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CLÁSICA

Música intensa al margen de lo cotidiano

Durante tres días se presenta en Madrid una de las figuras determinantes de la contemporaneidad musical: Karlheinz Stockhausen. Tiene ahora 70 años y continúa en primer plano de actualidad y en vivo ritmo creativo. En la sala de cámara del Auditorio Nacional, en unión de su hijo el excelente trompetista Markus (Colina, 1958), la refinada flautista Kathinka Paasver y la impecable clarinetista Susanne Stephen, gobernó la exposición de cuatro obras creadas entre 1975 y 1986. Desde el patio de butacas, el compositor contribuye fundamentalmente a las versiones controlando el sonido y la luminotecnia.Ante un público entusiasta que abarrotó el local y aplaudió largamente al autor y sus intérpretes, se desarrolló un programa que podríamos denominar amable. Por una parte, se trata de obras de cámara aunque en algunos casos se añada la electroacústica y una cierta acción; por otra, el tiempo no pasa en balde y Stockhausen, dominador de múltiples corrientes, "inventor y descubridor" de soluciones que muchos han adoptado luego, mide sabiamente y en cada caso el tono, la fusión, el acento y la orientación de su repertorio original.

Poco tiene que ver el acontecimiento de ahora con la primera aparición de Stockhausen en Madrid a finales de 1961, en compañía de David Tudor y Christoph Caskel, traídos por el grupo Alea, la Sociedad Cantar y Tañer, Radio Nacional, Juventudes Musicales, el Instituto Alemán, el Ateneo y la Sociedad Internacional de Música Contemporánea, pues ahora el factor sorpresa es lógicamente menor mientras aumenta la media de apreciación. Nos visitó de nuevo Stockhausen por varios días en 1969 y así conocimos directamente una parte significativa de su producción hasta entonces, desde las Klavierstücke, iniciadas en 1954, hasta Aus sieben Tagen, de 1968 y que, al igual que Stop, constituían primicias mundiales, cosa que suele olvidarse por los comentaristas.

Inconformismo

Dice el compositor José Manuel López, en su orientadora monografía sobre Stockhausen, que "sería imposible pensar en una escuela", ya que debería partir y replantearse desde cada una de las obras y pasaría por el concretismo, la electroacústica, la aleatoriedad, el espacialismo, la representación y tantos nuevos replanteamientos, por usar el término de Guezec. El fascinante conjunto otorga razones a la previsión de futuro hecha por Stockhausen: "Europa puede permitirse el lujo de vivir durante algún tiempo de las rentas del pasado. Nosotros los artistas tenemos el deber de proporcionar a la sociedad, incluso si las niega, las obras que le serán imprescindibles en 50 años o antes".

Aquí las tenemos ya, aceptadas y asimiladas por una parte importante de esa sociedad que, a buen seguro, no va a escandalizarse ni siquiera con las más osadas y complejas audacias, ni con los mensajes menos tranquilizantes. En todo lo escuchado en el primer concierto de esta serie -impulsada por Pérez de Arteaga y acogida por Promúsica- en versiones rigurosamente magistrales, hay mucho más inconformismo del que a primera vista pueda parecer. Bijou, para flauta alta, clarinete bajo y cinta magnética, pertenece como Xi, a Licht (Luz), la totalizadora invención en la que desde hace años trabaja Stockhausen, mientras da a conocer las partes terminadas. Al final, tendremos una suerte de gran compendio o doctrina definitiva del pensamiento musical y de los procedimientos consecuentes del músico alemán.

Aries y Tierkreis pertenecen al mundo de Zodiaco, aludido a través de los distintos meses y los correlativos caracteres. "Al componer cada melodía", escribe Stockhausen, "pensaba en la naturaleza de los niños, amigos y conocidos nacidos bajo cada signo". Es, pues, una nueva manera de entender el humanismo musical, mágica, precisa y adivinatoria, que convenció y encandiló a los oyentes. Todos tenían conciencia de enfrentarse con algo fuertemente diferenciado de la música de todos los días. Al atractivo de la belleza se sumaba la delectación del descubrimiento.

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