Los puntos débiles
EL TONO triunfal que el Gobierno y el Partido Popular han aplicado al tercer aniversario de su victoria electoral no ha conseguido tapar con sus innegables éxitos económicos los puntos débiles de su política. Uno de ellos es la fragilidad de la estructura del Estado, por más que el presidente Aznar -con esa querencia suya a dar por inexistente lo que no le gusta o le place- haya rechazado en su entrevista en Antena 3 que el Estado de las autonomías pase hoy por un momento delicado ante el reto de los nacionalismos. Esa visión rosa le lleva incluso a afirmar, sin que le tiemble la voz, que es difícil encontrar en este terreno un momento tan favorable como el que vivimos ahora.En un momento en que al PP se le viene encima el caso Zamora, y cuando el juez del Supremo que investiga este asunto de supuesta corrupción política ha decidido abrir brecha en las cuentas bancarias del partido en esa provincia, los máximos dirigentes del partido no van a variar seguramente su tono triunfal. Seguramente tampoco tendrán empacho en encuadrarlo en ese "clima artificial de corrupción" que, a su juicio, quieren crear los socialistas a toda costa en torno al PP. Incluso es posible que si, a pesar de todo, el caso se vislumbra feo, se refuerce la posición de quienes aconsejan adelantar las elecciones con el argumento de que el futuro nunca será tan favorable como el presente. Si Aznar se resiste es, entre otras cosas, porque no es fácil dar con un argumento capaz de ligar esa razón partidista con el interés general en nombre del cual debería justificar su decisión. Además, como comprobó Chirac, los datos de los sondeos nunca son suficientemente seguros.
En todo caso, la fragilidad que aqueja al sistema autonómico puede convertirse en el principal factor de inestabilidad en lo que queda de legislatura. Las concesiones sin resistencia hechas al comienzo para garantizar la mayoría parlamentaria tuvieron el efecto de romper el consenso autonómico entre los grandes partidos y, por otra parte, radicalizar las reivindicaciones nacionalistas hasta desbordar los marcos estatutarios, que un día sí y otro también se presentan como inservibles. Toda la delicada arquitectura del sistema autonómico está hoy sometida a tensiones que pueden generar una carrera incontrolable de emulación y agravios. El Gobierno ha tardado demasiado en entenderlo, o tal vez ha preferido pagar ese peaje a cambio de asegurar su continuidad.
Otro punto débil del PP es su dificultad para acreditar un perfil centrista, sin el cual los expertos consideran difícil alcanzar la mayoría absoluta. El último sondeo del CIS, el más favorable para el Gobierno en estos tres años, sólo registra un avance de 2,3 puntos respecto a los resultados obtenidos en 1996 y un retroceso de dos puntos del PSOE. Los mismos que ahora le aconsejan adelantar las elecciones reprocharon a Aznar no haber perseverado en la estrategia de oposición de la oposición que marcó su política a partir de 1997. Polémicas falsas como la supuesta amnistía fiscal, episodios como la famosa guerra de los fiscales o la batalla digital, además del permanente intervencionismo en los medios de comunicación, incluida la filtración alevosa de informes oficiales convenientemente manipulados, han acreditado un talante autoritario y sectario de los gobernantes y han devuelto la vida política española a los niveles de crispación de un pasado todavía reciente.
El mismo Aznar que en 1997 se veía como último bastión de la derecha en Europa se descubrió un año después como centrista, y para legitimarse relevó a Cascos de la secretaría general del partido y sacrificó a Rodríguez y López Amor. Pero de aquellos vientos han quedado enormes lodos en la sociedad española. Y cada vez hay más indicios de que en el entorno de Aznar se mueven a sus anchas quienes pusieron en pie dos años atrás una banda mediático-político-judicial que parecen empeñados en reactivar.
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