_
_
_
_

El gran desliz de Reagan

EE UU todavía no tiene pruebas para detener al espía que ayudó a China a fabricar bombas nucleares

Obsesionado por reforzar el poderío militar de Estados Unidos frente al imperio del mal soviético, Ronald Reagan descuidó en los años ochenta su seguridad en el frente asiático y se dejó birlar por China el secreto de la miniaturización de sus cabezas nucleares. Interesado en construir una relación estratégica con Pekín, Bill Clinton intentó enterrar ese escándalo en los noventa y reaccionó con lentitud a los fallos descubiertos en la seguridad de sus laboratorios nucleares. Ésas son las primeras conclusiones que podían adelantarse ayer del caso de espionaje chino en el laboratorio de Los Álamos, el más espectacular de nuestros tiempos. Altos funcionarios norteamericanos del Consejo Nacional de Seguridad y el departamento de Energía confirmaron a The New York Times, The Washington Post y CNN la información adelantada en exclusiva el sábado por el primero de esos medios: China, a través de un topo introducido en el laboratorio de Los Álamos, en Nuevo México, robó a mediados de los ochenta el secreto de la fabricación de la nueva generación de armas nucleares. Desde Pekín, Tang Jiaxuan, el ministro chino de Exteriores, tildó de "irresponsables y sin fundamento" esas informaciones.La fórmula transmitida a Pekín por su topo en Los Álamos fue la de la miniaturización de las bombas nucleares, que permite colocar en un mismo misil balístico varias cabezas que pueden ser dirigidas a objetivos diferentes. Las nuevas cabezas nucleares en miniatura, las del tipo W-88, miden 0,78 metros y pesan 135 kilos, en contraste con los 3,15 metros y 4.005 kilos de las primeras bombas atómicas. Desarrollan, sin embargo, una potencia destructora entre diez y veinte veces superior a la del artefacto que arrasó Hiroshima. "Estamos ante un caso mucho más dañino para la seguridad nacional que el de Aldrich Ames", dijo ayer Paul Redmond, ex jefe de los cazadores de topos de la CIA. Redmond desenmascaró a Ames, el oficial de ese servicio de inteligencia estadounidense que durante años trabajó para los soviéticos. "La rapidez con la que los chinos han desarrollado la nueva generación de cabezas nucleares permite deducir que alguien les pasó la fórmula". El espionaje norteamericano empezó a darse cuenta en 1995, cuando, al analizar el arsenal de Pekín, se percató de que disponía de un prototipo de cabeza nuclear en miniatura muy semejante a la última generación norteamericana: la de las W-88. Una investigación posterior descubrió que Pekín se había hecho con esta tecnología a partir de una fuente del laboratorio de Los Álamos, donde en los años cuarenta se desarrolló el Proyecto Manhattan, que condujo a la fabricación de la primera bomba atómica y donde EE UU sigue desarrollando parte de su potencia nuclear. El presunto traidor es un científico norteamericano nacido en Taiwan, que, desde comienzos de los ochenta y hasta hace poco, trabajaba en el departamento más secreto de Los Álamos: el de diseño de nuevas armas nucleares. El FBI empezó a sospechar de él en 1996, pero todavía no lo ha detenido por falta de pruebas. Hace diez días, según The Washington Post, ese científico, cuyo nombre no ha sido facilitado, no superó la prueba del detector de mentiras. Clinton fue informado del caso en 1997, poco antes de la primera cumbre entre EE UU y China en ocho años. Su reacción fue ordenar la mejora de la seguridad en los laboratorios nucleares y decidir que no se diera publicidad al incidente. Pretendía salvar uno de los ejes de su política internacional: "una relación estratégica" con Pekín. La Casa Blanca negó ayer haber arrojado tierra sobre el caso para no alterar sus tratos con China. Es ésa una acusación muy delicada para un Clinton que ya se enfrenta a críticas por haber aceptado fondos chinos para su campaña electoral de 1996 y por haber autorizado a empresas norteamericanas el traspaso a Pekín de tecnología para mejorar el lanzamiento de cohetes y misiles. Pero Sandy Berger, jefe del Consejo de Seguridad Nacional, y Bill Richardson, secretario de Energía, confirmaron a The New York Times que hubo un retraso importante en la mejora de la seguridad en las instalaciones nucleares. La entrada en vigor de la directiva presidencial PDD-61 y el nombramiento del ex agente del FBI Edward Curran como responsable de su aplicación se produjeron nueve meses después que la Casa Blanca hubiera sido puesta al corriente de las brechas existentes en Los Álamos. James Liley, ex jefe de la CIA en Asia y embajador en Pekín entre 1989 y 1991, declaró que la principal preocupación del espionaje chino es introducirse en el aparato militar e industrial de EE UU.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_