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BRYAN ADAMS: MÚSICO

"Las ideas simples trascienden las fronteras"

Bryan Adams (Vancouver, 1959), con casi veinte años en el mundo de la música y diez discos a cuestas, sigue teniendo fe en el pop. "Por supuesto, tengo el éxito número uno en Europa esta semana", dice con una sonrisa que le cruza la cara, "cómo no voy a tener fe". Una fe que recompensa una carrera en la que se ha mantenido del lado más comercial de la música, con gran convicción.Su filosofía es sencilla. "Creo que es un momento glorioso para el pop", declara. "Sobre todo porque yo no he seguido las modas. Yo hago sólo lo que siento como mío. Me gusta la tecnología y la música moderna, y si eres capaz de adaptar la música moderna a ideas simples puedes lograr grandes cosas".

Su voz de rockero es, según él, su gran capital. La base de su estilo. "Mi voz es lo que me ha hecho llegar adonde estoy", reconoce, "no mis canciones". "Lo importante es que lo que cantas sea creíble. A veces canto un tema y me suena muy bien. Pero hay ocasiones en las que no me reconozco. Tengo que descartar muchas versiones de una canción para lograr que el disco quede como un todo homogéneo".

Lo que procura Adams es hacer de cada canción un producto redondo. "Me concentro en cada uno de los temas que compongo hasta que logro darle un sentido propio", dice. "Muchas veces canto para gente que no entiende lo que digo, que no entiende el inglés. Las ideas simples trascienden todas las fronteras, van más allá de las ideologías, llegan a formar parte de la cultura mundial".

En el proceso de la composición, Adams parece meterse en un mundo íntimo en el que dialoga con una mujer imaginaria. Porque la mayor parte de los temas de este cantante y compositor canadiense son canciones de amor. "Nada es mejor para mí que sostener un diálogo con una mujer", dice, mientras se tumba en el sofá y sigue conversando como quien hace una confesión. "En realidad, se trata de hablar con alguien, de ordenar los propios pensamientos, de expresar mis esperanzas. A veces he descrito este proceso como un exorcismo privado. Pero, sobre todo, escribo cosas que no me atrevería a decir cuando hablo con alguien. Si le dijera esas cosas a mi novia, me mataría", apunta. "Los cantantes dicen cosas simples que la gente no se atreve a expresar. Incluso los cantantes preferimos decirlas con música. Soy una persona simple", insiste.

Una persona simple, pero no "normal", según él. "Llevo veinte años haciendo discos, y eso no es una vida normal, de ninguna manera. Es una vida fantástica, pero no es nada normal". Bryan Adams no ha dudado en asociar su nombre al de algunas de las figuras más internacionales de la canción. Entre ellas, Luciano Pavarotti, Barbra Streisand, Céline Dion y, en su último álbum, la ex Spice Girl Mel C. Para él, esto no es oportunismo, sino una forma de diversión. "Me lo he pasado muy bien haciendo eso. Es como una jam session", dice. "En los viejos tiempos del jazz y el blues, los músicos se reunían constantemente, se confrontaban estilos. No tengo una mentalidad de jazzman, pero sí de músico".

Bryan Adams es bajito y menudo. Viste unos vaqueros clásicos con una clásica camiseta blanca ceñida. La imagen de rubio guapo que cultiva se tambalea a corta distancia. Quizá por eso no le gusta que le hagan fotografías de prensa, o quizá porque él mismo es fotógrafo. Todas las imágenes del libreto que acompañan a su último disco, On a day like today, y de alguno anterior han sido hechas por él. Incluso las suyas. "Me gusta muchísimo la fotografía. Le estoy dedicando cada vez más tiempo. No es que los fotógrafos de prensa me molesten, pero me gusta saber qué va a salir publicado. Lo mismo me sucede con las entrevistas. Últimamente hago muchas por Internet. Me envían el cuestionario y así tengo la oportunidad de dar respuestas más inteligentes y hasta ingeniosas. Cuando tengo que improvisar, no siempre me salen bien".

Arquitectura

Otra de las facetas de este músico es la de su interés por la arquitectura. En Vancouver, donde él nació, ha reconstruido el edificio más antiguo de la ciudad, con ayuda de un grupo de arquitectos canadienses. Se trata de un viejo almacén de una empresa de suministros levantado a principios del siglo XIX, cuando la fiebre del oro alimentaba los sueños de grandeza. Ahora, los Warehouse Studios son unos estudios de grabación equipados con la última tecnología. "Para mí son muy importantes los espacios donde vivo y donde trabajo. No soporto los estudios oscuros y claustrofóbicos. Voy a cumplir cuarenta años y procuro vivir lo más a gusto posible. He creado unos espacios con la atmósfera más adecuada, tanto en mi casa en Londres como en los estudios de Canadá".

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