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La pasión kurda

Antonio Elorza

Un colaborador de este periódico recomendaba hace unos días a quienes nos ocupábamos del tema vasco que con la tinta cargásemos la pluma de "distancia e ironía". Era de todo punto conveniente bajar el tono del debate, recomendación dirigida inequívocamente a quienes califican de "jacobinos", por no llamarles españolistas, empeñados en mantener a toda costa la Constitución y el Estatuto. El espíritu de cordialidad que preside el artículo constituye en sí mismo una invitación a discutir lo bien o mal fundado de esa iniciativa. Para empezar, lo de "jacobinos" no sólo encierra una carga peyorativa al hablar de la respuesta a reivindicaciones nacionalistas, sino que es del todo inexacto. Entre quienes critican con dureza la política del frente de Lizarra, hay defensores de la españolidad del País Vasco, vasquistas con diversos matices, e incluso quienes apoyamos desde hace muchos años una construcción nacional vasca, si bien profundamente diferenciada de un nacionalismo dominante que no viene de barbarie ancestral alguna, sino por desgracia de un pensador y político de extrema derecha de fines del siglo XIX. Creemos que a pesar del terrorismo las dos décadas de autonomía han sido un periodo positivo de recuperación nacional y que la autonomía por muchas razones, entre ellas la fragmentación histórica de Euskal Herria, es un marco mucho más favorable para la construcción nacional -incluida la articulación con el País Vasco francés a partir de un Departamento vasco hoy bloqueado por los planteamientos radicales-, que el modelo exclusivista que plantean PNV, EA y EH: una Microserbia con frontera delante de Logroño y los objetivos políticos de erradicar cuanto de español quede en su territorio, y de izar la bandera del irredentismo en pos de un zazpiak bat inalcanzable.La reivindicación del nacionalismo sabiniano logra conciliar medios y fines sólo en el plano de lo imaginario. De ahí que al plantearse de forma radical, como ahora ocurre, el recurso a la violencia sea en la práctica inevitable. Con los alevines de terroristas como punta de lanza, la oleada de atentados contra políticos de PP y PSOE tiene una única lectura: quien no es nacionalista sobra en Euskadi y sólo habrá paz si el nacionalismo sabiniano impone sin obstáculos sus metas políticas. Esto es nacionalsocialismo puro y duro, practicado por unos, y justificado de hecho por quienes fueran nacionalistas demócratas al echar la responsabilidad sobre el Gobierno de Madrid. No hay, pues, demasiado espacio para la ironía. En un escenario de incendios selectivamente provocados, agresiones físicas y amenazas, donde quienes las denuncian son acusados de "linchamiento mediático" y los líderes del PNV desfilan con fotos de etarras y anuncian una protesta generalizada contra una detención de terroristas, el buen humor y el distanciamiento sobran. Más aún si se tiene en cuenta la esquizofrenia que en temas como la autodeterminación o los presos el mensaje sabiniano provoca en la sociedad vasca. El irresistible ascenso de este front national viene sólo a recordarnos que la división en Euskadi no tiene lugar hoy entre nacionalistas y españolistas, sino entre sabinianos y demócratas, con los segundos en posición cada vez más difícil.

El último espacio para la ironía corresponde a la pasión kurda que últimamente ha afectado a dirigentes y publicistas del PNV. Supuesto que ni Arzalluz ni Egibar tienen nada del personaje de Antonio Gala, las razones han de buscarse en otro terreno. No desde luego en la intención de conseguir mejorar la dramática situación del pueblo kurdo en Turquía, porque en este sentido la presión sobre el Gobierno español y la UE sería el cauce adecuado, pensando en los resultados positivos que acaba de lograr Palestina. Lo que necesitan tanto los kurdos como el propio régimen parlamentario turco es una solución democrática, que desde luego no vendrá de actos testimoniales como la reunión de una Asamblea que capitalizará el PKK partidario de la lucha armada. Claro que si se trata de hacer de Euskadi el foco de un internacionalismo de tales fuerzas y de crear dificultades graves a Madrid, la provocación está bien elegida. El PNV y EA juzgarán si esa vía tiene algo que ver con el europeísmo democrático que dicen profesar.

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