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Una caravana de camiones con 240.000 libros recorre Brasil

Juan Arias

En una gran campaña de alfabetización de niños y adultos, animada por Ruth Cardoso -la esposa del presidente de la República, una especie de Hillary Clinton brasileña, conocida por su defensa de las campañas de alfabetización-, una caravana de 16 camiones con 15.000 libros cada uno ha empezado a recorrer los estados más pobres del país. Son los lugares que describe magistralmente la película de Walter Salles Central de Brasil. Hay poblaciones al noroeste del país en las que el índice de analfabetismo total asciende al 70%. Hay niños y mayores que nunca han tenido contacto con las letras o que no saben lo que es tener un libro propio.El Gobierno, en un país donde 53 millones de personas -el 35% de la población- no han cumplido 15 años, no consigue llevar aún la enseñanza a todos, ni siquiera la elemental. Por eso, la educación sigue siendo el gran reto del país calificado de "continente del futuro", ya que, a pesar de contar con 23 millones de personas en la absoluta pobreza, al margen de la sociedad, posee ya tecnologías punta que superan al Primer Mundo. En la Universidad de Río de Janeiro, por ejemplo, se va a proyectar el coche más futurista del planeta.

El gusto por la lectura

En los 16 camiones cargados de libros viajan artistas, payasos, contadores de historias y cantantes, encargados de despertar el gusto por aprender a leer. En algunos casos apoyan a los maestros de las escuelas públicas; en otros tienen que luchar con la indiferencia de las autoridades locales, aunque la población les recibe como dioses. Los organizadores cuentan historias conmovedoras sobre cómo los niños y adultos empiezan a tener contacto con los libros. Una de esas historias es la de Danilo, un muchacho analfabeto de 14 años del pueblo de Varzea de Roca, a 60 kilómetros de Baixa Grande, que participó en una representación de teatro en la calle. Danilo representaba al rey Pantaleón que tenía que hacerle una declaración de amor improvisada a la princesa Josefina. El muchacho se expresó así: "El paraíso es un sustantivo masculino. Si hubiese una contrapartida, serías, tú, Josefina". El chaval fue muy aplaudido. Como cuentan los periodistas Ángela Klinke y Marcelo Min, que están siguiendo la experiencia de cerca,aquel aplauso público a un niño analfabeto representa una revolución social importante. Los libros se prestan durante un mes a los habitantes de los pueblos. La conclusión de la experiencia es que la gente asocia la lectura a los artistas que llegan hasta ellos. Al verlos piensan que, si quieren ser algo en la vida, tienen que empezar por ir a la escuela y aprender a leer y a escribir. Un anciano de un pueblo de 20 casas dijo: "Sólo así nos podemos defender de los poderosos que explotan a los analfabetos".

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