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Entrevista:JOAN MANUEL SERRAT CANTAUTOR

"Seriamente: yo canto por las chicas"

Joan Manuel Serrat comienza hoy una serie de recitales en Madrid. Llega de Barcelona, del nuevo Auditori, donde las entradas se agotaron al poco de ofrecerse. Una costumbre. En cuanto a su nuevo disco, Sombras de la China, ronda ya los 450.000 ejemplares. Serrat ha convencido al tiempo para que se incorpore a su ya larga colección de aliados.Pregunta. Leí, con gran sorpresa, que su primer hijo tiene ya 30 años.

Respuesta. Sí, sí. Yo tengo 55 y él 30.

P. ¿Y...?

R. Todo ha ido bien. Con mi hijo sólo he tenido las dificultades de la distancia. Él se crió con su madre, en otra ciudad, y eso supone siempre algún inconveniente. Por ejemplo: podemos tener muy pocas conversaciones de rutina, cotidianas, sobre los pequeños asuntos de la vida. La lejanía trae eso. Claro que está el teléfono, pero uno no coge el teléfono para esa rutina. Y lo echo a faltar. Fuera de eso, y contando que todo es relativo, aproximado y superficial, no hay mayor problema.

P. Nunca ha habido mayor problema, es como su característica. Y la de su música.

R. Bueno, bueno, ha habido, y los hay, momentos duros. Me hago viejo y empiezo a estar cargado de puñetas. Aunque tengo buena relación con mi envase, me cabrea quedarme calvo. Pero cuando sé que no puedo hacer nada para evitar las desgracias mi instinto se tranquiliza. Así he conseguido no cabrearme incluso cuando veo que mi hija sale por las noches con un señor que no es de la familia. Ante este tipo de sucesos, pienso en aquel avión que caía conmigo dentro.

P. ¿Cuándo fue eso?

R. Hace años, en Bogotá. Caíamos y caíamos, hasta que el avión se rompió la barriga sobre la pista. No pasó nada. Pero sí recuerdo que estuve todo el tiempo muy frío y muy sereno. El instinto aquel que decíamos. He tenido suerte, hasta ahora he tenido suerte. Sobre todo he tenido suerte con los malvados.

P. ¿Malvados de baja calidad?

R. No tanto. Me he encontrado con verdaderos especialistas de la maldad, gente pequeña, de la que nunca sale en los periódicos, pero altamente especializada. No, decía que he tenido suerte porque he aprendido mucho de ellos. He sabido lo que es el bien, tratándolos.

P. Una carrera tan larga y tan brillante significa que uno ha sabido dar el tono que correspondía a cada época. Hasta ahora.

R. Ahora es más difícil, la más difícil de todas. En los sesenta veníamos del fascismo, de la posguerra. El dolor unifica y era fácil interpretarlo. La juventud, además, es muy lujosa: la Universidad, la poesía, el cine foro, cada día era un descubrimiento. Era fácil prolongar el heroísmo en esas condiciones. Luego, imagínese, el éxito, las chicas...

P. ¿Alguna vez pensó que iba a ligar tanto?

R. Ni en sueños, ni en sueños. Voy a decírselo muy seriamente: yo canto por las chicas. Cuando vi que las canciones ablandaban las piedras, me dije: es tu camino. Luego vinieron los años estupendos. Entre 1977 y finales de los ochenta. Este país pegó un cambio brutal, magnífico. El entusiasmo de aquellos años era muy generalizado y también era fácil interpretarlo. Ahora vivimos en la resaca, en medio de la morralla. Cuesta más.

P. Es un proceso humanísimo, repetido. Decía antes que, en esas circunstancias, su instinto solía tranquilizarse.

R. De ninguna manera. Por ahí no paso. No estamos condenados a la morralla. Me niego a aceptar las cosas como son.

P. ¿Cómo són las cosas?

R. Me niego a aceptar, por ejemplo, que las ideologías estén agotadas. Me niego a aceptar que la clase política esté sin ideas, que la política sea la morralla y que haya perdido su capacidad heroica.

P. ¿No le parecen heroicos los soldados de la OTAN?

R. Me resultan terroríficos. Nunca pensé que la OTAN pudiera hacer esto. La guerra nunca trae la paz. Se ha abierto la caja de Pandora y no sé adónde puede llevarnos todo esto. Humillar a la gente no es un procedimiento demasiado sabio para asegurar la estabilidad y el bien común. Es un terrible fracaso, nuestro fracaso, el fracaso del hombre como especie.

P. Tal vez, concretando, de una generación de hombres. Su generación, aún más concretamente.

R. Esto es un golpe bajo. El mismo golpe bajo que se aplicaba a los tiempos de la corrupción. Yo no soy ni Roldán ni Urralburu...

P. Ni Solana.

R. Solana... Es mi amigo. Aún no he podido hablar con él. Pero no estoy nada feliz con lo que hace. Esto es lo que significa la globalización: el sheriff. La globalización del sheriff, nuestra época.

P. El sheriff propagaba el bien.

R. Desde pequeñito siempre he estado con los indios.

P. Vaya, es raro.

R. Siempre he estado con las víctimas.

P. ¿Siempre tienen razón?

R. Tengan o no razón, una víctima siempre pierde. La razón siempre tiene, al menos, dos aceras desde donde mirarla.

P. ¿Y cuándo hay que elegir entre víctimas?

R. Elegir entre víctimas es imposible. Es imposible trazar una línea entre la bondad y la maldad.

P. ¿También fue así en el franquismo?

R. Que sea imposible trazar la línea no quiere decir que no haya que tomar partido. Pero tomar partido sabiendo que no todo lo que eliges es virtuoso ni todo lo que desprecias está lleno de maldad.

P. Antes de verle pensaba que en el mundo debe de haber muy pocos cantantes como usted, bilingües...

R. Es que en el mundo hay muy pocos lugares como Cataluña. Es una historia muy especial, con dos ejes: la represión del franquismo y la inmigración, la gran inmigración catalana. Cataluña, hoy, es la suma de todo esto. Por tanto, es verdad, mi caso es especial. Porque, además, yo soy bilingüe, bilingüe...

P. Un mestizo pata negra.

R. Ja, ja. Quiero decir que yo no traduzco. Yo no he traducido más que dos veces. Y lo hice a la fuerza porque eran dos canciones para una película.

P. ¿Cómo elige la lengua?

R. Antes de ponerme a trabajar en mi cuarto he decidido lo que voy a hacer: si un disco en catalán o en castellano. Y así trabajo. A veces me sale una idea o unos versos en la lengua que no está prevista, pero la aparto, la guardo y sigo con lo previsto.

P. ¿Hay un mismo pensamiento en una lengua que en otra?

R. Claro, ¿cómo iba a ser de otro modo?

P. En Cataluña, hay autoridades que sostienen que el uso de una lengua determinada provoca resultados inexorablemente distintos en la conciencia.

R. Eso es del señor Robles Piquer, que era cuñado de Fraga.

P. Creo que ya no manda en Cataluña.

R. Pues decía lo mismo. Hace 30 años, en 1968, cuando lo del Festival de Eurovisión, fui a verle. Estuvo muy amable. Y a la salida me regaló un libro muy gordo que ponía: La poesía catalana. Estaba escrito en castellano. Era curioso. Me hizo tanta gracia que seguramente se vio obligado a desvelarme su pensamiento: "Juan Manuel, Cataluña es una casa de dos pisos. En un piso se habla el castellano y en el otro se habla el catalán". Pues muy bien. Yo siempre he vivido en una planta baja, a ras de suelo. Estaba en la mesa y decía: "Madre, ¿qué tenemos de segundo?". Cuando mi padre iba al trabajo, le preguntaba: "Pare, que vindràs tard a la nit?". Y así nos hemos hecho viejos. P. ¿Cómo decidió cantar en dos lenguas?

R. Yo tomé, primero, la decisión de cantar en catalán porque hacer eso suponía un enfrentamiento. Y si luego decidí cantar también en castellano fue por una especie de reconocimiento a mí mismo. Era natural, tan natural como cortarse las uñas, y ha seguido siéndolo. Si dejara una de las dos lenguas me sentiría extraño y vacío.

P. ¿Tiene problemas técnicos?

R. Los que tengo son excitantes. El catalán y el castellano, desde el punto de vista fonético, son dos lenguas muy diferentes. El catalán está repleto de monosílabos y palabras agudas y el castellano es largo y llano. A veces buscas soluciones rítmicas que, maldita sea, se te aparecen en la otra lengua. Pues bien, lo constatas y sigues adelante.

P. Hace años hizo usted uno de los mejores discos de la música española. El de Miguel Hernández. Pero en ese disco hay una estética musical por donde no ha seguido.

R. He pensado muchas veces en volver a grabarlo tal como lo hacemos sonar ahora y la verdad es que no habría que tocar casi nada. El arreglista era otro, Burrull, y en eso puede consistir. En parte, porque los arreglos son sólo una parte del asunto: luego he hecho trabajos con Miralles tanto o más interesantes. Pero sí, ese disco...

P. Concentrado, inolvidable.

R. Lo que son las cosas: lo hice en una época de mucho viaje. Iba de un lugar a otro y en cada lugar dejaba una canción. No fue nada tranquilo. Además, estaba muy preocupado porque venía detrás de otro, el de Machado, que tuvo mucho éxito. No sé qué decirle. Escribía León Felipe que para enterrar a los muertos el que menos sirve es el sepulturero.

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