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Crítica:III FESTIVAL DE JEREZ
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cristina Hoyos sigue siendo ejemplar

Empezó este III Festival de Jerez con buen pie. Cristina Hoyos es siempre una baza segura, y este nuevo espectáculo suyo es otro ejemplo de su pulso escénico para poner en pie obras en que el baile flamenco brilla en su estado más genuino. Al compás del tiempo es, si se quiere, un espectáculo convencional, pero realizado con enorme convicción, con fluidez, sin vacilaciones, ni, mucho menos, tiempos muertos. Un gran trabajo en el que la luminotecnia es en todo momento agente de belleza. Hoyos dirige un grupo de bailaores de reducido formato -cuatro hombres y cuatro mujeres-, pero contra lo que viene ya siendo casi habitual, son todos ellos excelentes profesionales, que si en conjunto se mueven por disciplina y una perfecta asunción de la servidumbre, y también la grandeza, del trabajo colectivo, individualmente son capaces de bailar cada uno con la autoridad y el dominio técnico de verdaderos solistas. El baile por siguiriyas que hicieron Juan Ogalla y El Junco, por ejemplo, fue modélico en cuanto a pasión personal de cada uno de ellos, entendimiento del género y complejidad de la danza, en que ambos combinaron a la perfección ese difícil arte de utilizar los pies con rigor y detener el baile con gesto alado en el momento justo.

Cristina Hoyos: al compás del tiempo

Guitarristas: José Luis Rodríguez, El Juani, Manuel Pérez. Cante: Rafael de Utrera, David Lago, José Anillo. Bailaoras y bailaores. Jerez de la Frontera, Teatro Villamarta, 16 de abril.

Cristina bailó el taranto y soleá por bulerías más la fiesta final en que todos participaron. No está la bailaora, me parece, con la fuerza y la capacidad de recursos de hace algunos años, pero sigue siendo una primerísima artífice de este arte. Con ideas, con una tremenda intuición para evitar lo fácil y crear belleza en cada quiebro, en movimientos de brazos sólo insinuados. Su taranto no me emocionó con la intensidad de otras ocasiones, me pareció excesivamente largo y con abuso del recurso al tango, pero la soleá por bulerías fue un admirable ejercicio del más exigente baile flamenco.

Un excelente grupo de cantaores y guitarristas fue el complemento imprescindible en un espectáculo en que lo flamenco se ofreció limpio de cuerpos extraños y tantas veces indeseados. Bienvenida pues de nuevo a los escenarios esta Cristina Hoyos que siempre ha sabido mantenerse en una línea de ejemplar dignidad.

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