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Reportaje:

La controvertida historia de Babel

Enric Company

El filósofo Eugenio Trías tomó la palabra en la asamblea constituyente del Foro Babel, hace de eso dos años y cuatro meses, para decir que había pasado ya el tiempo de seguir considerando un tabú la discusión pública de la situación de los idiomas catalán y castellano en Cataluña y de la política lingüística aplicada por los gobiernos de la Generalitat. Manifestó que, por el contrario, era la hora de someter estas cuestiones a debate público, y que ése debía ser el objetivo del Foro. Dos años después, el éxito en este sentido de la empresa es notorio. El tabú se rompió, el debate se abrió y el Foro Babel fue uno de sus polos. De cómo se gestó y cómo se ha producido esta discusión política durante los dos últimos años da cuenta Antonio Santamaría en el libro Foro Babel. El nacionalismo y las lenguas de Cataluña,publicado por Ediciones Áltera. La obra consta de un estudio preliminar del autor sobre la evolución del catalanismo que ocupa unas 100 páginas, de los dos manifiestos públicos lanzados por esta plataforma y de una extensa selección de artículos de sus miembros bajo el epígrafe El Foro en acción y otros publicados por autores que coinciden con sus tesis. Entre estos últimos figuran autores tan destacados como dos padres de la Constitución, Gregorio Peces-Barba y Jordi Solé Tura. El debate provocado por el Foro Babel no se ha limitado, sin embargo, a la política lingüística, sino que, como era inevitable y deseado por sus promotores, se ha convertido en un debate sobre el nacionalismo catalán, sus características, su evolución y las políticas que ha aplicado desde que gobierna. Prendió con facilidad por la existencia previa de núcleos de opinión discrepantes con el consenso de los partidos catalanes en materia lingüística, que perduró hasta que a principios de 1997 el Gobierno de Jordi Pujol decidió sustituir la Ley de Normalización Lingüística de 1983 por otra destinada a ampliar el uso social del catalán. Santamaría sostiene en su obra que el catalanismo ha pasado de defender el bilingüismo desde los años de la Segunda República a trabajar desde el Gobierno de Pujol para promover un monolingüismo catalán en la escuela y la vida social que, de imponerse, relegaría al castellano al ámbito de las relaciones privadas. El cambio de criterio se produjo, explica, cuando en 1986, el II Congreso Internacional de la Lengua Catalana fijó el objetivo de convertir a la lengua propia en lengua exclusiva y única oficial del territorio. Este cambio, los problemas suscitados por la aplicación de la inmersión lingüística en catalán en las escuelas públicas, la deriva del nacionalismo hacia el independentismo y lo que Santamaría define como el etnonacionalismo de Esquerra Republicana (ERC) están en el origen de la inquietud social y política a la que el Foro Babel ha dado expresión. En la síntesis que la obra ofrece, los orígenes de la política nacionalista sobre la lengua hay que buscarlos en posiciones adoptadas por el PSUC en 1977, en una ponencia presentada por Francesc Vallverdú. En ella se afirmaba que la lengua catalana no es únicamente un medio de expresión, sino que a través de ella "se establece la identidad nacional, se expresa la pertenencia a una cultura diferenciada, se participa de unos sentimientos que concuerdan con los de otros". Y si el PSUC se distinguió en su momento por estas posiciones, que Rafael Ribó ha continuado defendiendo desde Iniciativa per Catalunya, y que le han alineado en estas cuestiones con los nacionalistas, el debate de la Ley de Política Lingüística durante 1997 demuestra, según Santamaría, que los dirigentes del PSC "claudican" una y otra vez ante los nacionalistas. "En contra de la opinión mayoritaria de sus bases, ceden ante Pujol por el miedo cerval que les produce volver a ser expulsados de la nación", dice, como les ocurrió cuando estalló el caso Banca Catalana. El Foro Babel se convirtió en blanco de los ataques de los nacionalistas por atacar el dogma que identifica lengua con nación. Defendió el bilingüismo de la sociedad catalana en su primer manifiesto, firmado por 350 intelectuales, en el que además se atrevió a mantener que el idioma catalán había entrado ya en una fase de normalidad. Y en un segundo manifiesto, dado a conocer en junio de 1998, propugnó la necesidad de superar la etapa de hegemonía nacionalista para estructurar el país sobre los principios de ciudadanía, pluralismo, bilingüismo y federalismo. Ambos manifiestos provocaron rotundas descalificaciones de anticatalanismo procedentes de sectores nacionalistas. Hasta el extremo que Francesc de Carreras, uno de sus principales impulsores, replicó que los miembros del Foro "no son lerrouxistas, fascistas, anticatalanes, pijos, vidalquadristas, borrellistas ni maragallianos", tal como han pretendido etiquetarles los nacionalistas. Y que "ni su objetivo es la defensa de los castellanohablantes ni creen que el castellano esté en peligro en Cataluña". Uno de los mayores esfuerzos de los nacionalistas se ha destinado a identificar al Foro Babel con Aleix Vidal-Quadras, el dirigente del Partido Popular (PP), que combate también la política lingüística de los nacionalistas y los presupuestos ideológicos en que se basa. Vidal-Quadras constituyó con otros grupos la coordinadora Convivencia Cívica Catalana (CCC), en la que participan algunos miembros del Foro Babel, como el socialista Julio Villacorta. Esto provocó una crisis con uno de los grupos fundadores del Foro, el de la revista Mientras Tanto, encabezado por el filósofo Francisco Fernández Buey. La negativa de los restantes miembros del Foro a rechazar esta doble afiliación provocó la salida del grupo de Mientras Tanto. A la ruptura contribuyó decisivamente el hecho de que este grupo era el único del Foro que defendía el derecho de autodeterminación como fórmula para afrontar el problema nacional de España.

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