Schröder seduce a los empresarios ante el pánico de los Verdes
La salida de Lafontaine revoluciona el panorama interno alemán
La política se ha hecho más dinámica en Alemania, e incluso parece haber salido de un cierto callejón sin salida, tras la marcha del ministro de Hacienda y jefe del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), Oskar Lafontaine. Ahora que la fuerte personalidad del ministro y la tozuda defensa de sus convicciones no polarizan el debate público, otros actores han comenzado a perfilarse con mayor nitidez.
Esta semana ha sido rica en indicios de que políticos y representantes de la economía toman posiciones en torno al canciller Gerhard Schröder, coquetean con él, le insinúan veladas amenazas e intentan presionarle, ya sea por necesidad de supervivencia, ya para aprovechar las oportunidades que se intuyen tras la marcha de Lafontaine.Schröder puede configurar la política casi a su medida si sabe integrar las variadas fuerzas que hoy reclaman su atención en torno a objetivos comunes (descenso del desempleo, por ejemplo). Por ver está si el canciller es capaz de "practicar el juego sofisticado con múltiples registros" que le exige la modernización de la economía social de mercado a la alemana. Tanto el ala izquierda del SPD como los Verdes, el socio menor de la coalición, han vivido como una amenaza la dimisión de Lafontaine. Las Juventudes Socialistas (los jusos), que representan el ala izquierda, quieren votar en contra de Schröder en el congreso extraordinario del SPD. El resultado que obtenga Schröder el 12 de abril indicará la fuerza que tienen los sectores izquierdistas. Los analistas señalan que no existe hoy una figura capaz y deseosa de liderar la resistencia a un proyecto de modernización del partido que incluye atraer al empresariado.
Los Verdes, en fase de redefinición, temen que Schröder les abandone un día por los liberales, el socio habitual de las coaliciones. Eso explica que los Verdes hayan jugado sus cartas en un doble sentido esta semana. Los más realistas han indicado claramente que están dispuestos a competir con los liberales e incluso a agradar al empresariado. En este marco se inscribe un documento verde que coincide en gran parte con las reivindicaciones del empresariado, propone rebajar los impuestos máximos a los empresarios al 35% y mejorar las condiciones para la inversión, así como practicar una política de creación de puestos de trabajo y reforma del estado social alemán.
Otras señales
Dentro de los Verdes, y en solitario, el ministro del Medio Ambiente, Jürgen Trittin, representante del ala fundi (fundamentalista), emitió otro tipo de señales. En el semanario Stern Trittin consideró "totalmente posible" un acercamiento entre los Verdes y la Unión Cristiano Demócrata (CDU, derecha) tras la retirada de Lafontaine, y dijo que "a medio plazo" da igual si el socio de la coalición es el SPD o la CDU, ya que "los dos cada vez se parecen más". Trittin cree que la marcha de Lafontaine dificultará la situación de los Verdes en el Gobierno.
La marcha del titular de Hacienda ha envalentonado a representantes del capital y muchos han llegado a pensar que el canciller se ha convertido en un prisionero de los industriales. Manfred Gentz, el jefe de la automovilística Daimler Chrysler, escribió a Schröder para pedirle una revisión de la reforma fiscal y amenazó veladamente con emigrar. "Si no se encuentra una regulación razonable", afirmó el ejecutivo, "puede suceder que las centrales de los consorcios y la dirección de los mismos busquen su sede fuera de Alemania".
El Gobierno no ha cedido ante las presiones de la industria para que retirara los proyectos de ley de reforma fiscal, que el viernes se aprobaron en el Bundesrat (Cámara de los länder). El Ejecutivo ha prometido, no obstante, compensar (con una futura rebaja fiscal) las nuevas cargas que recaerán sobre los grandes consorcios.
En la política alemana el juego no ha hecho más que empezar. "Necesitamos un cambio de paradigma", ha dicho el asesor empresarial de Shcröder Roland Berger. Berger, un ejecutivo de éxito que renunció a ser ministro federal, cree que el canciller llegará "tras cierto tiempo" a dirigir el partido "con tanta fuerza" como Kohl en la CDU. Otra cosa es si podrá reformar la socialdemocracia alemana como Tony Blair el Nuevo Laborismo. Berger tiene ahí más dudas. "Me temo", decía, "que las cargas y el gusto por el poder como canciller son demasiado grandes para reflexionar sobre un programa del partido que indique el futuro y para abogar por una nueva política sistemáticamente".
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