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Reportaje:

El océano del Bósforo

Turquía se aleja de Europa tras la captura de Ocalan sin aprovechar la oportunidad de modernizar el rígido Estado kemalista

Juan Carlos Sanz

ENVIADO ESPECIALEl Bósforo y los Dardanelos parecen haberse agrandado, y entre Turquía y los países de la Unión Europea (UE) se ha abierto un océano de orgullo nacionalista y ardor guerrero, de obsesión por los dobles raseros. En los pocos días transcurridos desde la espectacular captura en Kenia del jefe de la guerrilla kurda, Abdalá Ocalan, Apo, los turcos no han cesado de ondear la bandera de su "mayor hazaña de la historia", Grecia ha tenido que poner a sus tropas en estado de alerta y los Quince han exigido la presencia de observadores ante el tribunal, en el que se sienta un militar, que juzgará al detenido en el penal de la isla de Imrali, el Alcatraz del Mármara.

De la peculiar forma de entender las cosas en Turquía da idea este reciente diálogo de un articulista con el presidente de la República, Suleimán Demirel.

-¿No sería mejor aprobar una ley para evitar que haya jueces militares en el proceso de Ocalan? -preguntaba el informador, preocupado por las críticas europeas.

-Si hacemos cambios en los Tribunales de Seguridad del Estado porque los piden los países occidentales, estaríamos poniendo al sistema judicial bajo presiones externas -alegaba el jefe de Estado.

La manía persecutoria ha calado, no sin razón, en el alma turca tras el portazo que recibió hace 14 meses en la cumbre europea de Luxemburgo, que descartó las aspiraciones de Turquía a incorporarse a la UE. Ankara había replicado hasta ahora a las acusaciones contra su limitada observancia del respeto de los derechos humanos que el país estaba librando una guerra sin cuartel contra el terrorismo, encarnado por el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), de Ocalan. Tras su detención en Nairobi por un comando de los servicios secretos turcos y su puesta a disposición de la justicia -nadie duda en Turquía de que será condenado a la horca-, se abrió una inesperada vía para afrontar una solución de la cuestión kurda sin la presión de las armas o las bombas.

Pero los líderes de Ankara apenas se han limitado a anunciar una "ley de arrepentimiento" para los guerrilleros que abandonen las armas y a desempolvar programas de inversiones públicas en el empobrecido sureste de Anatolia. Sin embargo, el Estado fundado por Mustafá Kemal, Ataturk (el padre de los turcos), hace ya 75 años, sigue negándose a dar cualquier paso en la dirección de reconocer los derechos culturales (educación, medios de comunicación en lengua kurda) de una minoría étnica de unos 12 millones de personas. Y la sola mención de una hipotética autonomía es un tabú que puede acarrear la cárcel.

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El proceso de Ocalan se ha abierto en un clima enrarecido por las trabas impuestas por las autoridades a los abogados de Ocalan y por la utilización propagandística de vídeos del detenido y filtraciones de sus declaraciones en el interrogatorio. Muchos dirigentes e intelectuales son conscientes, sin embargo, de que Turquía también va a ser juzgada por Occidente durante el proceso del líder del PKK. "Incluso los terroristas confesos tienen derecho a un abogado", se esforzaba en recordar el jueves Ilnur Çevik, editorialista del diario en lengua inglesa Turkish Daily News. Además, el clima nacionalista en el que va a ser juzgado el líder de la guerrilla kurda se enturbia al coincidir con la agitación de la campaña de las elecciones legislativas y municipales del próximo 18 de abril. Por eso, la captura de Ocalan puede desencadenar otras consecuencias para el país. Los analistas políticos de Ankara predicen una caída, o al menos un frenazo en su imparable crecimiento, del voto islamista, que llegó a más del 20% hace tres años y situó en la primera plaza del escalafón electoral al hoy ilegalizado Partido del Bienestar (Refah). Sus herederos del Partido de la Virtud (Fazilet) carecen del liderazgo de Necmettin Erbakan, inhabilitado también por el Tribunal Constitucional para ejercer la política, y ofrecen una imagen de división entre integristas que sueñan con el ayatolá Jomeini y renovadores que aspiran a reproducir el modelo de las democracias cristianas europeas.

Los principales partidos turcos se han lanzado así a la caza del voto islamista. La ex primera ministra Tansu Çiller, líder incombustible del Partido de la Recta Vía, no ha dudado en desembarazarse de decenas de diputados desafectos que votaron en su contra durante las sucesivas investigaciones parlamentarias por corrupción que ha sufrido a lo largo de la legislatura. En revancha ha logrado el apoyo de las poderosas cofradías islámicas, presentes en casi todos los órdenes de la vida turca. Y que también lo están en el Partido de la Madre Patria, el principal rival en el disputado espacio político de centro-derecha, del también ex primer ministro Mesut Yilmaz.

Pero quien de verdad parece que va a poder sacar tajada electoral de la detención de Ocalan es el actual jefe de Gobierno, el socialdemócrata Bulent Ecevit. Una encuesta de Gallup le daba esta misma semana un ascenso de 10 puntos en intención de voto. Ecevit también era primer ministro en 1974, cuando el Ejército turco ocupó el norte de Chipre, en una acción de orgullo patrio que aún sigue marcada en el subconsciente de los turcos. Pero Ecevit, defensor de los derechos humanos y partidario de la abolición de la pena de muerte, también forma parte del engranaje de la vieja guardia del Estado kemalista. Así, su posición respecto al conflicto kurdo dista poco de la de los jefes del Ejército.

Queda, por último, la cara amable de la izquierda turca, el Partido Revolucionario del Pueblo, de Deniz Baykal, que recoge su apoyo en las urnas entre los intelectuales y profesionales de las grandes ciudades del país. Aunque difícilmente será una opción de poder en un escenario en el que tanto Ecevit como Yilmaz parecen dispuestos a reeditar la actual fórmula de coalición de gobierno.

Los demás partidos no cuentan: la ley electoral fija un listón del 10% de los sufragios para poder acceder a la Gran Asamblea Nacional de Ankara. Ésta es, por ejemplo, la tragedia de grupos como el nacionalista kurdo Partido Democrático del Pueblo (Hadep), que cosecha resultados de más del 50% de los votos en circunscripciones del sureste de Anatolia.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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