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Reportaje:DESVÁN DE OFICIOSHERRERO

"La fragua ya sólo da para las copas"

Félix Colmenarejo atiza el horno y golpea el yunque en su herrería de Colmenar Viejo (Madrid), pero la labor escasea

Vulcano vive en Colmenar Viejo. Como en las viejas leyendas mitológicas, atiza el fuego de la fragua y recibe la visita de Venus, convertida en la chica de los calendarios picantes que decoran los muros. Este vulcano, que ejerce a tiempo parcial, se llama Félix Colmenarejo y convierte su nombre en adjetivo cuando el martillo golpea sobre el yunque.Ese ruido metálico es el sonido de su vida. El niño Félix pisó su primera fragua cuando tenía 11 años y, con los 57 cumplidos, sólo ha permanecido lejos del hierro candente algunas temporadas, para dedicarse a un material aún más antiguo: la piedra.

"Yo iba para trillador, pero me caí del caballo y me lesioné el tobillo para siempre. Entonces, mis padres me mandaron de pinche a la fragua del tío Benito y allí aprendí el oficio", relata el señor Colmenarejo. El crío empezó por acarrear el agua desde la fuente, luego aventó el fuego y, por fin, moldeó el hierro.

"En los años 50 había 13 fraguas aquí, y las 13 tenían de qué comer", recuerda el herrero. En aquella época, Colmenar era un pueblo "con charcos en las calles" y sin urbanizaciones de chalés adosados. La gente, que se ganaba la vida con el campo o con la piedra, no imaginaba que el pueblo llegaría a rondar los 30.000 habitantes de ahora.

El duro y abundante granito de la zona proporcionaba trabajo de sobra a los herreros. En sus yunques reparaban, sobre todo, los puntales metálicos con los que se ejercía la cantería. Así las cosas, Félix decidió cambiar de bando y, al tiempo, retrocedió de Edad. De la del Hierro a la de la Piedra. Abandonó el fuego de la fragua para hacer adoquines, cortar bordillos, labrar bloques o colocar mampuestos. En eso estaba cuando se casó.

La llegada de cuatro hijos en cinco años hizo que Colmenarejo se agarrara a un clavo ardiendo para apuntalar la economía familiar. Volvió la vista a su antiguo oficio, que siempre quiso como a un primer amor. "Me construí mi propia fragua en 1964, para ganarme unas pesetas más reparando herramientas. Eso tenía entonces mucho tiro y a mí siempre me había gustado".

Durante casi tres décadas, don Félix fue cantero de mañana y herrero de tarde. Hace poco más de seis años, con los hijos ya casados, cambió el oficio matutino por el de barrendero -"más descansado y seguro"- pero mantuvo la fragua vespertina. Cada tarde, el señor Colmenarejo acude a su cita con el yunque en la calle del Capitán, 12. Más allá del dintel de piedra se abre un pasillo angosto que desemboca en la fragua ennegrecida. Es una habitación pequeña, presidida por el hogar. Ante él, un tocón soporta la bigornia (yunque con dos puntas) que don Félix compró de segunda mano al tío Dientes cuando se retiró. Contra los muros se apoyan picos, tenazas o azadas.

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El herrero no siempre enciende el fuego: el trabajo escasea. Pero siempre abre la fragua, por si llega algún encargo, como el del cerrajero que ahora asoma para pedir una abrazadera.

-¿Qué clientela tiene?

-Sobre todo, gente de la construcción. Me traen los picos y punteros de las taladradoras que rompen el hormigón para que yo se los avíe.

-¿Y cómo se avía un pico?

-Lo meto entre las brasas y luego le vuelvo a sacar la punta golpeandolo con el martillo sobre el yunque. Por eso cobro 550 pesetas. A mi me parece que es más rentable arreglarlo que gastarse 3.700 en un pico nuevo, pero hay quien tira la herramienta.

-¿Cuánto tiempo le lleva?

-Depende de lo que tarde en calentar el horno y de las ganas de dar martillazos que tenga yo.

Don Félix, uno de los escasos herreros de la región y el único en Colmenar Viejo, ya no avía aperos de labranza. Los dos arados de reja que esperan contra la pared servirán para decorar una casa. "Con los tractores, ya no se usan esas cosas". Su gran fuente de trabajo, la herramienta para la piedra, también vive horas bajas. "En Colmenar sólo queda una cantera, y es para sacar material para las carreteras. Además, la cantería se ha modernizado y se usan muchas máquinas".

-¿Se puede vivir de la fragua?

-Yo la tengo más por afición que por rendimiento. Da algo, pero sólo para copas. Y encima me las ha quitado el médico.

-¿Y la forja artística?

-No la quiero, porque es muy entretenida.

Don Félix tampoco busca clientela en el mundo hípico. Las herraduras son de fábrica.

-¿Qué requiere este oficio?

-Fuerza y técnica, porque la misma operación no siempre se hace de la misma manera.

-¿En casa del herrero, cuchillo de palo?

-No, en la mía son muy buenos.

-¿Le gustaría tener aprendiz? -Sí, aunque no he encontrado ninguno, y lo he buscado. Me da pena que desaparezca el oficio, pero a los chavales no les interesan estas cosas. Ahora se trabaja menos con las manos.

Repican las campanas de la iglesia: es hora de cerrar la fragua por hoy. Dentro queda un oficio que se mantiene más como apellido. El fuego de Vulcano se extingue lentamente.

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