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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sin motivo y sin futuro

LOS PILOTOS de Iberia, agrupados en el Sindicato de Español Pilotos de Líneas Aéreas (SEPLA), amenazan frecuentemente con amargar las vacaciones de los ciudadanos españoles convocando huelgas con pretextos cada vez más inconsistentes. Acaba de anunciar una de ocho días, entre el 27 de marzo y el 1 de abril. En esta ocasión, los motivos esgrimidos para la huelga son el injustificado retraso en la negociación del convenio de Iberia y la contratación de 12 pilotos en Binter Mediterráneo y Binter Canarias que no se han incorporado al escalafón de Iberia.Pertrechados con estos argumentos, los pilotos, empleados privilegiados de la línea aérea española, se disponen a sembrar el caos en los aeropuertos, irritar a los viajeros y tomarlos como rehenes para presionar a la compañía, que perderá unos 15.000 millones si se concreta la amenaza. Los representantes del sindicato ya han reconocido que la huelga es "impopular", aunque se declaran obligados a hacerla.

La pasmosa futilidad de algunos de los motivos aducidos por los pilotos en ésta y otras convocatorias de huelga indica claramente que son simplemente una coartada laboral para encubrir otros fines. Nadie en su sano juicio puede convocar una huelga para exigir que se acelere la negociación de los flecos o cuestiones menores de un convenio. El argumento de los contratos de pilotos de Binter, que, según el SEPLA, deberían quedar sometidos a escalafón, se aproxima más a lo que el sindicato pretende con esta convocatoria, que es la defensa de los privilegios de los pilotos, que se comportan como un grupo de profesionales que no quiere perder ni una sola de las prebendas acumuladas durante decenios de compañía aérea única, con independencia de quién pague esos privilegios y a costa de los servicios de los viajeros.

Hay que tener en cuenta, además, que Iberia está al borde de una privatización y que, por lo tanto, las reglas del mercado aéreo van a cambiar. El poder del SEPLA empezará a derrumbarse con esta privatización y se disolverá del todo cuando aumente el número de compañías aéreas que operan desde España. Hay que interpretar, pues, su amenaza de huelga como la última demostración de fuerza que pueden realizar ante una compañía pública. Pero la inminencia de la pérdida de poder no mitiga la perversidad social de esta convocatoria. Por el contrario, la aumenta. Del mismo modo que el chantaje in extremis de los pilotos tampoco justifica la displicente actuación de Iberia.

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