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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Pascua irlandesa

LOS FIRMANTES del acuerdo de Viernes Santo de 1998 sobre Irlanda han decidido darse un nuevo plazo, hasta el día 13 -y martes-, para superar las diferencias que mantienen bloqueada desde diciembre su aplicación. A partir de esa fecha discutirán una barroca propuesta de Londres y Dublín que aspira a dar (parcialmente) satisfacción a las partes más directamente enfrentadas: los unionistas de Trimble, que se niegan a aceptar al Sinn Fein en el Gobierno autónomo de Irlanda del Norte mientras el IRA no entregue las armas, y el Sinn Fein, que alega que el mandato para integrarse en el Gobierno se lo han dado los electores y no debe estar condicionado por la cuestión de las armas. Y también que los paramilitares unionistas están igualmente armados y que, en todo caso, el acuerdo dice que la entrega debe finalizar el año 2000, pero no cuándo debe iniciarse.La propuesta consiste básicamente en separar la designación de los representantes de cada partido en el nuevo Gobierno de la constitución formal del mismo. Los partidos conformarán el futuro equipo gobernante de acuerdo con los resultados de las elecciones de junio pasado, pero el Gobierno no se reunirá como tal hasta que, en el marco de un día de la reconciliación, a celebrar un mes después, la Comisión Internacional para el Desarme informe sobre los avances en la entrega de armas por parte de los grupos paramilitares. En paralelo, la actual Administración deberá dar signos indicadores de su voluntad de mitigar las medidas excepcionales de seguridad.

Desde que se inició el proceso, en diciembre de 1993, la cuestión de la entrega o decomiso de las armas ha sido el obstáculo mayor. Los unionistas han sostenido siempre que no es posible una verdadera negociación si una de las partes se reserva el derecho a intervenir mediante acciones terroristas en la marcha de las conversaciones. Por otra parte, en la medida en que el statu quo favorece a la comunidad unionista, su único interés en un acuerdo que lo cuestione depende de que existan garantías de que el alto el fuego será definitivo (y no una simple tregua temporal para recoger los frutos de la violencia). La entrega de las armas se considera prueba de la voluntad de renuncia irreversible a la violencia.

Se trata de un gesto más bien simbólico, porque es imposible verificar si la entrega es total o parcial, y en todo caso un grupo paramilitar no tardaría en rearmarse si así lo decidiera. Con el antecedente de la ruptura de la tregua por el IRA en febrero de 1996, Trimble exigió a Tony Blair, la víspera de la firma del acuerdo de Viernes Santo, un compromiso personal de que esta vez el decomiso sería real. El primer ministro británico adquirió ese compromiso por escrito, como complemento de lo incluido en el acuerdo mismo, cuya ambigua redacción fue consecuencia de la resistencia del Sinn Fein. El texto establece que la entrega ha de realizarse en el plazo de dos años y "en el marco de la aplicación del acuerdo global".

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Que ese plazo coincida con el previsto para la excarcelación de los paramilitares presos indica claramente la voluntad de establecer un paralelismo entre ambos procesos: presos a cambio de armas. Ello es coherente con la lógica de la pacificación, pero el Sinn Fein ha intentado que el paralelismo se establezca con otras reivindicaciones: la retirada del Ejército británico, la disolución de la policía local, etcétera. Detrás de ese planteamiento está la obsesión del IRA, como de todos los grupos terroristas, por que se reconozca que su recurso a la lucha armada estuvo justificado.

No es casual, por ello, que Adams y McGuinness se nieguen a relacionar la entrada en el Parlamento y el Gobierno de Irlanda del Norte con la entrega de las armas. La no participación en las instituciones autonómicas -de soberanía compartida- ha sido siempre un sello ideológico del Sinn Fein y el IRA y, de hecho, la ruptura de 1969 entre oficiales y provisionales tuvo como pretexto inmediato la voluntad de los primeros de renunciar al abstencionismo tradicional respecto a las instituciones nacidas de la partición de 1921. Tras la firma de Viernes Santo, el IRA aprobó una reforma de sus estatutos para autorizar la participación en el Parlamento de Stormont de sus miembros con doble militancia. La justificación teórica fue que merced a la lucha armada habían conseguido la posibilidad de seguir luchando pacíficamente por sus ideales. La realidad es que acuerdos similares al actual estuvieron próximos ya en 1974, pero admitirlo significaría reconocer que no había motivo suficiente para prolongar el conflicto durante 20 años. Y aún falta tiempo para que el IRA y sus colegas militaristas protestantes acepten esa evidencia: lo mismo que ocurre en esta Pascua de 1999 en otros lugares de Europa.

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