Martín Almagro, destituido como director del Museo Arqueológico

El arqueólogo Martín Almagro, de 52 años, catedrático de Prehistoria en la Universidad Complutense de Madrid, fue destituido ayer como director del Museo Arqueológico Nacional, de Madrid, cargo que asumió el pasado 1 de agosto. El director general de Bellas Artes, Benigno Pendás, admitió que había sido "un error" el nombramiento, al carecer de "capacidad de gestión"."Martín Almagro es un buen científico pero no ha presentado ningún documento para una reforma racional y sensata del museo", afirmó Benigno Pendás. Un mes antes de su nombramiento oficial, Martín Almagro había declarado que el Arqueológico se encontraba en "quiebra técnica". Desde su cargo ha insistido en diversas ocasiones en la ausencia de investigación, la falta de autonomía administrativa y de salas de exposiciones. Es partidario del préstamo de piezas como la Dama de Elche cuando significa "unidad y cultura".

Martín Almagro declaró ayer por la tarde, desde su trabajo como académico anticuario del museo de la Real Academia de la Historia, que todo ha sido un "problema de coherencia". A falta de recibir la destitución por escrito, dijo que como arqueólogo se remitía a los hechos -"todavía no me han dado explicaciones"-y no a los temas políticos.

"He propuesto poner en marcha el museo, una de las grandes instituciones del país, que ahora tiene una gestión obsoleta, la convocatoria del patronato, que no se reúne desde 1981, y que se convierta en un centro de investigación y de exposiciones", declara Martín Almagro. "No se puede hablar de pasividad por mi parte. El Ministerio de Cultura no ha movido pieza. No se ha hecho nada. No se ha resuelto ninguno de los problemas y sigue la quiebra técnica, salvo en aspectos de personal, en un museo que ha cerrado salas 500 veces por falta de vigilantes".

El próximo director saldrá entre los profesionales de la arqueología y facultativos de museos. Benigno Pendás afirma que el Arqueológico es prioritario porque significa la historia de España y se tiene que dirigir con un sentido de política cultural de Estado.