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Una biografía destaca la audacia como político y estadista de Fernando el Católico

El historiador Ernest Belenguer analiza el equilibrio de poderes en la España del siglo XV

Miguel Ángel Villena

Hasta el siglo XVIII la figura de Fernando el Católico (1452-1512) fue más admirada y estudiada por los historiadores que la de su esposa, Isabel de Castilla. Pero, desde la centuria pasada, el papel de la reina que impulsó la conquista de Granada y el descubrimiento de América cobró mucha más proyección. La biografía que acaba de publicar Ernest Belenguer (Valencia, 1946), catedrático de Historia Moderna en la Universidad de Barcelona, titulada Fernando el Católico (Península, en castellano, y Edicions 62, en catalán) revela que el rey asumió los mismos poderes que su mujer en Castilla, mientras ella no pasó de ser una reina consorte en la Corona de Aragón. "Los dos compartieron el gobierno de Castilla", señala Belenguer, "pero Isabel sólo tuvo un papel de comparsa en Aragón, donde imperaba una especie de ley sálica que impedía reinar a las mujeres. En realidad, la mujer era menor de edad según las leyes de los territorios de la Corona de Aragón, que incluían Cataluña, Valencia y Mallorca. Por otra parte y hasta las expediciones de Colón a América, Fernando dirigió la política internacional con especial atención al Mediterráneo, en general, y a Italia, en particular".Unidad nacional

El historiador subraya que indudablemente la unidad dinástica significó "de puertas afuera" la unidad nacional de España, culminada con la incorporación de Granada y de Navarra. "Los Reyes Católicos", explica Belenguer, "mantuvieron, desde luego, una sola política internacional, y los embajadores se acreditaban ante una corte común. Ahora bien, de puertas adentro, Castilla mantuvo un sistema político más centralizado, en tanto que Aragón respondía a una confederación de territorios. En la práctica se impuso un sistema polisinodial a partir de la creación de consejos consultivos de los monarcas, una iniciativa que después desarrollaron Carlos V y Felipe II".

En su documentada y divulgativa biografía, este experto en los siglos XV y XVI observa que, mientras el rey Fernando se concentró en la política mediterránea, con singular incidencia en sus territorios de Nápoles, Sicilia y Cerdeña, Isabel apostó fuertemente por la toma del reino de Granada para eliminar de ese modo el último reducto musulmán que quedaba en la Península. En cualquier caso, Belenguer resalta el mayor peso específico de la Corona de Castilla en aquella época con respecto a Aragón.

"No conviene olvidar", precisa el historiador, "que Castilla contaba con una población que rondaba los cinco millones de habitantes a finales del XV, frente al millón escaso de personas que vivían en los territorios de la Corona de Aragón. Resulta evidente que el descubrimiento de América y el desplazamiento del comercio y de las relaciones internacionales desde el Mediterráneo hacia el Atlántico reforzaron la hegemonía castellana, pero antes de 1492 la desigualdad era ya palpable".

Fernando el Católico sobrevivió ocho años a su mujer, y en ese periodo, según Belenguer, "demostró, todavía más si cabe, su inmensa talla de político y estadista". La consolidación de la conquista de Nápoles, su matrimonio por intereses geopolíticos con Germana de Foix y la pacificación de Castilla tras la muerte de Felipe el Hermoso y los trastornos mentales de su hija Juana, así como la ocupación de ciudades norteafricanas, representan los ejes del gobierno de Fernando entre 1504 y 1512. Ernest Belenguer califica la decisión que adoptó el rey de encerrar en Tordesillas a su hija Juana "para evitar que se convirtiera en un títere en manos de algunos nobles castellanos" como el momento más duro de la vida del monarca.

Hombre de mediana estatura, de carácter afable y talante moderado, trabajador infatigable, Fernando el Católico fue asimismo un mujeriego incorregible, según su biógrafo. "Isabel estuvo muy enamorada de Fernando y él también la quiso a su manera. Pero la reina ordenababa vigilar las correrías del marido con otras mujeres. Entretanto, Isabel dormía con cinco damas cuando el rey estaba de viaje para tener testigos de su fidelidad", comenta.

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