El Rey, Pujol y el catalán
Los nacionalismos, como cualquier opción política, pueden ser objeto de crítica. ¡Faltaría más! Como todo. Sólo que la crítica a los nacionalismos, como las críticas a cualquier cosa, deben ser razonadas y argumentadas. Al menos uno, en su modestia, así lo entiende. Razonadas y argumentadas y no basadas en la falsificación de la historia. Oponerse a los nacionalismos vasco, catalán o gallego y pedir que hay que frenarlos como sea puesto que no tienen razón de ser porque "el Estado Español, en su factura moderna, tiene 500 años", aparte de una falsedad histórica, dicho por un intelectual, por una persona ilustrada que sin duda conoce la historia de España, no es otra cosa que una manipulación intencionada de la misma. Porque, si esa factura moderna del Estado Español tiene 500 años, hace poco menos de 300, antes de la Guerra de Sucesión, ya gozaría el estado de esa factura moderna de la que venimos gozando desde hace 500 hasta nuestros días. Lo que uno no entiende es cómo, cuando desde el nacionalismo catalán, mallorquín o valenciano, se pide que la factura del Estado actual se adecúe a la que había en los años anteriores a la Guerra de Sucesión, anteriores al Decreto de Nueva Planta, se pone el grito en el cielo. Si la factura moderna del Estado existe, sin solución de continuidad, desde hace 500 años... ¿a qué vienen tantos aspavientos? Sencillamente: vienen a cuento porque eso de la factura moderna desde hace cinco siglos no es otra cosa que una solemne falacia. Falacia a cuya difusión se dedica con empeño, un día sí y otro también, el locutor que dirige el programa La linterna que cada noche emite la COPE. Es un disco rayado de tanto como lo ha utilizado -y sigue utilizando- el nacionalismo español. Por eso están tan interesados en eso de la "enseñanza de las humanidades" diseñadas desde el ministerio de Madrid. Para que siga sonando el disco de siempre. No quieren que se descubra la història que ens han amagat. En eso estamos cuando al president Pujol, en declaraciones a Catalunya Ràdio, se refiere a lo importantes que son los gestos del Rey y a título de ejemplo dice lo siguiente: "si el Rey y el Príncipe Felipe utilizaran la lengua catalana y la lengua castellana, al cincuenta por ciento en sus parlamentos cuando visitan Catalunya, de cara al resto de España tendría un gran efecto para el reconocimiento del hecho lingüístico catalán". Y añadió que el uso esporádico que del catalán hacen en sus discursos tanto el Rey como el Príncipe "ya ha tenido un efecto positivo aunque a mí me gustaría que lo hicieran más". "¡Vade retro!". ¡Ahí es nada! Salieron de inmediato los defensores de las esencias patrias a sus páginas de prensa o ante sus micrófonos, a poner el grito en el cielo. "Pujol hace cómplice a la Corona de su política". "Pujol implica al Rey". "Pujol implica a la Corona en su política concreta". "Pujol pide al Rey que el 50% de lo que diga en Catalunya sea en catalán"... y bla, bla, bla... ¡Hombre!, el president Pujol es un político consciente, y con la suficiente experiencia y tacto, para no hacerle peticiones al Rey a través de la prensa. Tiene el acceso directo a la Zarzuela lo suficientemente expedito para exponerle o sugerirle directamente al Rey, aquello que crea conveniente. A ver si ponemos un poco de sentido común en lo que se dice. En las palabras citadas textualmente más arriba, pronunciadas por Pujol, lo que se advierte, más que una petición no es otra cosa que la manifestación de un deseo: "Si el Rey y el Príncipe utilizaran... tendría un gran efecto...". Son condicionales surgidos a lo largo de una entrevista radiofónica que expresan, sencillamente, un deseo puesto como ejemplo. No importa. Había carnaza suficiente para que las mentes más preclaras del antinacionalismo militante procediesen a la manipulación de costumbre. Ya me he referido a las acusaciones de que el president Pujol quería hacer cómplice de su política a la Corona. Luego vino toda la cascada de despropósitos de siempre. "Pujol es un megalómano y acabara pidiendo que las encíclicas del Papa sean en catalán", se proclamaba por un predicador de La Linterna de la COPE. Un afamado sociólogo, en la misma cadena, afirmaba que lo que Pujol pretende es la inmersión lingüística del catalán en toda España. En La mañana, un ferviente defensor, otrora, de la "democracia orgánica" pedía que también, cuando el Rey vaya a Murcia, que hable en panocho(¡!). El director de un periódico mundial alertaba a la audiencia diciendo que, a partir de ahora, "quienes no seamos capaces de expresarnos correctamente en catalán tendremos que ser objeto de sanción como los empleados de las "botigues""... Desde Radio España se pedía que también, cuando el Rey vaya a Andalucía, hable en andaluz y en bable cuando vaya a Asturias. Y en RNE, los despropósitos eran para nota. La verdad es que estos sesudos "analistas", generadores de opinión, se pusieron a la altura, si no los superaron, de los humoristas de El Informal. Luego resulta que, por ejemplo, el Rey de los belgas utiliza el francés y el flamenco, indistintamente, según la lengua del territorio que visite. Y en su discursos de fin de año, utiliza no sólo el francés y el flamenco a partes iguales sino que, al final, pronuncia unas frases en alemán, en atención a los aproximadamente 20.000 belgas que tienen esta lengua como propia. Y no pasa nada. Nadie se rasga las vestiduras. Como dice con mucha gracia mi amiga Pascale Bourgaux, corresponsal de La Libre Belgique en España, el Rey de los belgas no tiene "sexo lingüístico". En fin...
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