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La edad de oro de los faraones se exhibe en París con 200 piezas

Una coproducción entre tres países presenta el arte egipcio de la época de las pirámides

"Es la primera exposición internacional que reúne testimonios artísticos del Alto Imperio egipcio", afirma Christiane Ziegler, responsable francesa de la muestra El arte egipcio en la época de las pirámides, que se abrirá al público el viernes día 9 en el Grand Palais de París y cerrará sus puertas el 12 de julio. Es una coproducción entre el Louvre, el Metropolitan de Nueva York y el Museo Real de Toronto (Canadá), y reúne más de doscientas piezas.

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Las obras expuestas forman parte de los fondos de las tres instituciones junto a otras obras prestadas por museos de El Cairo, Chicago, Boston, Filadelfia, Detroit, Kansas, Bruselas, Turín, Londres, Manchester, Múnich, Viena y Berlín.El Alto o Antiguo Imperio cubre un periodo de unos quinientos años, del 2700 al 2200 antes de Jesucristo, bajo el gobierno de cuatro dinastías de las 31 que se suceden en la historia del Egipto de los faraones. Es la edad de oro de una civilización, el momento en que su arquitectura, estatuaria o pintura alcanzan una perfecta coherencia, en que los materiales, las técnicas y las formas llegan a un acuerdo.

Menfis es la capital de la época. Su arquitectura ya había sido objeto de grandes exposiciones, pero éstas no comprendían la totalidad de las formas artísticas de entonces, entre otras cosas porque la egiptología es una ciencia moderna. Para Christiane Ziegler, "una de las ambiciones de esta exposición y de su catálogo es ofrecer un punto de referencia para nuevos estudios fundados en bases más sólidas", no en vano su cronología es revolucionaria y son muchas las obras que se han "desplazado" en el tiempo, ya que ahora es posible relacionarlas con otras y fecharlas con mayor precisión.

La vida cotidiana y la magia, la existencia de la casta dirigente y la del mundo de los humildes, aparece en los bajorrelieves expuestos en el Grand Palais. Unos beduinos agonizantes, con las clavículas y el costillar bien dibujados, testimonio de una catástrofe olvidada -mueren de hambre y sed, pero no sabemos por qué- recuerdan que no todo el arte egipcio está centrado en el más allá o en la voluntad de eternizar los personajes.

Las llamadas "cabezas de reserva", encontradas por Reisner en 1913 o por Junkers en 1914, plantean también problemas no resueltos. Su estilización no corresponde a la del resto del arte egipcio, y menos aún a la de la IV dinastía. La explicación que las destina a servir para reparar eventuales daños en los originales no es satisfactoria, porque no tienen en cuenta las particularidades de su cincelado. Una hipótesis reciente las quiere modelos o moldes para otras obras.

Artesanos

Otras estatuillas sorprenden al visitante. Junto a los hieráticos, frontales y solemnes faraones y escribas, símbolo de un país ya unificado y que ha codificado un sistema de representación de una gran elegancia, encontramos a una serie de artesanos, desde el alfarero a la mujer que amasa el pan, desde el carnicero hasta la nodriza, pasando por el músico o el cocinero, todos ellos en material calcáreo que casi nunca supera los 25 centímetros de altura. El estilo no tiene nada que ver con el empleado para presentar a los altos dignatarios, pero tampoco a los obreros que en los bajorrelieves transportan piedras o protagonizan escenas de caza. Las pequeñas esculturas proceden de distintas tumbas, de las dinastías IV y V, y escapan incluso a las proporciones vigentes para otro tipo de personajes.Es una imagen distinta del antiguo Egipto, a veces coloreada, a veces misteriosa, pero en otros muchos casos asequible y próxima. Las joyas, jarrones, copas, cofres de madera y marfil o las pinturas de pastores súbditos de Tetis (2350-2340 antes de Cristo) aportan una información que no es la de los jeroglíficos o la de los ritos en honor de Osiris, maestro del mundo subterráneo, dios de un universo distinto que los faraones cruzan en la barca de su padre el Sol para poder navegar hasta el cielo.

Desde que Champollion descifrara los primeros jeroglíficos a principios de la tercera década del siglo XIX, el conocimiento del antiguo Egipto ha ido progresando, la belleza de los objetos ha sido descifrada, las inscripciones han revelado parte de sus secretos y hoy es posible, tal y como lo hace esta exposición, hermanar figuras que salen de talleres de escultura distintos pero con la seguridad de que han sido talladas con muy pocos años de diferencia.

Y las maquetas y documentación complementaria que se exhiben en el Grand Palais permiten también comprender qué mastabas o cámaras funerarias no han sido, entre las conocidas, exploradas aún, e imaginar, pues, que a la egiptología le quedan aún muchas horas de gloria por delante.

El Louvre

En ese sentido, lo que los tres grandes museos presentan en el Grand Palais se completa con una exposición contemporánea en el Louvre y que se centra exclusivamente en la crónica de las principales excavaciones que hoy conoce Egipto.Al mismo tiempo, la ciudad de París celebra el décimo aniversario de su pirámide moderna, esa pirámide de acero y cristal levantada por el arquitecto Pei que ha modernizado la imagen del Louvre. Sirve de modelo para la ampliación de grandes edificios nobles dedicados a museo. Los tres millones de visitantes anuales del Louvre de hace diez años se han duplicado, reconciliando la arquitectura de finales del siglo XX con la concebida desde criterios renacentistas.

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