Corbata de colorines sobre camisa azul
Por debajo de la huera retórica falangista, en la ciudad se cocía una cotidiana resistencia clandestina urdida a base de pintadas, octavillas y sabotajes contra los símbolos del partido. Un oficio de Falange dirigido a los jefes locales les advertía de la necesidad de actuar ante los "alborotos y comentarios en menoscabo de España y la Falange" que se producían en los cines durante las proyecciones del No-Do. En otra nota se llamaba a velar por los símbolos de Falange "en mal estado, rotos o abandonados al pie de la vía de acceso" de numerosas poblaciones. El ataque más directo a la Falange fue escrito en 1955 por el rector de la parroquia de Agullana. En su texto, que despertó airadas críticas y la exigencia de un castigo ejemplar, describía a la Falange como "estériles cavilaciones de áridos ideólogos, que quieren moldear la realidad a su cerebro cuadriculado". El clérigo fue llamado a declarar, pero no fue procesado. Llama la atención una circular del jefe provincial del Movimiento de 1941: "He apreciado cómo gran parte de gerundenses no sienten reparo alguno en colocar, sobre el azul de su camisa, una corbata de colorines casi siempre rojos". En una rimbombante prosa, el escrito ensalza la vestimenta de Falange y llega a la conclusión de que los que arrinconan la corbata negra "aún mantienen alentando en sus pechos afanes que borraron definitivamente su propia esterilidad y su propio desastre", y añade: "Han de saber que seremos inflexibles con ellos y que no permitiremos estas tardías floraciones rabiosas". La jefatura prometía sanciones "a todos aquellos que se empeñen en la corbata de rojos colorines".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.