Hogares de guerra
Una ONG enseña en la Casa de Campo cómo es un campamento de refugiados
En un campo de refugiados habita, agazapado entre las tiendas de campaña, el horror de la guerra. Este compañero invisible convive, junto con el hambre y la enfermedad, con las familias huidas del fuego enemigo. Para mostrar a los que viven en paz la terrible situación de los refugiados, la organización no gubernamental Médicos Sin Fronteras (MSF) ha montado uno de estos campamentos en la Casa de Campo de Madrid.El asentamiento ficticio, formado por una decena de tiendas y que permanecerá abierto hasta este domingo, tiene las instalaciones necesarias para cubrir los servicios básicos de situaciones extremas, desde un hospital móvil hasta letrinas. "En los campamentos de refugiados el ambiente es de extrema tensión. Por el día, la gente lucha por conseguir comida, por recibir asistencia médica. Por la noche puede haber robos entre los refugiados. Incluso el enemigo puede invadir el campamento persiguiendo a los refugiados". Así explicó ayer Manuel Duce, de 31 años, voluntario de MSF desde 1991, la situación que ha experimentado en los campos de Angola, Kurdistán, Ruanda, Tanzania y Mozambique.
El campamento de la Casa de Campo permite intuir las condiciones de vida de los refugiados. En la entrada hay un registro donde se inscriben los recién llegados. Ahí se les adjudica una parcela donde instalar la tienda de campaña. "En esta primera fase se atienden cuatro necesidades básicas: refugio, agua, alimentación y defecación", explica Rafael Domínguez, de MSF.
Los refugiados se descalzan antes de entrar en las tiendas para evitar ensuciarlas. Muchos llegan al campamento con los zapatos desgastados. La necesidad agudiza su ingenio y muchos se fabrican sandalias con el caucho de los ruedas de los vehículos destrozados. "Sujetan las suelas con los tubos del suero que encuentran entre la basura de los hospitales móviles", explica Venancio Cermeño, voluntario desde 1993.
Haydée Aranda, que viajó a Sudán con la organización MSF, señala que "en la guerra todo se recicla. En Sudán los refugiados construyeron una iglesia con latas de aceite".
Muchos refugiados llegan a los campamentos al borde de la desnutrición. "Cada adulto necesita 2.100 calorías al día. Si hay comida se les da cereales, aceite, azúcar y sal. Si no, se les entrega una caja de galletas BP-5, nueve unidades con las que se puede alimentar una persona dos días seguidos. Pero lo mejor de un campamento de refugiados es desmantelarlo porque significa el fin de la guerra", concluye Aranda.
Campo de refugiados de Médicos Sin Fronteras. Casa de Campo, junto al Lago. Entrada gratuita. De jueves a domingo de 10.00 a 20.00.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.