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Enmascarados inmobiliarios

Las sentadas juveniles, las manifestaciones, incluso las cordadas en fachadas de edificios han quedado anticuadas. Un grupo anónimo ha revolucionado esta última semana el mundo de las protestas con un nuevo sistema. Según se ha demostrado, consigue los efectos que siempre buscan este tipo de acciones: la publicidad. El método es sencillo. Sólo se requiere que haya una demanda social, el sello oficial de la institución a la que se pretende desprestigiar, un texto impactante, un teléfono de contacto al que martillear y un buen número de voluntarios que empapelen la ciudad de carteles en cuestión de horas. Con estos ingredientes, un grupo de jóvenes no identificados repartió el viernes por Vitoria unos 2.000 carteles falsos, donde se ofrecía "un número ilimitado" de pisos de protección oficial a 5,7 millones de pesetas. El texto parecía verídico, porque llevaba el sello del Ayuntamiento y de la Agencia Municipal de Renovación Urbana. La misiva llegó a miles de vitorianos y a su punto más sensible. Porque la vivienda es el punto clave de la vida municipal y de la próxima campaña electoral. El mercado libre se ha disparado hasta el punto de ser una de las capitales españolas donde más han subido los precios en los últimos años. Miles de ciudadanos picaron en el anzuelo y desde el sábado por la mañana telefonearon sin parar el número indicado. Sólo que los falsificadores, novatos en este nuevo sistema, cometieron un error. Se equivocaron en la primera cifra y, en vez de fastidiar a la oficina municipal, enviaron la marabunta de demandantes de vivienda a un teléfono particular. Una familia del barrio de Santa Lucía recibió cientos de llamadas, hasta que optó por desconectar la línea. El lunes se aclaró parte del entuerto, cuando el responsable de la Agencia de Renovación Urbana, José Echeandía, aclaró que el consistorio nada tenía que ver con el anuncio. En caliente, el concejal del PNV anunció que pediría a la Policía Local que atrapara a los autores del engaño. Ayer, el alcalde, José Ángel Cuerda, templó los ánimos al renunciar a la vía judicial. Los autores de los carteles también quisieron dar ayer la cara. En realidad, es una forma de hablar, porque las 31 personas que comparecieron ante la prensa enseñaron el mismo rostro: un enorme signo de interrogante en una careta con forma de casa, que ocultaba su verdadera identidad. Dos portavoces leyeron una nota que negaba que su acción se tratara de una broma. Era, decían,una forma de protestar contra la carestía de la vivienda en Vitoria. Aunque su aspecto hacía pensar en veinteañeros de tendencia abertzale, no quisieron desvelar a qué colectivo representan. Culparon de la "grave" situación a Caja Vital, por dedicarse a "especular con terrenos públicos", a las "imparables y competitivas constructoras e inmobiliarias" y al Ayuntamiento por "olvidarse de garantizar el derecho a la vivienda digna". También acusaron a los medios de comunicación de malinterpretar su espectacular acción. Minutos después, y sin conocer aún las quejas de ese colectivo, el alcalde anunció que antes de junio preparará un paquete de medidas que permitirán iniciar la construcción de 10.000 pisos en los próximos "dos años o dos años y medio". Además, erigió a Vitoria como "referencia" y "ejemplo" en materia de vivienda. Estas opiniones tan antagónicas demuestran que el debate podría seguir hasta el infinito.

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