que se exhibe en la valla se requiere en el publicitario una gran audacia imaginativa cada día más difícil de conseguir. En la guerra de la OTAN contra Yugoslavia había comenzado a producirse el amaneramiento en los bombardeos y la rutina en la visión de los refugiados. Ese horror se nos suministraba en el telediario y lo consumíamos sin inmutarnos junto con la sopa de espárragos. Ya que la costumbre acaba por matar cualquier emoción la OTAN tenía que dar un salto cualitativo en su violencia humanitaria para hacerla más grandiosa y el tirano Milosevic estaba obligado a redoblar su maldad con algún crimen más repugnante todavía si se quería que el espectador occidental siguiera atento a las pantallas. Hoy las tragedias inhumanas no empiezan hasta que la CNN no ha colocado las cámaras en el mejor ángulo de visión. La primera regla del impacto televisivo, que es la sorpresa, se está cumpliendo de forma metódica. La OTAN ha bombardeado a una columna de refugiados. Después llegarán los helicópteros apaches y su acción sanguinaria sobre el ejército serbio compartirá espacio con el efecto de cualquier detergente sobre la colada y las multitudes humilladas que abarrotan las fronteras tendrán que soportar una hecatombe aun más severa para que contraste con el esplendor de ese coche que nos muestra una chica de piernas largas. El cuartel general de la OTAN tiene que saber que el consumidor de matanzas ha asimilado ya la primera ración de sangre. Hay que subir el nivel para darle al público una sorpresa cada día. Así lo exigen las reglas del mercado de la carne humana.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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